Borrar

La técnica del libelo

GOLPE DE DADOS ·

Jueves, 9 de abril 2020, 15:30

El libelo (del latín: libro pequeño) no se basa más que en la mentira. El libelista se revuelve en su vómito de inadaptado que ha perdido el tren de la vida, y se encocora, todavía más, porque nadie lo lee, desprestigiado tras años de insultar y vejar, incluso a sus amigos, con impulso de cómitre. Lo más infamante es que su vía hedionda sólo tiene un objetivo: atacar el honor o la reputación de una persona o familia. Como mi familia actúa en el ámbito privado, no lo van a creer, pero en ocasiones he sido diana de algún libelista y eso que no tengo posesiones ni en Marbella ni en la Conchinchina francesa. Es increíble que el libelo, que en su origen era un escrito reivindicativo, se haya ido transformando en un vulgar panfleto antitético del gran periodismo, es decir, casi siempre que aborda un tema del que podría sacar un filón, desde el punto de vista empresarial, o desvelar la verdad, desde el punto de vista moral, su asco a la humanidad convierte su denuncia en un mar de bilis negra con espesas veladuras, y la forma hunde el fondo. Y es que estar en contra todo el rato debe resultar aburrido.

El libelista no descansa ni siquiera en esta época de 'confinement', al contrario, aprovecha cualquier descuido para hundir la cabeza del nadador que agita los brazos para mantenerse a flote. Hay mucho de terror gótico en estos especímenes: son vampiros que necesitan la sangre de otro a través de la manipulación de la noticia y de la extorsión. Ortega y Gasset escribió un artículo, en 1921, titulado 'Elogio de El Murciélago', en el que defiende un razonamiento crítico que tenga contacto con la realidad, y con lo trascendente de la misma, y reclama la primacía a ultranza de lo verosímil: el auténtico vampiro no se acobarda frente a su existencia cruel y alquímica. Ni se acobarda ni se vulgariza. Desde principios de este siglo apocalíptico, una de las aberrantes extensiones de los libelos han sido las 'fake news', que apelan más a la emoción del odio que a datos contrastados y fiables. No debemos extrañarnos: en el desierto virtual de esa baratija tendenciosa, que se ha venido a llamar 'posverdad', han reaparecido ideologías extremas que parecían sepultadas en 1945, entre las ruinas de Berlín, o años después, en 1989, cuando cayó el famoso muro que la dividía. En su último y lúcido ensayo titulado 'Agitación', Jorge Freire medita sobre la imposibilidad que denunció Blaise Pascal, cuatro siglos atrás, esto es, la imposibilidad de quedarnos quietos. Es menester que algunos lo intenten.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur La técnica del libelo