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LA TRIBUNA

La curva de Beveridge y la eficiencia del mercado de trabajo

La coexistencia de puestos de trabajo sin cubrir y de personas demandantes de ocupación ha de mover a la reflexión en una economía avanzada

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ CATEDRÁTICO DE HACIENDA PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

Domingo, 4 de enero 2015, 12:25

El nombre de Beveridge está asociado a la construcción del modelo europeo de Estado del bienestar. Además de por su defensa de un sistema de protección social «desde la cuna a la tumba», William H. (Lord) Beveridge se distinguió por realizar, a comienzos del siglo veinte, diversos estudios estadísticos acerca del desempleo y los obstáculos para el adecuado funcionamiento del mercado de trabajo. La curva que lleva su apellido es de gran utilidad para analizar el grado de ajuste entre la oferta de puestos de trabajo de los empleadores y la demanda de quienes participan en la población activa y carecen de un empleo.

Concretamente, dicha curva traza la relación entre las vacantes (eje vertical) y el desempleo (eje horizontal). En buena lógica, cabe esperar que dicha relación sea negativa: cuanto mayor sea la tasa de paro, menor será el número de puestos que queden sin cubrir; cuanto menos desempleo exista, más dificultad habrá para reclutar a empleados en los nuevos puestos. En tanto subsista un nivel de paro significativo, la existencia de vacantes será un indicio de que hay algunas fricciones coyunturales o, lo que es más problemático, barreras estructurales que impiden a las personas desempleadas acceder a las vacantes.

Naturalmente, pueden ser diversas las razones explicativas del desajuste mencionado, tales como el acaecimiento de transformaciones económicas sectoriales, geográficas o tecnológicas, pero, en términos agregados, dicha situación, de prevalecer en el tiempo, vendría a reflejar un funcionamiento ineficiente del mercado de trabajo y/o la necesidad de adaptación de los perfiles profesionales de los demandantes de empleo. No obstante, tampoco pueden pasar desapercibidas la calidad y las características de las nuevas ocupaciones disponibles.

El análisis de la curva de Beveridge en los países europeos a lo largo de los últimos años, en el contexto de la crisis económica y financiera internacional, revela signos de creciente desajuste en los mercados de trabajo. Se observa un desplazamiento de la curva hacia fuera, lo que viene a significar que, a pesar de los fuertes incrementos en las filas del desempleo, las tasas de vacantes permanecen en niveles considerables.

Diversos estudios comparativos destacan a España como uno de los países donde con mayor intensidad se manifiesta ese empeoramiento. Una investigación del Fondo Monetario Internacional (Hobijn y Sahin, 2012) concluye que la eficiencia del ajuste del mercado de trabajo español era en el año 2010 un 51% más baja que antes de la crisis. A su vez, el Banco Central Europeo (BCE), en su Boletín Mensual de octubre de 2014, nos recuerda cómo Alemania y España comenzaron la crisis con tasas de desempleo en torno al 8%. Mientras que en aquel país la referida tasa ha disminuido hasta el 5%, en el nuestro se ha triplicado.

Un factor obvio para explicar los movimientos observados en las curvas de Beveridge es una posible mayor discrepancia entre las habilidades profesionales de los integrantes de la población activa y los requerimientos de los empleadores. El BCE confirma dicho deterioro en el conjunto de la zona euro, si bien es mayor a escala regional que nacional, lo que invita a potenciar una mayor movilidad laboral interregional. En algunos países como España, las grandes pérdidas de empleo en el sector de la construcción han originado una disminución de la eficiencia del ajuste en el mercado laboral. Igualmente cabe apuntar la fuerte incidencia del desempleo entre personas con contrato temporal. Adicionalmente, la duración y el importe de las prestaciones por desempleo es otro de los factores que puede condicionar la dinámica de la curva de Beveridge.

La observación de la relación entre vacantes y desempleo tiene un interés intrínseco, pero mucho más en un país como el nuestro, singularizado por unas cifras de desempleo tan exorbitantes. La coexistencia de puestos de trabajo sin cubrir y de personas demandantes de ocupación ha de mover a la reflexión en una economía avanzada en la que desde hace años se viene haciendo un gran despliegue de acciones formativas, además de vislumbrarse los derroteros de las empresas capaces de generar un empleo estable. El vertiginoso incremento del número de parados desde 2007 (y, dentro de éstos, de quienes buscan empleo por primera vez, unas 580.000 personas en septiembre de 2014) no ha impedido mantener unas apreciables cifras de vacantes, que, en el tercer trimestre de 2014, ascienden a unas 80.000.

Hacer frente a un problema descomunal como lo es el paro en España requiere, indudablemente, una amplia batería de medidas. El impacto cuantitativo global es, desde luego, prioritario cuando se han alcanzado cotas tan elevadas y existe un colectivo tan numeroso de parados de larga duración. No lo es menos la vertiente asistencial para paliar la difícil coyuntura de familias que padecen una merma de sus recursos económicos. Sin embargo, lo anterior no debe ser impedimento para descender a un escrutinio desagregado de los flujos potenciales y efectivos en el seno del mercado de trabajo. Particularmente preocupante es el ascenso del desempleo estructural, que afecta a grupos que no tienen posibilidades de acceder a las vacantes que surgen.

Con sus aportaciones del año 1908, Beveridge ayudó a desechar la creencia de que existe un equilibrio económico al que se llega de forma natural. Para lograr un funcionamiento del mercado laboral asumible socialmente es imprescindible la actuación del sector público, que tiene ante sí el reto de establecer un marco regulatorio que permita compaginar unas condiciones laborales dignas con la maximización de las oportunidades de empleo. La historia económica evidencia que sin un mercado de trabajo eficiente y eficaz difícilmente puede disfrutarse de un Estado del bienestar sostenible.

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