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¿Cómo consigo que mi niño tenga un sueño profundo y reparador?

¿Cómo consigo que mi niño tenga un sueño profundo y reparador?

Los padres pueden hacer más de lo que creen para ayudar a sus hijos a conciliar un descanso de calidad, esencial para su desarrollo físico y mental

Nieves Castro

Domingo, 14 de mayo 2017, 00:35

¿Qué hago si mi hijo se desvela en plena noche y no para de llorar o resulta tortuoso que concilie el sueño? Dar media vuelta y cerrar la puerta del dormitorio no es una opción. Un sueño de calidad es básico para el desarrollo físico y mental de cualquier persona, pero es especialmente importante en la etapa infantil. La pediatra del área de hospitalización de Quirónsalud Marbella, Mónica Rodríguez, explica que tres de cada diez niños tienen en algún momento de su vida alguna alteración o trastorno del sueño. Identificar la causa de los desvelos del menor y afrontar la situación, que puede derivar, además, en pequeños traumas para el niño y convertirse en una verdadera dificultad en el descanso del núcleo familiar, parece la decisión más sensata para erradicar el problema. La especialista ofrece algunas pautas a padres en apuros, ya que éstos pueden hacer mucho para que sus retoños tengan un sueño profundo y reparador. Pilares para que los pequeños se desarrollen sanos y se mantengan, al igual que sus papás, bien despiertos durante el día.

¿Cuántas horas de sueño necesita mi hijo?

Para plantearse si el pequeño de la casa tiene algún tipo de trastorno del sueño, hay que tener una idea aproximada de sus necesidades, que irán cambiando conforme se desarrolle. Las horas de sueño varían según la edad del niño. Cuando nace pasará buena parte de los días durmiendo, sin embargo, para desgracia de los padres no lo hará de corrido.

De las 24 horas que tiene el día, dormirá de promedio entre 16 y 18 horas. El número de ciclos de sueño dependerá de cada bebé y oscilará entre seis y ocho por jornada, convirtiendo a los progenitores en auténticos zombis. Afortunadamente, al cumplir entre uno y seis meses irá teniendo menos despertares e irá durmiendo toda la noche. A partir de los dos años y hasta los cuatro descansará 10 horas al día, la mayoría a esta edad incluyen dos siestas en sus descansos. Entre los cinco y los diez años adquirirá la madurez en el sueño y ya en la adolescencia dormirá entre siete y ocho horas al día.

¿Cuándo pueden dormir solos?

«No hay una edad exacta, pero la cifra mágica la hemos puesto a los seis meses de edad, más que nada por la comodidad de los padres debido a las atenciones que demandan los bebés», explica la pediatra, que matiza, sin embargo, que esta no es la única razón. Es a esta edad cuando se considera que ya no hay riesgo de muerte súbita del lactante.

¿Qué episodios pueden alertarnos de que algo no va bien?

Cuando al niño le cueste regularmente conciliar el sueño, mantenerlo o si al día siguiente está normalmente cansado algo no va como debiera. Es el momento de pasar a la acción.

¿Y qué puedo hacer? Identificar las causas de los problemas de sueño

1. Patologías

La especialista de Quirónsalud Marbella recomienda consultar al pediatra para descartar patologías como alergias, afecciones relacionadas con la otorrinolaringología o trastornos que tengan su raíz en medicamentos que se estén suministrando al menor como sprays nasales o broncodilatadores.

2. Malos hábitos y estrés.

Una vez descartando el origen médico de los problemas de sueño, no es mala idea que los padres hagan autocrítica. Y es que la pediatra Mónica Rodríguez apunta que los malos hábitos son la fuente principal de las alteraciones. Si los niños adoptan conductas aprendidas como dormirse en brazos de los padres, en su cama, succionando bien sea el pecho o el biberón o con ciertos sonidos y movimientos... ahí, probablemente, habrá un problema.

Sin embargo, no siempre el origen de los trastornos radica en los caprichos concedidos al hijo. La siguiente causa más frecuente es el estrés que puede sufrir el menor debido a multitud de factores: ansiedad por una separación, horarios irregulares, sobreactividad, miedos o problemas familiares... «Las dos formas más comunes de manifestarlo son: negarse a ir a la cama y levantarse durante la noche. Con ambas conductas adquiridas los niños buscan ser los controladores de la situación o desplazar a alguno de los padres, ocupando su espacio en la cama», subraya la pediatra.

3. Terrores nocturnos, pesadillas y sonambulismo.

Muchas veces el descanso de los más pequeños se ve alterado por terrores nocturnos, las pesadillas y el sonambulismo. Rodríguez subraya que para afrontar estos episodios, que pertenecen al grupo de los trastornos del sueño llamados Parasomnias, hay que consultar al pediatra. Normalmente, se produce como resultado de estrés, miedos y suelen ser transitorios.

4. Insomnio por causas externas.

Otras muchas veces las alteraciones en el sueño de los niños son producidas, simplemente, por condiciones físicas que tienen fácil arreglo. La pediatra refiere como causa común habitaciones con un ambiente inapropiado para el descanso ya sea por colores, ruido o temperatura. La sobreexcitación, es decir que el niño tenga mucha actividad física antes de dormir, como pasa en verano, puede desembocar también en insomnio. Por último, el uso de dispositivos electrónicos o simplemente ver la tele justo antes de apagar la luz, puede ser muy contraproducente por la tensión que originan estas actividades.

¿Y qué hacer para que tenga un sueño profundo y reparador?

La pediatra de Quironsalud Marbella afirma que los padres pueden hacer mucho para que sus hijos concilien el descanso de calidad que necesitan. Para ello, aconseja cumplir con ciertas normas a partir de los seis meses de vida del niño:

1. Entorno.

Acostumbrar al bebé desde los primeros meses a las condiciones que relacione con el descanso y el dormir. La pediatra subraya la importancia de que el menor duerma en su cama, y sobre todo que se acueste en su dormitorio antes de que haya conciliado el sueño, en oscuridad o luz tenue, temperatura adecuada y lejos de estímulos. La televisión, los ordenadores y los videojuegos, deben estar fuera de la habitación del niño.

2. Establecer un horario para ir a la cama y cumplirlo.

Es fundamental establecer un horario fijo para acostarse y ser constante para crear una rutina.

3. Negociaciones.

El niño debe aprender a dormir solo y para ello, si es necesario, pueden usarse 'negociaciones' como ponerle una lamparita.

4. No ceder al llanto.

Mantener siempre la calma ante las reacciones y rabietas del niño. La clave, según la pediatra, es no ceder al abandono de la habitación. Los padres perderán terreno si ceden ante el llanto y acuden a sacarle de la cama.

5. Objetos.

Dejarle algún objeto en la cama que relacione con el descanso es una buena idea para favorecer el sueño.

6. Rituales.

Si todas estas estrategias fallan, siempre se pueden seguir rituales de descanso. La pediatra recomienda poner al niño en la cama, darle confort y salir de la habitación antes de que se quede dormido. Si llora, esperar al menos dos minutos y volver a su habitación, calmarle sin sacarlo de la cama ni tomarlo en brazos y luego, a los pocos minutos, salir de la habitación. Si empieza a llorar, otra vez, la especialista es partidaria de no acudir inmediatamente al rescate, sino esperar, por ejemplo, cinco minutos, y volver a entrar a su habitación, repitiendo el procedimiento, sin sacarle nunca de la cama y así sucesivamente y con tiempos cada vez más prolongados. Paciencia, perseverancia y constancia son las armas.

7. Alimentación

La pediatra de Quirónsalud Marbella recomienda siempre el apoyo dietético en estos casos, con la ingesta de alimentos que supongan un chute de magnesio, elemento fundamental para el buen funcionamiento de los neurotransmisores. Almendras, algas marinas, legumbres, granos integrales como el trigo sarraceno, amaranto, arroz o mijo y los vegetales de hoja verde, son una buena fuente de magnesio, con independencia de si el pediatra recomienda algún otro producto adecuado para la edad del niño. Igualmente, apunta que son importantes los ácidos grasos poliinsaturados (omega 3 y 6) que están en nueces, sésamo y pescado.

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