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Flores ha aprovechado estos años para ponerse fuerte en el gimnasio que dirige. En libertad provisional tras pagar 200.000 euros

El cerebro de la fatídica fiesta del Madrid Arena vuelve

Miguel Ángel Flores ha tenido ganas y medios para rearmar su imperio del ocio. Esta semana las familias de las víctimas le verán por fin sentado en el banquillo de los acusados. La justicia ha tardado tres años

IRMA CUESTA

Domingo, 10 de enero 2016, 00:27

El lunes, después de cumplir con la obligación semanal de presentarse ante el juez, Miguel Ángel Flores cargó su Porsche Panamera El sueño del automóvil deportivo sin concesiones en la vida diaria y se marchó de vacaciones. El empresario de la noche, experto en la organización de eventos musicales y exgogó sobre cuyos hombros pesa buena parte de la responsabilidad de la tragedia ocurrida hace tres años en el Madrid Arena, se ha tomado unos días de descanso antes de encarar el juicio que comenzará este martes y que lo sentará en el banquillo de los acusados como principal imputado.

Flores, que se enfrenta a una condena de cuatro años de prisión por cinco delitos de homicidio por imprudencia, es un hombre obstinado. El cerebro de aquella fatídica fiesta de Halloween, de la que Rocío (18), María Teresa (20), Cristina (18), Katia (18)y Belén (17) nunca volvieron, anda muy ocupado. No solo en tratar de librarse de la cárcel, sino en volver a ser el empresario de éxito que fue gracias, en buena parte, a una codicia desmedida que aquel día le animó a vender cerca de 23.000 entradas para un evento con un aforo máximo autorizado de 10.620 personas.

Dicen en el entorno del empresario que durante años lo mismo alegraba la noche a los niños bien madrileños en Macumba que daba todo aquello que quería a un colectivo gay con tanto hambre de fiesta como dinero; que Miguel Ángel no es un hombre al que se le doblegue con facilidad. Debe de ser cierto, porque de otro modo no se entiende que con el juicio a la vuelta de la esquina, aún le queden ganas de volver a colocarse bajo el manto del grupo valenciano Alonso uno de los patrocinadores del Madrid Arena con la marca Ron Legendario para liderar un plan que pretende revitalizar 33.000 metros cuadrados en la estación Chamartín.

Ese proyecto, bautizado como Madrid Exposiciones y Eventos Urbanos (MEEU), tiene prevista la construcción de dos pabellones multiusos, seis auditorios, un centro de negocios, pabellones de exposiciones, club social y varios restaurantes y terrazas. Aunque él no es el ideólogo de la ambiciosa idea, el Grupo Alonso, a través de su filial Eurotransac, le ha nombrado coordinador de desarrollo de negocio. Sin duda un buen puesto al que es probable que en los próximos meses no pueda dedicar todo el tiempo que le gustaría ocupado como estará en probar su inocencia.

Porque el chulo de discoteca al que en el mundillo nocturno madrileño conocen como MAF asegura no tener ninguna responsabilidad en la muerte de Rocío, María Teresa, Cristina, Katia y Belén. Ni en esto, ni en ningún otro de la larga lista de desastres que se encadenaron aquella noche para segar las vidas de esas niñas y sumir en la más absoluta de las tristezas a sus familias. Eso, a pesar de que el instructor del caso, el magistrado Eduardo López-Palop, concluyera la investigación asegurando que un cóctel único de codicia, negligencia, actuaciones temerarias y dejación de funciones hicieron posible la tragedia.

Saúl Cepeda, que además de bucear durante meses en las facetas más desconocidas del ocio nocturno en España para escribir Aforo completo trabajó durante algo más de un año con Flores, dibuja a un hombre muy bien relacionado, capaz de ponerse el mundo por montera para cumplir sus objetivos. «Es un tipo, sin duda, con mucho arrojo al que le gusta controlarlo todo. La prueba es que, siendo como era el responsable de diez discotecas y de los tres o cuatro festivales más importantes del país, era capaz de colocarse en la puerta de acceso de cualquiera de ellos para supervisar cómo marchaban las cosas». Cepeda recuerda que visitó las instalaciones del Madrid Arena a petición de su exjefe para valorar las posibilidades de celebrar una fiesta gay en este espacio y que, aunque su primera impresión fue que aquello estaba a medio acabar y que había que reforzar las medidas de seguridad para celebrar la sesión con garantías, la empresa asumió sin problemas todas las peticiones que él realizó. «Entonces había dinero y se trabajó por ofrecer la seguridad máxima; es muy posible que las circunstancias no fueran las mismas en la fiesta de Halloween y, aunque es muy importante que la justicia establezca alguna clase de responsabilidad por lo ocurrido, también es verdad que ningún empresario de ocio nocturno quiere que ocurra algo así».

«No fue un accidente»

Aquella mañana, a Isabel la despertó su hija Verónica. Unas amigas de Cristina la acababan de llamar para contarle que algo había pasado en el Madrid Arena y no eran capaces de localizarla. «Cualquiera imagina el calvario que vivimos a partir de ese instante. Primero fuimos al 12 de Octubre, pero al llegar supimos que quien estaba allí no era mi hija. Luego, un hombre nos llevó a la comisaría de la calle Federico Rubio y allí nos dijeron que había muerto; que la tenían en el Anatómico Forense. Yo ya sabía que le había pasado algo grave porque Cristina no era de las que desaparece sin avisar».

Desde aquel 1 de noviembre Isabel de la Fuente y su familia no han dejado ni un solo día de pensar en la niña que se fue de fiesta soñando con viajar a Berlín para convertirse en la mejor de las enfermeras y nunca regresó. «38 meses y 12 días después nuestro dolor sigue intacto y nuestra única esperanza es que, aunque llegue tarde, se haga justicia». Isabel rechaza que lo ocurrido aquella noche fuera un accidente: «Me parece indignante que haya quien lo vea de esa manera. Estamos hablando de cinco homicidios». Y apunta el cúmulo de mezquindades que siguieron a la tragedia. «No h visto en nadie de los muchos imputados, ni siquiera en los médicos, cuya actuación me parece la más repugnante de todas porque se supone que están para salvar vidas y dejaron morir a mi hija en el suelo sin hacer nada, la más mínima empatía, la más pequeña señal de arrepentimiento o de asunción de responsabilidades».

Indignada, denuncia que los doctores Simón y Carlos Viñals han escrito con letras de oro su nombre en el olimpo de la avaricia. A cambio de 1.920 euros les propusieron ponerse al frente de la enfermería del Madrid Arena; un trastero sin ventilación ni luz, ni agua corriente y, por supuesto, sin medios materiales ni instrumental médico de ningún tipo. Y no es solo que a padre e hijo no se les ocurriera pedir algo para tener de donde tirar en caso de que se requirieran sus servicios, es que según aseguraron algunos testigos cuando llegó el momento de hacer su trabajo, Simón, de 77 años, entró en pánico.

La consecuencia fue que presuntamente no pudo atender a Cristina, Katia y Rocío, que fueron dadas por muertas aunque se encontraban en parada cardiorrespiratoria. Por si eso fuera poco, la acusación sostiene que el doctor Viñals dejó a Katia en manos de dos técnicos de ambulancia a los que no sugirió qué podía hacerse para intentar salvar a la joven.

Embargada por la misma desesperación que sintió el día que le dijeron que su hija había muerto aplastada, Isabel lamenta que ninguno de los implicados haya esperado juicio en la cárcel y que el Ayuntamiento de Madrid no haya asumido su culpa ni cerrado aún el recinto. A Miguel Bernad también le parece que el próximo martes no se sentarán en el banquillo de los acusados todos los que debieran. «Los políticos se han ido de rositas, incluida la propia Ana Botella, alcaldesa en el momento de sucederse la tragedia», afirma el secretario general de la organización Manos Limpias, personada en la causa como acusación particular. También a ellos les parece «una auténtica burla» que Flores, lejos de haber sido «inhabilitado a perpetuidad», ande por ahí reconstruyendo el imperio que comenzó a desmoronarse la noche de aquel 31 de octubre.

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