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Amanda Salazar
Sábado, 3 de diciembre 2016, 01:26
La historia de Málaga guarda aún entre sus páginas a algunos personajes que serían dignos protagonistas de una novela de ficción. Pero son tan reales como lo fue Miguel Mérida-Nicolich, un oftalmólogo que, por ironías del destino, perdió la visión de una forma turbulenta y que, lejos de quedar postrado en una silla, se formó para convertirse en maestro de ciegos y acabó siendo el precursor a nivel europeo de la educación para niños invidentes y sordomudos. A pesar de que cuenta con una calle en su nombre en la zona de Parque Litoral, para la mayoría de los malagueños es un completo desconocido. Pero su legado continúa hasta hoy gracias al Colegio de Educación Especial La Purísima y a los Laboratorios Nicolich, que fundó junto a su hermano Manuel, y que aún hoy fabrica desde Málaga la pomada de la Abéñula, que patentaron en 1934.
Según explica Manuel Mérida-Nicolich, sobrino nieto de Miguel Mérida-Nicolich que no tuvo descendientes directos- nació en Arriate el 29 de noviembre de 1982, en el seno de una familia burguesa. Sus padres, Bartolomé de Mérida y Díaz, médico, y Ana María Nicolich López, se trasladaron pronto a Málaga, donde Miguel llegó a convertirse en un oculista muy reputado. La familia aún guarda, por ejemplo, las cartas de agradecimiento del escritor Salvador Rueda, que al parecer tenía un primo con un problema de visión al que trató el doctor Miguel Mérida-Nicolich.
Una reyerta por un asunto de faldas
En 1924, Miguel, que entonces era un joven de 32 años soltero, pierde la vista en una reyerta. Así lo documenta Francisco Bejarano en su libro Las calles de Málaga: De su historia y ambiente. Ocurrió en la calle de Las Siete Revueltas que ya no existe pero que se encontraba en uno de los laterales de la calle Larios, en la zona donde está ahora la Plaza de las Flores-, donde se ubicaban alguno de los cabarets y cafés más célebres del momento como el Maipú o la Venta de Farfán. Al parecer, un asunto de faldas, terminó en una pelea y Miguel recibió un tiro en la cabeza que le dejó completamente ciego, dice su sobrino nieto. Aquel hecho se convirtió en uno de los sucesos más sonados de la época, debido a la posición que ocupaba el joven médico.
Aquel accidente, lejos de postrar a Miguel, supuso el comienzo de una nueva vida. Mientras que se recuperaba de sus heridas, conoció a una joven enfermera de familia inglesa, encargada de realizarle las curas, Vera Blackstone y Danger. El 17 de junio de 1925, la pareja se casa en la capilla del Hospital de Santo Tomás, del que fue director el oculista, según explican fuentes de la familia.
De oculista a maestro de ciegos
A raíz de su ceguera, Miguel se da cuenta de los problemas a los que debían enfrentarse las personas ciegas y, sobre todo, los niños. En aquel entonces, muchos de los menores ciegos eran abandonados a su suerte por sus familias debido a la falta de recursos y sobrevivían de la caridad. Aunque ya existían algunas entidades que trataban de paliar esta situación, como explica el profesor de Pedagogía de la Universidad de Málaga (UMA) ya fallecido Constancio Mínguez en su libro La educación de ciegos en Málaga editada por la ONCE. La Nueva Aurora, Centro Protector e Instructor de Ciegos, por ejemplo, ayudaba a las personas ciegas y organizaba rifas por la ciudad para recaudar dinero para su subsistencia.
Pero Miguel se da cuenta de la importancia de ofrecer una educación a los niños ciegos para poder brindarles un futuro mejor. Su esposa, Vera, se convierte en la mejor aliada en esta nueva andadura. Miguel se forma como maestro de niños ciegos, viajando por todo el mundo junto a su esposa para conocer los sistemas de enseñanza adaptados para este tipo de alumnos y acudiendo a conferencias. Según recoge Mínguez en su libro, en 1925 crea en Málaga el Instituto Municipal para Sordomudos y Ciegos, situado en la calle Gálvez Ginachero (el edificio ya ha desaparecido), junto al Hospital Civil, pionero a nivel europeo y que se convierte en un referente. La mayoría de sus alumnos cursaban las clases en régimen interno, y eran atendidos por las monjas franciscanas.
Legado hasta hoy
A partir de la fundación de la ONCE en el año 1938, esta institución absorbe las distintas asociaciones e instituciones orientadas a atender a los ciegos. La parte de niños invidentes del centro pasa a integrarse en su estructura, permaneciendo en activo hasta bien entrados los años 50, cuando la ONCE pasa de una educación especial a una educación inclusiva. La parte de sordomudos, continúa existiendo hoy en día como centro privado de Educación Especial La Purísima.
De forma paralela, en el año 1933, funda los laboratorios farmacéuticos Nicolich junto a su hermano Manuel, farmacéutico militar. Un año más tarde, patentan la fórmula de la Abéñula. En esos años hubo una epidemia muy grave de tracoma en la Axarquía y crearon una pomada desinfectante para los ojos, explica Manuel Mérida-Nicolich. Pero pronto, esta fórmula de la abéñula la palabra es sinónimo de pestaña- se convierte en un artículo cosmético. La pomada original tenía un intenso color azul, y las mujeres empezaron a pintarse los párpados con ella, continúa.
A pesar de que murió muy joven con 39 años- fue una persona muy inquieta y sentó las bases de la educación para los niños con discapacidad, añade Manuel, quien destaca que fue una personalidad muy activa en la Málaga de la época y que se codeó con ilustres ciudadanos del momento como Gálvez Ginachero. En la página web de Laboratorios Nicolich, se hacereferencia, por ejemplo, al mensaje que publicó a su fallecimiento el entonces alcalde de la ciudad sobre la labor que realizó Se ha llevado para siempre al maestro ilustre, al hábil ejecutor de una pedagogía difícil.
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Paco Griñán | Málaga
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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