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El PSOE ha decidido no incorporar la 'Q+' a las siglas LGTBI en sus documentos oficiales. O ha optado por no sumar la 'Q' y por eliminar el '+'. Ha sido una de las conclusiones que más revuelo han generado de las que han trascendido del último Congreso socialista celebrado el pasado fin de semana en Sevilla: las diferentes corrientes del feminismo han vuelto a confrontar. Y éste no es un debate baladí. Subyace la posición filosófica, conceptual, diametralmente opuesta, que defienden unas y otras, que se puede sintetizar así: el feminismo de la igualdad, el que quiere abolir el mandato de género que se asocia a cada sexo, y que choca con la teoría queer (el Q+), que convierte a la identidad en algo menos rígido, más fluido, no tan determinado por la biología como por la elección o la negociación social. Si la primera posición entiende que el sexo biológico es importante e inmutable porque a él se ligan socialmente unos mandatos de género y un papel en la sociedad diferente a hombres y mujeres y que condena a éstas a una posición subalterna en una sociedad patriarcal; la segunda considera que tanto el sexo como el género son construidos, fluidos, al igual que la orientación sexual.
Fue una confrontación que tomó forma sobre todo con la aprobación de la ley trans, puesto que esa norma recoge el derecho a la libre determinación del género, una cuestión con la que conecta la 'teoría queer', una de cuyas principales estudiosas es Judith Butler, pero que censuran quienes consideran que los roles tradicionales atribuidos a uno y otro sexo (el género) son una imposición, un corsé, y hay que abolirlos. Los que unas consideran mandatos de género que condenan a las mujeres (y a los hombres) por nacer tales las otras los esencializan y los convierten en definitorios. Haciendo una caricatura para clarificar las posiciones nos podríamos preguntar qué es lo que define a una mujer, si nacer tal o querer llevar falda y desear dedicarse a los cuidados (de ahí el lema del feminismo clásico «ser mujer no es un sentimiento»). Fue una cuestión muy divisiva dentro del feminismo, en la coalición de gobierno (entre Unidas Podemos) y dentro también del propio PSOE. Y renace.
«En el último congreso socialista ha ganado el llamado feminismo clásico, el que busca abolir el género, que la biología no determine los roles, frente a la teoría 'queer'. Éste es un gesto hacia las mujeres socialistas que han defendido la igualdad frente a lo 'queer', que recoge todas aquellas posiciones que defienden un sujeto político que no son las mujeres, sino todas las identidades que se alían contra el heteropatriarcado», explica la teórica feminista Luisa Posada, que señala cómo las más críticas con lo queer interpretan que se trata de una teoría que conecta con el neoliberalismo -también ideología en conflicto con la socialista-, puesto que convierte a las identidades sexuales en un mercado en el que cada individuo escoge lo que quiere ser. «Pero el feminismo, que también tiene que ver con la libertad sexual, no es sólo eso, es un movimiento de resistencia política, económica, contra las discriminaciones que sufren las mujeres», afirma Luisa Posada.
Mar Cambrollé, transfeminista y presidenta de la Federación Plataforma Trans, acusa, sin embargo, al PSOE de «intrusismo» y de «totalitarismo», por «imponer a todo un colectivo» las siglas con las que se quiere identificar: Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales, sin el 'Q+'. Para el feminismo de la igualdad (o el clásico, la denominación con la que ahora se está haciendo popular, porque también ciertas posiciones del feminismo de la diferencia están aquí) la biología es importante: mujer es quien nace mujer y ése es el sujeto político del feminismo. Pero Cambrollé replica: «Que no hablen de biología para justificar la desigualdad, para legalizar la desigualdad de trato. La biología habla de todo lo que tiene vida y las diferentes orientaciones de las personas forman parte de la vida».
«Lo que hay de fondo es dejar sin reconocer una parte de la realidad. Forma parte de la perversa manera de entender las cosas por parte del feminismo 'clásico' o 'ilustrado'. Ningún feminismo está para recortar derechos. Es lo mismo que hace la ultraderecha cuando niega la existencia de la violencia de género. El sujeto del feminismo está formado por todas las personas que sufren violencia por su género y las mujeres trans sufren violencia de género. El 94% de las personas trans asesinadas son mujeres trans», explica Cambrollé.
«No entiendo cuál es el problema, porque la 'T' de transexuales continúa formando parte de las siglas», replica Andrea Barbotta, activa feminista en Málaga, militante socialista y vicepresidenta del Consejo Andaluz de Participación de las Mujeres. Y Luisa Posada desliza que «hay quien quiere confundir» afirmando que la decisión de los socialistas supone un agravio contra el colectivo trans. Además, Barbotta señala que éste es el arma que Podemos va a usar para resurgir políticamente. Irene Montero, la exministra de Igualdad y ahora eurodiputada de Podemos, escribió en su cuenta de X: «Borrando letras no se borran esas vidas, pero sí sus derechos. El PSOE manda el peligroso mensaje de que el partido que nos gobierna, y su Presidente, no reconocen la existencia de muchas personas y que no van a garantizar sus derechos».
Y es que ha habido otro aspecto que también se ha defendido en el último Congreso socialista: que nadie que no sea del sexo femenino pueda participar en las competiciones deportivas de mujeres. «Nos retrotrae al posfranquismo», dice Cambrollé, cuando, rememora, en 1987 a la primera mujer a quien se le reconoció el cambio de sexo, no se le dieron los mismos derechos de que disfrutaban las mujeres biológicas.
La socióloga Inés Alberdi quiere, en todo caso, deslindar los dos temas: por un lado, defiende, hay que apoyar y defender los derechos humanos de todas las identidades queer; pero por otro lado hay que defender lo que conlleva toda la historia del feminismo, de la relación entre los hombres y las mujeres, de la desigualdad, «que ni quita ni pone a lo demás, es otra cosa». «Lo que pasa es que en la temporada en que Irene Montero fue ministra de Igualdad se junto todo y pareció que lo queer era el tema fundamental del Ministerio. Pero si tú vas a cualquier estudio sociológico, junto con la edad o el nivel socioeconómico, otro tema clave es el sexo. Si decidiéramos que éste no fuera importante, tendríamos que tirar todos los estudios sociológicos de los últimos cincuenta años. En la sociedad se funciona socialmente como hombres o como mujeres. Nacer niño o nacer niña, aunque menos que antes, todavía marca», explica Alberdi.
Otras fuentes socialistas abundan en que si lo queer habla de diversidad, el feminismo de lo que trata es de la igualdad. «Son dos temas distintos y hay que pelear los dos», afirman.
Así que Andrea Barbotta reivindica la que considera como «agenda feminista», que está formada por la abolición del género -que el imperativo biológico no se convierta en una coartada para imponer la desigualdad social- la abolición de la prostitución y la prohibición de los vientres de alquiler. «Si queremos ser feministas, tenemos que defender esto», incide. Si la primera cuestión ha tomado forma en el Congreso del PSOE no incorporando el 'Q+' en LGTBI, las otras dos lo hacen en la propuesta de expulsar a los militantes que demanden prostitución e incluso a quienes recurran a la gestación subrogada.
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