
Libertad, igualdad, fraternidad
LA TRIBUNA ·
FRANCISCO J. CARRILLO
Martes, 16 de agosto 2022, 07:39
Secciones
Servicios
Destacamos
LA TRIBUNA ·
FRANCISCO J. CARRILLO
Martes, 16 de agosto 2022, 07:39
La Revolución Francesa (1789) selló con su divisa 'Liberté, Égalité et Fraternité' la mayoría de las Constituciones democráticas que se redactaron posteriormente, bajo el influjo ... de la división de poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) diseñada por Montesquieu. Fue la etapa más intensa del constitucionalismo. Se postulaba en las Cartas Magnas la primacía del ciudadano, de las personas en sociedad, libres contra la esclavitud, iguales ante la Ley, hermanados en la convivencia de la sociedad civil, con el misterioso impulso de la mítica Diosa Razón y del Gran Arquitecto del Universo que entró en los debates de aquellos revolucionarios liberales de la mano de la francmasonería que había nacido en algún cenáculo de Inglaterra. Operación contra el 'ancien régime' (la monarquía absoluta de Luis XVI), con anticlericalismo y barbarie representada en la sangre que corrió en la guillotina.
Se trató de la revolución de una burguesía naciente. El discurso revolucionario estaba impregnado de grandes dosis de filosofía judeocristiana como también lo estuvo el desiderátum y ritual de los masones y de los principales redactores de la Enciclopedia que habían optado por un positivismo y un naturalismo con la razón elevada al rango de dios planetario. Podría parecer sorprendente que sobreviviera a esa revolución, de forma reproductiva, la tradición aristotélica y judeocristiana y el derecho romano hasta nuestros días. Algo similar aconteció con la Revolución bolchevique (1917) que, en una apretada síntesis, fue una revolución contra el modelo burgués de la Revolución Francesa. Una revolución de inspiración marxista que el leninismo fijó como objetivo el asalto al poder del Imperio Ruso y la declaración del ateísmo militante contra la clerecía de las iglesias ortodoxas. Probablemente el economista y filósofo Karl Marx no podía prever que sus teorías llevasen al modus operandi de Lenin y de Stalin. Nunca podremos saberlo. Sí conocemos el funeral cristiano (2007) de Yeltsin tras haber rehabilitado a la iglesia ortodoxa en Rusia. Hoy se estima en torno a un 70% los creyentes rusos ortodoxos como Ave Fénix que resurge de uno de los sumideros más siniestros de la historia. También, la maquinaria totalitaria, antijudía y anticristiana de Hitler no logró impedir que en la Alemania actual aflorase las corrientes judeocristianas subyacentes, siendo el protestantismo una referencia para los alemanes.
En ese resurgir de la creencia de inspiración judeocristiana (el tratado de la Unión Europea evitó la referencia explícita), emergieron los principios que animan las creencias subterráneas en las sociedades (aparte las estructuras eclesiásticas) de la gran Europa desde el Atlántico a los Urales: libertad, igualdad y fraternidad. Suele decirse que se nace libre pero el nasciturus desconoce las condiciones del cómo, del cuándo y del dónde. Y también se dice que todos somos iguales ante la Ley.
El ser libres es tributario de las condiciones objetivas existentes en el momento de nacer: familiares, sociales, económicas y políticas. Inmediatamente tras el nacimiento se produce la desigualdad en unas condiciones de libertades graduadas y condicionadas por el entorno más próximo. Incluso, esa desigualdad, que va de la mano de la libertad real del momento, se genera en el seno materno por razones tan evidentes como la salud de la madre y familia próxima, de la higiene, de la alimentación prenatal, de la cultura y de las condiciones sanitarias del parto. No es lo mismo nacer en una clínica cinco estrellas que bajo una tienda de ayuda sanitaria de parteras o de misioneros voluntarios. Libre e iguales sigue siendo uno de los grandes objetivos del progreso de la humanidad. La teoría, que la sabemos, está en flagrante contradicción con la realidad de un mundo cada vez más competitivo, egoísta y movido por la codicia desabrida de sus actores. Un mundo raro.
Resulta incomprensible y hasta utópico para algunos aceptar la fraternidad como reguladora de la evolución de la humanidad. Referirse a la fraternidad sin el inseparable ingrediente de la solidaridad, conduce inevitablemente al conflicto social. En este punto, juega un importante papel la unidad de la especie humana a años luz de un horizonte razonable. Algunos, quizá muchos, siguen imaginando a los habitantes de Papúa Nueva Guinea como terribles animales caníbales o al moro traidor y acechante con un cuchillo en la boca. Haciendo un alto en el camino de las reflexiones, podríamos preguntarnos si la sangrienta guerra de Ucrania que se va digiriendo en la rutina del olvido como un 'reality show', es un gran negocio para los unos y un inmenso sufrimiento para los otros. (Abundan ejemplos como este).
Cena en Manhattan. Uno de los comensales, sin alterarse lo más mínimo, me respondía que para él la solidaridad no existe en economía (la real y la especulativa). Y añadió de forma contundente: si en los Estados Unidos hay cuarenta millones de pobres, que ellos se las arreglen como puedan. Si no pueden pagar una asistencia sanitaria, pues no la recibirán...
La libertad, la igualdad y la fraternidad solidaria siguen siendo la gran meta, para esquivar el mal en el mundo. Tiene sus fuentes nutricias en la filosofía judeocristiana y en una lectura, ordenada y globalizada, de los principios universales insertos en nuestra propia naturaleza, muy obnubilados hoy por el «dejad que el mundo marche por sí mismo». ¿Hay algún poder que pueda regular la fraternidad solidaria y la libertad entre iguales?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Conservas Nuevo Libe, Mejor Anchoa 2025
El Diario Montañés
Salvan a una mujer atragantada con un trozo de tostada en un bar de Laguna
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.