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El sexo libre, el asesino del Grindr y la viruela del mono: así se estigmatiza a la comunidad LGTBI

El sexo libre, el asesino del Grindr y la viruela del mono: así se estigmatiza a la comunidad LGTBI

Relacionar la nueva enfermedad con los hombres gays o culpabilizar a la víctima de un asesino en serie son nuevas formas de expresión del mismo tema de siempre: el discurso del odio

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Martes, 24 de mayo 2022, 00:29

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No falla. Han pasado cincuenta y tres años desde que los Disturbios de Stonewall marcaron a la sociedad occidental, pero la injusta y peligrosa relación del colectivo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales) con toda clase de maldiciones y plagas sigue presente, en compás de espera hasta que se encuentra una rendija para colar un discurso puramente de odio.

En estas últimas semanas hemos visto ejemplos de sobra. Durante meses un presunto asesino de gays ha rondado por las webs para ligar, esas mismas sobre las que se escribieron terribles ríos de tinta hace una década y que ahora están perfectamente normalizadas entre heterosexuales. Lejos de interpretar que el colectivo homosexual era la víctima de este individuo (cuyo móvil no parece ser otro que el robo), se han presentado en multitud de medios de comunicación 'profundos' reportajes sobre cómo funcionan apps como Grindr o Wapo, pero siempre obviando que dichas aplicaciones -en las que se va buscando principalmente sexo- tienen sus homólogas entre personas con intereses sexuales por el sexo opuesto.

Esta serie de publicaciones parecen aparentemente informativas e inofensivas, pero terminan por relacionar el sexo con desconocidos (una práctica tan legítima como el celibato) con la culpabilidad en la comisión de un delito. Nadie defiende al asesino, pero no se han dejado de escuchar en tertulias televisivas la «falta de cuidado» de muchos hombres en su afán por tener más sexo que nadie. Este resultado no solo es injusto, sino que además provoca una doble victimización en personas que fueron asesinadas y cuyos casos -no debemos olvidarlo- se trataron en un principio como muertes accidentales.

Por si esto de sufrir a un asesino en serie no fuera suficiente, la viruela del mono ha llegado a nuestras vidas para provocar lo mismo que la plaga del Sida: que se criminalice a una parte de la sociedad por su orientación sexual. Aún no estaban confirmados ni la mitad de los casos de la Comunidad de Madrid cuando en la mayoría de medios ya se apuntaba el nombre y la dirección del local en el que estas personas -presuntamente- se habían contagiado. Da igual que la viruela no sea una enfermedad de transmisión sexual (ETS), el daño sobre un colectivo a través de criticar una práctica que algunos consideran injustamente inmoral ya estaba hecho. 'Hay maricones contagiados de viruela porque son unos viciosos que follan en las saunas'. ¿Alguien se imagina que se criminalizara a los católicos si este contagio se hubiera producido al dar la comunión en una iglesia?

Frente a todas estas cuestiones -que además llegan a mezclarse entre sí con un resultado aún más doloroso-, estaría bien confrontar la realidad. Según el último informe del Observatorio Andaluz de la LGTBIfobia (presentado en el Orgullo de 2021), el aumento de las denuncias por hechos relacionados con el odio al colectivo habían aumentado un 8 por ciento, y eso que el último año analizado era 2020, el de la pandemia. Todos los expertos coinciden en que las cifras han seguido aumentando, un número que se suma a otros terroríficos, como que la palabra 'maricón' sigue siendo el insulto más utilizado en los colegios, o que cerca de la mitad de menores LGTBI han pensado alguna vez en el suicidio; dos datos que resultan especialmente inquietantes cuando se observa el aumento de casos de chavales que se quitan la vida en estas franjas de edad de los que se han informado en estos últimos años.

El colectivo tiene muchas cuestiones sobre las que reflexionar, como el excesivo culto al físico, el edadismo o la relación de ciertas (y muy minoritarias) prácticas sexuales con las drogas, asuntos complejos que nada tienen que ver los crímenes, los discursos de odio o la doble victimización, que es de lo que estamos debatiendo. Hablar de 'chemsexs', de sexo sin protección o de las saunas en el contexto de la viruela o del asesino en serie es simple y llanamente una irresponsabilidad. Si además se hace de forma intencionada, es directamente malvado. Suficientes mochilas cargan ya las personas LGTBI como para que ahora deban pesar en las espaldas la culpa por haber transmitido una enfermedad o ser asesinado como castigo por ser maricón, bollera, trans, o cualquier otro color del arcoíris de Judy Garland. Merecemos, al menos, el mismo respeto que el resto los ciudadanos.

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