Llevo suspendiendo matemáticas desde octavo de EGB. Ese verano fue el primero que pasé yendo a una academia todas las mañanas para no repetir curso. ... Aprobé en septiembre y en el instituto elegí ciencias puras para estar en la clase con mi mejor amiga. Me tuve que esforzar mucho para la física y la química, pero con las matemáticas tuve que hacer trampa hasta el final. Lo de que era mi mejor amiga iba en serio y nos la jugamos con el cambiazo en cada examen.
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El pasado 8 de marzo lo pasé conduciendo y escuchando la radio. Se habló durante todo el día de las mujeres en la ciencia, de la falta de motivación debido a una variedad de factores, como la falta de modelos a seguir, estereotipos de género, sesgos inconscientes y barreras estructurales. Pienso en mi experiencia y, excepto la maravillosa profesora que tuve en el nocturno (trámite que tuve que hacer cuando ya quise hacer selectividad) con la que saqué dieces desde el principio. Con el resto de profesores fracasé porque no las hacían atractivas. Me hacían entrar a las clases con miedo. Miedo a la pizarra, miedo a los números, miedo a la asignatura. Sin embargo, esta mujer me las enseñó con otro color. Gracias a ella, le perdí la inseguridad y mi ineptitud con las matemáticas. A día de hoy puedo decir que mi trabajo es 50% letras, 50% números. Llevo las cuentas de mi casa, de mi trabajo y soy adicta a las tablas de Excel.
Escuchando la radio me daba la sensación de que esto que me pasó a mí no les va a pasar a las niñas que vienen. Me gusta pensar en el trabajo y el camino que se está haciendo para no desaprovechar talentos. Talentos como el de mujeres muy ancianas que son analfabetas y sin embargo administran muy bien el dinero de sus casas. Los números no tienen nada que ver con lo académico sino con la supervivencia. Son nuestras lanzas y nuestras flechas. Herramientas de la caza contemporánea. De la supervivencia más extrema. Me parece importantísimo que la docencia se trate desde la base con mucho amor, que se transmita eso y no el castigo. Me gusta pensar que ya tengo un mechón de canas en la frente y que esto me pasó a mí a finales de los 80s y los 90s. Que estoy cerca de la generación boomer y que esto ya no pasa. Que la docencia tiene que ayudarte a brillar, a buscar tu diamante. Y enseñarte a sumar sin tener que dar el cambiazo al final.
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