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El prestigioso ‘broker’ gallego, hace diez años, en su etapa como director de inversiones de Bestinver, la gestora de Acciona propiedad de la familia Entrecanales.
El fabricante de fortunas

El fabricante de fortunas

Los ricos están impacientes. Los agentes de inversión, agitados. Tras un exilio de dos años en Londres, vuelve a casa Francisco García Paramés, el Warren Buffett español

Icíar ochoa de olano

Lunes, 10 de octubre 2016, 00:46

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Es de esos tipos que destilan un fino aroma de autoconfianza y que jamás, por muy feas que se pongan las cosas, se permiten claudicar. Ni siquiera cuando la avioneta en la que se desplaza pierde el control y acaba estrellándose, en medio de la niebla, en un paraje agreste y desconocido. Aquel milagroso 7 de marzo de 2006, Francisco García Paramés acudía a una importante reunión de trabajo en Pamplona. No llegó a divisar el aeropuerto de Noain. Tras un choque brutal, apareció ceñido a su asiento, en medio de un sendero embarrado de la sierra navarra de Tajonar, a varios metros de un aparato deshecho y en llamas. Aturdido, aquejado de un colapso pulmonar y con múltiples quemaduras, se desató y caminó campo a través, a ciegas y descalzo, durante cerca de una hora hasta alcanzar una carretera, parar un vehículo y pedir ayuda. Solo después de ello se desplomó. En aquel accidente que le envió a la UCI durante varios días, fueron rescatados en estado grave pero con vida el piloto y dos de los tres colegas con los que viajaba. El cuarto compañero y el copiloto murieron en el impacto. A las dos semanas nacería su cuarta y penúltima hija.

Este gallego de El Ferrol, que se hace llamar Paco, tenía entonces 43 años y el apelativo de mejor agente de inversiones de Europa. Se lo puso la consultora Citywire a la luz de la brillante y lucrativa trayectoria que desarrolló en Bestinver, la gestora que abrió Acciona, la empresa multinacional de promoción y gestión de infraestructuras y energías renovables que regenta la todopoderosa familia Entrecanales. Le ficharon en 1989, poco después de que rematara su licenciatura en Económicas y Empresariales en la Universidad Complutense de Madrid con un MBA en la escuela internacional de negocios IESE de Barcelona. Dos años después ya estaba al mando de las operaciones y de las carteras de clientes de la agencia, dispuesto a desplegar toda su magia durante el siguiente cuarto de siglo y a multiplicar las ganancias como si se tratara de panes y de peces.

Su éxito en ese tiempo, en el que llegó a gestionar la friolera de 5.200 millones de euros, es ponderable: con él al frente, los fondos de renta variable de Bestinver obtuvieron una rentabilidad media anual de casi el 16 % durante nada menos que dos décadas, un porcentaje que duplicó al registrado por el Índice General de la Bolsa de Madrid en el mismo periodo. Autodidacta, el gurú nacional de las transacciones se guía por los principios del value investing (inversión en valor), una expresión acuñada a principios del siglo pasado por Benjamin Graham y David Dodd, dos profesores de la prestigiosa Escuela de Negocios de Columbia. A grosso modo, esta corriente inversora consiste en comprar negocios con un valor subestimado por el mercado para, a continuación, ponerlos al baño maría y aguardar con paciencia una de las palabras fetiche de Paramés hasta que se revalorizan. A menudo, al cabo de años.

A nadie hasta la fecha esta receta le ha reportado tantos ceros todos a la derecha, claro como al estadounidense Warren Buffett. El llamado oráculo de Omaha, tercera fortuna del planeta según el listado del año en curso elaborado por la revista Forbes, la sintetiza así: «Gran parte del éxito puede atribuirse a la inactividad. La mayoría de los inversores no resiste la tentación de comprar y vender constantemente, pero la piedra angular debe ser el letargo, bordeando la pereza». Que mantenga su participación en Coca-Cola desde que la adquirió en 1988 da una idea certera de su astuta y magistral zanganería.

Divorcio y detectives

A su discípulo coruñés, esa especie de técnica mindfulness para controlar la codicia le ha permitido blindar a los Entrecanales en oro, como a sí mismo, sorteando verdaderos abismos. Primero, la crisis de las puntocom, allá por el cambio de siglo, y después, la hecatombe del ladrillo, en 2007. En ambos casos olfateó las burbujas y se negó a invertir en valores tecnológicos e inmobiliarios, respectivamente. Su reputación hace tiempo que traspasó fronteras. Incluso océanos. El Financial Times le ha bautizado como el Warren Buffet español y el de verdad no ha dudado en buscarle desde su casa de Nebraska cuando ha precisado de información fresca y de primera mano sobre la situación de la economía española.

Pero buena parte de esta historia es ya solo currículo. Cuando el gestor brillaba con todo esplendor en el firmamento de las finanzas y se embolsaba un salario anual de 10 millones de euros entre 16 y 20, aseguran otras fuentes del sector, su fructífero tándem con los Entrecanales empezaba a resquebrajarse. Saltó por los aires en 2014, provocando un auténtico terremoto en el mundo inversor. En su entorno más cercano explican hoy el turbulento divorcio por el intento de los dueños de Acciona de «imponer un nuevo modelo de negocio contrario a su ser». En la competencia, porque «Paco, que tanto dinero les había hecho ganar, exigió hacerse con la mayor parte de Bestinver». Suena a un combinado equilibrado de las dos.

Consciente de las funestas consecuencias de su pérdida para sus intereses, el clan empresarial obligó al gallego a firmar una cláusula por la cual se comprometía a cruzarse de brazos y no competir durante dos años. De lo contrario, se vería las caras con sus abogados. Mientras Paramés emprendía junto a su familia la mudanza a su exilio dorado en Londres, sus antiguos jefes trataban de sofocar las vías de agua abiertas en el buque tras su salida. La firma proveedora de análisis para inversores Morningstar calculó que su marcha costó a Bestinver, solo en las primeras semanas, cerca de 1.000 millones de euros, algo más del 10% del total del patrimonio de la gestora.

Superados ahora esos veinticuatro meses en el dique seco, tiempo en el que, cuentan, un equipo de detectives contratado por la familia Entrecanales ha seguido de cerca todos sus movimientos para cerciorarse de que no manufacturaba otras fortunas, Paramés está de nuevo en casa. Afincado en Madrid desde junio junto a su mujer, una empleada de Telefónica, y sus cinco hijos, se prepara para presentarse en sociedad con sonido de tambores y trompetas. Ha convocado a los medios de comunicación este martes para presentar su primer libro, Invirtiendo a largo plazo. Mi experiencia como inversor, de la Editorial Deusto, y anunciar que, extinguido el pacto de no agresión y libre ya de servidumbres, vuelve a la carga. Esta vez, por su cuenta.

La expectación es máxima entre la clase acaudalada y entre los profesionales de un gremio convulsionado por su regreso a la gestión de activos en solitario. Esto es, sin asociarse, por ejemplo, a azValor, la firma que montó parte de su equipo en Bestinver y que dejó la sociedad a su salida. «La pregunta hoy es cuántos de esos 2.000 millones y pico que tienen ya de patrimonio para gestionr procedente de 8.500 inversores lo han conseguido dando por hecho, unos y otros, que Paramés trabajaría con ellos», se cuestiona un corredor de Bolsa.

Admirado por sus competidores y descrito como un hombre de ideas «meridianamente claras, discreto, modesto, tranquilo, generoso, terco y un punto tímido», regresa fortalecido y seguro de su buena estrella. Ha sobrevivido a un accidente aéreo, a la sombra alargada de los Entrecanales y, también, a una de las mayores catástrofes ferroviarias del país. Con sólo nueve años viajaba en uno de los dos trenes que chocaron de frente en El Cuervo, en Sevilla, en 1972. En aquella pavorosa colisión murieron 86 personas. Con más vidas que un gato, hace ya más de cuatro décadas que Paco sabe, a ciencia cierta, que no está aquí por casualidad.

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