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Malaqa, ciudad del saber

Málaga fue, a lo largo de sus casi ocho siglos de su existencia andalusí, un potente centro propagador y difusor de cultura de primer nivel

VIRGILIO MARTÍNEZ ENAMORADO. DOCTOR EN HISTORIA MEDIEVAL Y PROFESOR DE LA UMA

Viernes, 15 de septiembre 2017, 07:51

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Se podría hacer un ejercicio de comparación que entendemos revelador. Colocar en una relación cronológica aquellos malagueños (o radicados en Málaga) que hayan dejado producción escrita de cualquier tipo entre la fecha de 1487 y 1972, año en el cual se creó nuestra moderna Universidad. Y confrontar esa lista con otra, la de aquellos otros intelectuales que, nacidos o establecidos en Malaqa, escribieron algún tipo de obra entre el siglo VIII y esa fecha de la conquista de la ciudad andalusí por los castellanos en 1487. La segunda labor, la elaboración de esa relación exhaustiva del saber andalusí, se ha completado y puede ser contemplada en la Exposición 'Malaqa, ciudad del saber' que se clausurará en el Museo del Patrimonio de la ciudad el próximo 24 de septiembre y que se verá acompañada, todos los viernes del mes, de un ciclo de conferencias ('Sabios y saberes en la Málaga islámica') con la participación de reputados especialistas que aportarán una visión más concreta sobre algunos de los aspectos de la exposición. Estamos persuadidos de que el cotejo entre un inventario y otro deparará para muchos malagueños una sorpresa, tal es el desconocimiento que se tiene sobre ese pasado. La Málaga andalusí, aquella floreciente ciudad portuaria que a partir del siglo XIII produjo una cerámica de celebridad internacional (la loza dorada), reúne una cantidad nada desdeñable que supera los 250 'sabios' (120 nacidos en la misma ciudad), gentes del saber o ulemas que se dedicaban, a veces reunidos en las mismas personas de conocimientos polifacéticos, a un amplio elenco de actividades que iban desde la farmacología y la botánica a la poesía, pasando por la historia, la geografía, la gramática o la filosofía.

Como malagueños, ese legado nos pertenece. Y el desconocimiento del mismo nos refuerza en la idea de la necesidad y obligación que algunos tenemos de gestionarlo desde el presente y darlo a conocer. Esa es la intención primordial de esta Exposición: divulgar entre la sociedad malagueña (y no únicamente) la evidencia de que Málaga fue, a lo largo de sus casi ocho siglos de su existencia andalusí, un potente centro propagador y difusor de cultura de primer nivel. Aquí nacieron o habitaron relevantes intelectuales, algunos de ellos referentes, todavía hoy, en el mundo musulmán. En letras de oro han de inscribirse nombres como los del eminente botánico Ibn al-Baytar o del filósofo hebreo Avicebrón (Ibn Gabirol), cuya estatua languidece frente a la Alcazaba sin que la mayor parte de nuestros conciudadanos sepan de la relevancia de este personaje en el mundo judío medieval. Y no fueron una excepción, una fugaz raya en el agua. Gran número de historiadores, poetas, literatos, sabios en general procedentes de Malaqa brillan con luz propia en la ciudad que les vio nacer o en otros confines de al-Andalus o del Mediterráneo musulmán. En ocasiones son sagas dedicadas a la cultura, como los Bunnahi, otras veces descollantes gramáticos como el gran humanista Ibn al-Shayj al-Balawi, todos ellos -y muchos otros que aparecen en esta exposición- dieron renombre a Malaqa. Además de esos malagueños que proporcionaron lustre y resplandor a nuestra ciudad, también forasteros, como el gran Ibn al-Jatib de Loja (autor de un 'Viaje a Málaga'), difundieron el nombre Malaqa por todo el mundo musulmán.

Málaga, además, fue la primera ciudad de al-Andalus en contar con una madrasa (escuela coránica, concepto que a veces se traduce por Universidad), anterior en más de una década a la que construyera el sultán nazarí Yusuf I en Granada. Un ilustre sufí malagueño de nombre al-Sahili al-Muammam levantó hacia 1336 aquella madrasa junto a la Mezquita Mayor (donde después se construirá la actual Catedral), primera sede del Ayuntamiento tras la conquista castellana.

Pero esta exposición cuya singladura finaliza en unos pocos días tiene otro mensaje, no tan local, no tan malagueño. En tiempos de indudable zozobra, cuando se difunde (por los propios actos de algunos musulmanes) una visión del Islam monolítica, de una religión de extrema rigurosidad, sin apenas matices, esta Exposición de malagueños ilustres viene a recordarnos algo que todos los que nos dedicamos a la cultura hemos de tener siempre presente: existió un mundo musulmán plagado de sabiduría que legó a la Humanidad un conocimiento universal sin el cual, afirmaba el importante arabista Juan Vernet, el Renacimiento europeo no hubiera sido posible. Frente a un Islam, el representado por los extremistas del presente movidos por prohibiciones y violencia, antipático y amenazador, 'Malaqa, ciudad del saber' evoca un mundo de interconexiones y de intercambio de cultura, una sociedad en la que la sabiduría era la más prestigiosa carta de presentación, el tesoro personal más preciado. Algunos (muchos tal vez, occidentales y musulmanes) pensarán o dirán que nada tenemos que aprender de aquellos ulemas malagueños y andalusíes. Se equivocan, por supuesto. Hemos de aprender, principalmente, que existe una alternativa sabia a esa recreación de Califatos imposibles e impostados. Habremos, por tanto, de dar la vuelta a los argumentos de esos musulmanes extremistas que pretenden retornar a un pasado, a sus ojos glorioso, para explicarles que aquel mundo califal que ellos pretenden recrear, más que de los señores de la guerra que lo habitaban y a quienes pretenden emular desde el presente, era sobre todo de los sabios que lo poblaban. Sabios como los malagueños que ahora les convocan desde la exposición.

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