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Agustín Gómez Arcos, una voz entre dos mundos

Este andaluz homosexual de origen más que humilde acabó recibiendo los títulos de Caballero y Oficial de las Artes y las Letras de Francia, el mayor reconocimiento que otorga el Ministerio de Cultura de aquel país

Juan Naranjo

Martes, 3 de junio 2025, 20:00

Uno de los autores españoles más importantes del siglo XX no ha sido traducido a nuestra lengua hasta 2006. Asfixiado por la censura a sus obras de teatro y por la persecución del régimen franquista a los homosexuales, el almeriense Agustín Gómez Arcos se instaló en París cuando la revolución cultural de 1968 estaba en su máximo apogeo. Poco a poco se convirtió en uno de los nombres imprescindibles de la cultura francesa de los años 70 y 80 mientras que, en España, su obra permanecía inédita.

Después de haber ganado en 1962 y en 1966 el Premio Nacional Lope de Vega de Teatro por obras que la maquinaria de la censura franquista no permitió estrenar, se marchó del país a sabiendas de que en el extranjero solo podría dedicarse a la hostelería. Pero no le tenía miedo al fracaso ni al trabajo duro; nacido en los años 30 en el seno de una humildísima familia republicana del interior rural de Almería, desde pequeño había tenido que ensuciarse las manos en distintas tareas agrícolas para ayudar en su casa y ganarse el disputadísimo derecho a una educación formal que le deparase un futuro más próspero que el de sus padres.

Cuando llegó a París, lejos de amilanarse, su talento y su rencor hacia el régimen que lo había expulsado afloraron en forma de pequeñas representaciones teatrales sin presupuesto (escritas en español y traducidas por una amiga) que convertían aquellos cafés del parisino Barrio Latino en precarios y efímeros templos del teatro en los que, por fin, el joven Agustín podía expresarse en libertad.

Gómez Arcos se convirtió en el cronista en francés de una España que, al otro lado de los Pirineos, palidecía en blanco y negro

Abrazó la cultura del país que le había permitido ser libre, aprendió su lengua y aprovechó la oportunidad cuando un editor le pidió que escribiera, en francés, una novela. De aquel encargo nació 'El cordero carnívoro', la obra que le otorgó en Francia el éxito y el reconocimiento que la censura española le había arrebatado. Esta novela, profundamente queer y bastante perturbadora, es tan incómoda que hasta Pedro Almodóvar sabe que incluso hoy, cincuenta años después de su publicación, no podría ser llevada a la gran pantalla.

Gómez Arcos se convirtió en el cronista en francés de una España que, al otro lado de los Pirineos, palidecía en blanco y negro. Los franceses se enamoraron de este narrador atípico que, desde los márgenes, le sacaba las vergüenzas a un régimen que, durante cuarenta años, sesgó la vida y la obra de varias generaciones de artistas.

Tres libros para iniciarse en la lectura de Agustín Gómez Arcos

Tres libros para iniciarse en la lectura de Agustín Gómez Arcos
  • Un hombre arrodillado Un atractivo joven criado en una aldea minera deja atrás su vida para comerse el mundo en la España de los ochenta (la del boom turístico, la de La Movida…), pero es el mundo el que se lo come a él.

  • El cordero carnívoro Los dos hijos varones de una familia burguesa de la posguerra viven inmersos en un secreto a voces que los lleva a una vida llena de oscurantismo, lujuria y rencor.

  • Ana no Una anciana almeriense se lanza a la carretera y recorre el país a pie con el objetivo de ver por última vez al único hijo que le queda vivo, encarcelado en una prisión franquista del norte del país.

Uno de esos enamorados de la obra de Gómez Arcos fue el mismísimo François Mitterrand. Cada vez que el almeriense publicaba una nueva novela, un mensajero del presidente de la República Francesa se presentaba en las oficinas de la editorial del autor para recoger un ejemplar dedicado de la primera edición. La pasión de la crítica gala por este español exiliado, amanerado y de lengua afilada, lo alzó a un lugar donde llegan muy pocos elegidos: los premios Goncourt.

Fue finalista varias veces del galardón literario más importante de Francia y, aunque lo rozó con los dedos, se lo arrebataron nombres como los de Marguerite Duras o Patrick Modiano, que posteriormente conseguiría el Nobel. Sin embargo, eso no evitó que sus novelas pasasen a formar parte del plan de estudios de los institutos franceses: han sido varias las generaciones de jóvenes galos que han estudiado la realidad social y cultural del franquismo a través de las novelas de este español de rizos oscuros y mirada desafiante.

¿Y cuál fue el papel de la industria editorial española de los años 70 y 80 en el ascenso meteórico de este autor entre los grandes nombres de las letras francesas? Literalmente, ninguno. Aunque, tras la muerte de Franco, Gómez Arcos volvió a España de vez en cuando, ninguna editorial se interesó en publicar aquí lo que triunfaba allí. ¿Había en sus novelas demasiado rencor hacia el franquismo para una España en Transición empeñada en hacer borrón y cuenta nueva costase lo que costase? ¿Eran sus personajes demasiado oscuros y sus tramas excesivamente truculentas para un país que quería caminar hacia la luz? ¿Acaso aún no había espacio para una voz queer subversiva, sin complejos y profundamente política en una sociedad que abrazaba la frivolidad despreocupada de La Movida?

Hoy gracias a la editorial Cabaret Voltaire y a la traductora Adoración Elvira podemos encontrar en las librerias su obra

Gómez Arcos expuso bajo los focos franceses la oscuridad de la España del siglo XX, y esa misma España lo ignoró por completo hasta que la pequeña editorial independiente Cabaret Voltaire, especializada en literatura francesa, decidió que había que traducir del francés a este almeriense de pluma afilada.

Hoy, gracias a la editorial y a la labor de la traductora Adoración Elvira, podemos encontrar en cualquier librería buena parte de las novelas de este autor, así como la totalidad de sus obras teatrales. Siempre y cuando no se hayan agotado, claro, ya que un reciente documental ha multiplicado exponencialmente el público lector de Gómez Arcos.

Fotograma del documental de Laura Hojman 'Un hombre libre', sobre la figura de Gómez Arcos.

La periodista malagueña afincada en París María Díaz Valderrama vio en la vida de este andaluz un caso único en la historia de nuestra literatura. Comisarió una exposición sobre su vida y obra en el Instituto Cervantes y, poco después, le habló de él a Laura Hojman, la directora sevillana que está detrás de varios grandes éxitos del cine documental contemporáneo (Los días azules, A las mujeres de España: María Lejarraga…). Y de ese tándem andaluz nació 'Un hombre libre', un estremecedor documental cuajado de imágenes de archivo del autor y de testimonios de amigos y admiradores (Pedro Almodóvar, Marisa Paredes…) que nos habla de dos cosas: de la relevancia de su figura en el mundillo de las letras francesas de aquella época y de su compleja relación identitaria con un país que se lo arrebató todo y nunca reconoció su talento.

Este andaluz homosexual de origen más que humilde acabó recibiendo los títulos de Caballero y Oficial de las Artes y las Letras de Francia, el mayor reconocimiento que otorga el Ministerio de Cultura de aquel país. Murió prematuramente por aquella pandemia que diezmó a toda una generación de artistas homosexuales. Pero, ahora sí, por fin, Gómez Arcos está presente en todas las librerías y en los corazones de una generación de lectores queer sedientos de conocer las voces de nuestro pasado y de reconstruir una genealogía marica que nos recuerde de dónde venimos. A Agustín le robaron el país, pero no la voz. Y, aunque vivió entre dos mundos, ahora es universal.

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