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UN DERECHAZO

Se mantienen los términos izquierda y derecha aunque se han vaciado de contenido

NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 12 de diciembre 2018, 00:03

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Según el diccionario un derechazo es un golpe dado con la mano derecha, también con el pié -aunque esto nunca lo había oído salvo quizá en el fútbol- siempre que sea fuerte y en tauromaquia, el pase de muleta dado con la mano derecha. No está prevista la expresión para la irrupción inesperada de una determinada corriente política que deja estupefacto al personal. Se ha asumido por algunos como una auténtica bofetada que les ha cambiado la expresión. Desde luego, la sonrisa que se prodigaba muchísimo durante la campaña mientras se besaba bebés y se abrazaba desconocidos ha desaparecido o más bien se ha trasladado a otras bocas que ahora se despliegan con más énfasis. Si bien, como dijo el poeta, Todo en ella encantaba, todo en ella atraía, su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar.... no entiendo por qué hay que exagerar tanto con este gesto exclusivo de los humanos. Cierto es que los chimpancés también tuercen la boca en una mueca que resulta similar pero los grandes estadistas no sonreían tanto en público. De la inmensa cantidad de fotografías que conservamos de Churchill, de Gaulle, de Adenauer, no se colige que hayan estado especialmente contentos mientras se descargaban de sus pesados deberes. La seriedad, sin caer en la categoría de tonto grave, es de agradecer. Tanta sonrisita en los tiempos que corren me resulta algo frívolo.

Como todo el mundo sabe, el algo curioso apelativo de derecha e izquierda en clave política es contemporánea del renacimiento de la democracia después de siglos de letargo. Se discutía en la asamblea constituyente allá por los albores de la revolución francesa qué facultades le confiábamos al rey antes de que decidiesen decapitarlo y mientras los que estaban a la derecha del presidente querían que mantuviese algunas, los del otro lado estaban en contra y lo querían arrinconar como figura decorativa, no tanto como ahora pero casi. Hoy los reyes son bastante más decorativos en todo el sentido de la palabra: decoran más y si se les ocurre manifestarse sube el pan. Todo ha evolucionado pero se han mantenido estos términos aunque se han vaciado casi de contenido. Antes que surgieran los hoy llamados extremismos o populismos, costaba distinguir entre una corriente y otra. Porque ya se han extinguido los liberales manchesterianos y muy pocos escriben odas a Stalin. Pero, curiosamente, mientras la izquierda sigue llamándose así y nadie se sonroja cuando se confiesa 'ser de izquierda' la derecha se ha bifurcado en dos grupos: el llamado 'centro-derecha' que mola y no avergüenza a nadie y el resto que se califica por los adversarios como 'extrema derecha'. Quizá por eso, se habla de 'las derechas'. Creo que ni tanto ni tan calvo.

El otro día, Pequeño Sebastián me interrogaba sobre el significado de una y otra tendencia y para explicarle en una jerga comprensible en la temprana adolescencia que está viviendo recurrí a la a veces inevitable pugna de los valores que persigue el derecho: el orden y la justicia. Es verdad que no tienen por qué oponerse necesariamente, que el ideal es que convivan de manera armoniosa pero, como ejercicio teórico, puede plantearte de cuál podríamos prescindir en un momento determinado. O lo mismo que interrogarse qué es preferible si una injusticia o un desorden. Hay que meditar para llegar a una conclusión y, por supuesto, depende del grado en que se manifieste una u otra calamidad. Vivir en un caos puede resultar imposible pero vivir en una sociedad donde no impere la justicia, incómodo, inseguro, peligroso, inaguantable. La justicia tiene mejor prensa y es uno de los valores superiores del ordenamiento jurídico, precedido solamente de la libertad. Así lo proclama el artículo primero de la Constitución (a la que aprovecho de felicitar por su reciente cumpleaños) que cita la hermosa expresión nueve veces, creo. Claro que otras tantas ocupa el término orden pero en acepciones muy diferentes. Y no es un valor superior.

No sé si los vecinos de las Albarizas se plantearon la disyuntiva para cambiar tan abruptamente el sentido de su voto. Quizá les preocupan otras cosas menos filosóficas.

Pequeño Sebastián entendió perfectamente. Es de izquierda.

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