UN DISGUSTO
Hay que reconocer, a mi modesto entender, que desde hace unos años no se escribe ninguna novela que valga realmente la pena
NIELSON SÁNCHEZ-STEWART
Miércoles, 25 de mayo 2016, 09:31
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NIELSON SÁNCHEZ-STEWART
Miércoles, 25 de mayo 2016, 09:31
UN hombre al que yo admiro por su cultura y sus conocimientos me declaró en una oportunidad que leía mucho pero que evitaba las novelas. Siempre que me recomiendan alguna, me acuerdo y me lo pienso antes de emprender su lectura. Porque hay que reconocer que desde hace algunos años, a mi modesto entender, no se escribe nada que valga realmente la pena. No digo que no haya cosas buenas pero me entra la duda si el tiempo invertido se justifica. Las encuentro demasiado largas, alargadas más bien. Y, según me afirman, no es casualidad. Es la maniobra de los editores para justificar los treinta euros plus para cualquier obrita. Definitivamente prefiero otros géneros, las biografías, aunque sean noveladas. Así conocí a Pilar Eyre, de la que he leído casi todo, creo, y lo he pasado estupendamente. Hace poco fue finalista en el Premio Planeta, galardón al que, confieso, no le he hecho mucho caso en los últimos veinte años. Su libro se llama Mi color preferido es verte, con t y me divertí de lo lindo a pesar de que el tema era algo escabroso. Quizá sería por eso. Pues la obra tenía una continuación: No me olvides en el que narra las aventuras y desventuras del segundo lugar en el concurso, posición que no le sentó nada bien, y las peripecias de la gira por España a la que quedan obligados los ganadores. Y su relación con el que se llevó el gato al agua. A pesar de que segundas partes -se dice- nunca fueron buenas, el de doña Pilar era una excepción. Por eso, porque me imaginaba que era mejor todavía, me dispuse a leer la campeona. Su autor es extranjero y, por lo tanto, no enchufado con los miembros del jurado que quedaban libres de toda sospecha. Un viaje a México, del que acabo de regresar, me hizo precipitarme a leer 'Milena o el fémur más bello del mundo' ya que estaba ambientado en el Distrito Federal y me resultaría más familiar el Paseo de la Reforma, el restaurante San Angelín y el Zócalo. Había leído la crítica y se sumaba al interés que me producía el que también aparecía Marbella.
Bueno, como dijo un presidente al que acusaron de indecente: hasta aquí podíamos llegar. No es mi propósito hacer una crítica del libro que tiene su calidad a pesar de su innecesaria extensión pero sí quejarme amargamente del tratamiento que le depara a mi pueblo. La historia es de lo más sórdida y gira en torno a una pobre mujer cuya hermosura la condena a la prostitución como, parece, a muchas desdichadas que vienen del este, engañadas por la promesa de una vida mejor en esta Unión Europea que es como un tren: los que están fuera quieren entrar y los que están dentro, quieren salir. Las descripciones del infortunio son de lo más escatológicas y reiterativas pero, a lo mejor, no está mal porque así se destaca este fenómeno que es una vergüenza inaceptable.
Pero por donde no paso es por la forma en que nos trata. Además de aparecer un lujurioso «Obispo de Estepona» (sic), cliente de la pobre protagonista, sigue con otras inexactitudes de campeonato. Sé que es ficción pero el que no sabe, se cree lo que está impreso. Nuestra ciudad se presenta como un auténtico burdel, con rameras de todas las categorías, con sus correspondientes e implacables proxenetas amparados por unas autoridades corrompidas y consentidoras que nadan en un mar de -adivinen ustedes- blanqueo de dinero al cual se dedica todo el mundo y especialmente los Abogados y economistas que ejercen por aquí. No podía faltar la referencia a la operación por la cual estuvimos en el candelero durante meses y que al final resultó ser un poco filfa.
El galardonado autor no se molestó en documentarse un poco sobre esta tierra donde debemos reconocer que no todos somos santos pero tampoco, bandidos. Me imagino, no estoy muy puesto, que a pesar de la razzia que en su día hizo un alcalde de cuyo nombre prefiero no acordarme, habrá meretrices entre nosotros pero no todas las mujeres -Dios nos libre- ejercen la profesión más antigua del mundo. También hay, lamentablemente, hampones, delincuentes, mafiosos y ralea variada como en todas partes pero no todos pertenecemos a estas especies.
Por falta de documentación y exceso de sensacionalismo, la novelita ha dejado a Marbella a caer de un burro para regocijo de la competencia y de los envidiosos. Y a mí me ha dado un disgusto.
Para otra vez, entérese señor Zepeda.
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