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José Luis Rodríguez Zapatero y Jesús Eguiguren, protagonistas de la paz, se encuentran en Madrid. LOBO ALTUNA
Zapatero y Eguiguren, protagonistas de la negociación con ETA

Zapatero y Eguiguren, protagonistas de la negociación con ETA

Ambos políticos reflexionan sobre los diez años del final del terrorismo, y reivindican el diálogo, la convivencia y la grandeza de la democracia española para superar el problema histórico de ETA, sin pagar un precio político

alberto surio

Domingo, 17 de octubre 2021

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José Luis Rodríguez Zapatero y Jesús Eguiguren -expresidente del Partido Socialista de Euskadi entre 2002 y 2014- hablan a fondo por primera vez de lo que supuso hace diez años el fin de ETA. En un encuentro organizado por este diario en la terraza del Hotel Room Mate Óscar de Madrid, el expresidente del Gobierno español y Eguiguren reivindican los «riesgos» que se corrieron para que «la inteligencia de la política» y la «grandeza de la democracia española» permitieran superar el problema del terrorismo «sin pagar ningún precio político».

Un modelo a seguir que «solo fue posible por el coraje que demostró Jesús Eguiguren», recalca Zapatero, que inicia la conversación: «Lo primero que se me viene a la cabeza son dos ideas. Una, que si Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegi no hubieran empezado a reunirse en un caserío es muy probable que lo que sucedió el 20 de octubre de 2011 a las siete de la tarde, el día que más recuerdo de todo mi período político, no hubiera ocurrido todavía. Y nadie puede saber si hoy aún continuaríamos con el drama histórico de la violencia. El diálogo entre Jesús y Arnaldo fue el principio de todo, el principio del fin. La segunda idea es que Jesús y yo hemos justificado toda nuestra vida política con este final».

-¿Cómo recuerda el comienzo?

(Zapatero) -Jesús perseveró, empezó casi solo. Las primeras veces que me lo comentó a mí, cuando yo ya estaba de presidente del Gobierno, le animé a que siguiera. Los dos teníamos fe, quizá porque lo deseábamos por encima de cualquier otra cosa en nuestra vida: el fin de la violencia. También es muy importante decir que son diez años en los que no ha habido ninguna acción violenta. El fin ha sido el fin, definitivo, inequívoco. No solo se ha consolidado el final de la violencia, sino que es absolutamente inimaginable que pudiera haber un rebrote o una nueva locura como fue el terrorismo. Si hace diez años se derrotó moral y políticamente a la violencia, hoy es absolutamente irrepetible y condenable en todos los sectores.

(Eguiguren) -Lo que ha dicho el presidente de lo poquito que hicimos Arnaldo y yo no hubiera dado frutos sin un presidente del Gobierno que arriesgó su presidencia. No olvidemos que hubo una oposición terrible en aquel momento y que Euskadi ha sido un infierno durante años y años. El terrorismo ha sido el principal problema de España durante mucho tiempo, y ese problema lo acabó Zapatero.

-Señor Eguiguren, ¿temió en algún momento por su vida?

(Eguiguren) -No temí por mi vida en ningún momento. Tampoco me importaba, porque estaba convencido de que el terrorismo lo teníamos ya en la fase final. Quizá tuve temor cuando se rompió el proceso y los meses posteriores, pero mientras estuve sentado frente a ETA nunca. Creo que estaba mucho más seguro en Ginebra y en Oslo que en San Sebastián.

(Zapatero) -Estábamos muy preocupados y, por supuesto, muy pendientes. Quizás más de lo que él y las personas que le acompañaron saben. Diez años después, nos debemos un reconocimiento de dignidad por haber sufrido tanto dolor pero de manera contenida, porque no se desbordó. La memoria de las víctimas es esencial. Nos queda recordar con serenidad, reconocer a todos los que lucharon desde la honestidad por acabar con esta pesadilla y hacer un gran elogio al diálogo y a la convivencia, a la razón, a la capacidad de que la palabra, a la actitud.

Los facilitadores

-¿Qué lección saca, presidente?

(Zapatero) -Que el sentido de la política puede incluso con las pistolas y las bombas. Ésa es la gran lección. Seguramente, si esta lección se hubiera puesto en práctica en la historia, nos hubiéramos ahorrado mucha violencia, que es lo que en mi paso por la política activa más me ha llegado a angustiar.

(Eguiguren) -Los facilitadores internacionales siempre me preguntaban: «¿No te dan miedo los de ETA? ¿Cómo es que hablas con ellos en los pasillos?». Yo les conté una anécdota que seguro que no entendieron: una vez en Navarra había una procesión y el cura llevaba al santo. Había un navarro que miraba para arriba y para abajo, a todas partes... El cura le llamó la atención y le dijo que era una falta de respeto al santo. Entonces, el hombre le respondió: «Pero si yo a ese le conozco desde que era ciruelo». Se lo soltó porque, por lo visto, las figuras de los santos se construían con madera de ciruelo. Pues a mí con los terroristas me pasaba casi lo mismo: sabía lo que eran, los conocía.

(Zapatero) -Jesús ha invocado a los facilitadores. Yo deseo expresar un reconocimiento infinito de gratitud a esas personas. Más que facilitadores, fueron pacificadores, personas extraordinariamente decisivas en la fase final para que ETA abandonara la violencia.

Ambos políticos se abrazan en su encuentro.
Ambos políticos se abrazan en su encuentro. LOBO ALTUNA

-Recalcan que ha sido un proceso rápido, sin concesiones políticas, incluso mejor que el de Irlanda del Norte.

(Zapatero) -A veces alguno siente fatiga por recordar algún argumento. Pero, objetivamente y con toda la prudencia y humildad, podemos decir que el fin de la violencia ha sido, a diferencia de la mayoría de los movimientos terroristas, muy claro, muy directo, sin concesiones políticas, sin concesiones en materia de presos. Fue inequívoco, incondicional, indubitado...

(Eguiguren) -Rubalcaba decía que había sido el mejor final imaginable.

(Zapatero) -Alfredo vivió todo esto con una intensidad enorme. Con su destreza, con su inteligencia, fue decisivo y fundamental.

(Eguiguren) -Tanto se preocupaba de mí que me decía: «No salgas mucho por Madrid». Yo la interlocución la tenía con él, luego el presidente tomaba sus decisiones. Zapatero era como Dios, que estaba por ahí, y Rubalcaba era el profeta...

(Zapatero) -Esto responde, como es natural, a salvaguardar el proceso de toma de decisiones. Habitualmente, Alfredo me informaba al minuto, sobre todo cuando estábamos en los momentos intensos de negociación y diálogo. Pero yo tenía una gran confianza en su destreza para operar y siempre me marqué una dirección: había que arriesgar, mantener el diálogo en las peores circunstancias con las vías que tuvieran más garantía de discreción. Esa es la gran convicción que tuve, aunque algunos días atravesamos grandes dificultades. Recuerdo una noche en la que Alfredo me informó de que en la negociación había un plante por parte de los representantes de ETA, que amenazaban con operar con bombas que en principio podrían tener puestas en varios sitios de España y que el presunto 'número uno' exigía hablar conmigo por teléfono. Eran las tres de la madrugada.

(Eguiguren) -Así es, Thierry (Francisco López Peña, jefe militar de ETA) me dijo: «Ponme con el presidente».

(Zapatero) -Fue uno de los momentos más difíciles. Alfredo me trasladó, como es normal, la situación. Coincidimos en que era absolutamente inviable que yo atendiera esa llamada y recuerdo muy bien la última frase de la conversación telefónica a esas horas de la madrugada. «Déjamelo, lo voy a gestionar», me contestó Rubalcaba. Y en efecto, en la siguiente conversación telefónica que tuve con él, a las diez de la mañana, ya todo estaba calmado.

(Eguiguren) -Recuerdo algunas conversaciones con Thierry. Un día le dije: «¿Pero no te das cuenta de que, si no aprovechas esta ocasión, ETA va a acabar mal y tú vas a morir en la cárcel?». Entonces me respondió: «Ya te has puesto muchas corbatas negras, puedes ir comprando otras».

(Zapatero) -Es verdad que en el proceso, al menos desde mi perspectiva sobre la información exhaustiva que tenía, con notas e informes, hay un momento de gran inquietud con la irrupción de López Peña, Thierry, y sus primeros pronunciamientos y movimientos en la mesa. Eran muy preocupantes. Pero nunca hasta el conocimiento de que podía haber un riesgo de un atentado, como el de la T-4 en Barajas.

La sinceridad pendiente

-¿Y usted, presidente, confiaba en Eguiguren?

(Zapatero) -Yo siempre confío en las personas inteligentes y de buena fe. Lo que había hablado con Eguiguren y con muchos compañeros es que esto había que acabarlo... He tenido la oportunidad 'a posteriori' de escuchar a algunos miembros de Batasuna decir, a modo de reflexión interna, que el final de la violencia de ETA debería haber llegado diez o quince años antes. Algún día tendremos más sinceridad por parte de ese mundo. El fin llega después del atentado de la T-4: las caras de los dirigentes abertzales o de Batasuna de que esto ya no puede ser... Mucha gente proviniendo del mundo de la violencia se puso más cerca de las tesis del Gobierno. Aceleró el final completamente.

(Eguiguren) -Yo el día de la T-4 a las ocho de la mañana estaba en el caserío Txillarre con Arnaldo, y me dijo: «Hemos perdido la primera parte del partido, pero haremos la segunda».

-Usted, presidente, señaló que el proceso iba bien en la víspera del atentado de la T-4. ¿Cómo le marcó aquel error?

(Zapatero) -Lo expresé en la tribuna del Parlamento, uno de los momentos más contundentes en los que un presidente del Gobierno pedía perdón por un error de apreciación. Pero debo decir que eso no me condicionó para seguir empeñado en el fin de la violencia, ni me desmoralizó. Además, las circunstancias en las que se produjo el atentado, que algún día se conocerán, ratificaban una intuición sobre el tipo que en ese momento estaba dirigiendo aquello.

(Eguiguren) -Yo le dije a Thierry: «¿Después de la T-4, cómo quieres que sigamos negociando?» Y me respondió: «Es que yo a los muchachos les dije que me pusieran un par de mochilas, pero me han cargado la furgoneta».

(Zapatero) -Por el lenguaje que utilizaba, era increíble su banalización del mal. Lo encarnaba.

-El final se estaba gestando ya...

(Eguiguren) -Me di cuenta de que algo había empezado a cambiar cuando mis compañeros de instituto me empezaron a saludar después de tantos años que nos habríamos visto mil veces, pero no nos habíamos ni hablado ni saludado. Yo me decía, 'algo está cambiando'. Era un momento bastante previo al proceso.

(Zapatero) -A quienes han estado durante años en ese delirio fanático, matando, tomar la decisión de dejar de asesinar, y explicarse a sí mismos qué han hecho, exige un tránsito moral e intelectual que no nos podemos imaginar. Podemos decir, Jesús, que la democracia, que es paciente, resistió con dignidad el terror y la violencia. Simplemente logró, y para mí es donde reside la grandeza, que los valores morales y éticos se impusieran. Queda una pregunta que es casi del terreno de la psicología y de la antropología. ¿Cuánto hubo en la decisión del fin de la violencia de reflexión estrictamente utilitaria o de arrepentimiento moral? No lo sabremos quizá en mucho tiempo, pero quiero pensar que hubo algo también de arrepentimiento moral no explícito. A los que apoyaron la violencia les podemos y les debemos exigir, y personalmente lo hago, que den un paso más en el reconocimiento del dolor causado.

(Eguiguren) -Yo intuyo que en algunos de ellos observé arrepentimiento. Y añadiría otro factor que aprendí allí: un terrorista se siente un hombre con muchísimo poder. Es dejar de matar y dejar de tener poder. Veía a los jefes de ETA como gente con mucho poder, y lo era. Parte de las discusiones era para demostrarles que no tenían ningún poder contra el Estado.

-¿Tienen ustedes la sensación de haber legitimado a Otegi como un hombre de paz?

(Zapatero) -La verdad histórica no debe de ofender a nadie. Uno puede tener la opinión que tenga de Otegi, pero Jesús y yo nunca podremos dejar de reconocer la verdad. Él se sentó con Jesús y en Batasuna, Bildu, Sortu o como queramos llamarlo, apostó por el fin de la violencia. Es así, y a Jesús y a mí nos consta que él, con algunos otros, estableció el pulso ante lo que era la organización militar de ETA. Esto es así, lo habrá hecho por las razones que sean. Un país, una democracia madura, no debe tener miedo a la verdad. Esta es la verdad de Arnaldo Otegi. ¿Qué necesidad tendría yo de decirlo si esto me cuesta críticas? La democracia honró su promesa. Si finalizaba la violencia, ese mundo participaría en la vida política como cualquier otro partido. Por cierto, un dato que se oscurece: otro de los grandes activos del fin de la violencia es que solo hay un 14% de apoyo a la independencia.

-Y eso que en ese proceso emergió el debate del 'plan Ibarretxe'...

(Zapatero) -Estábamos iniciando el diálogo discreto con ETA e irrumpió Ibarretxe con su proyecto. Afortunadamente, aquello quedó como quedó, y el PNV transitó una senda con Josu Jon Imaz que ayudó a que llegara el final.

(Eguiguren) -Yo tengo muchos datos por los que podría resaltar el papel que tuvo Otegi que no los he dicho nunca, porque teníamos nuestras confidencias. Y sabía sus planes. A Otegi se le ha querido reconocer por su historial, pero las cosas en la vida son como son y fue un hombre fundamental.

(Zapatero) -Absolutamente.

Con traje y corbata

-¿Qué papel tuvo realmente al final?

(Eguiguren) -Una anécdota sobre la última reunión. Yo vi allá (en Ginebra) que Arnaldo Otegi era diferente hablando conmigo. Tenía al lado a los jefes de ETA y quería respetarlos. Arnaldo y Rufi Etxeberria fueron con traje y corbata a esas reuniones. Nunca les había visto ir así. Llegaron en tren y me confesaron: «Hemos estado todo el camino diciendo que no se nos va a presentar otra ocasión, hay que cambiar de estrategia».

(Zapatero) -Como es natural en un proceso de estas características, hay cosas que no se conocen y no se conocerán nunca. Por sentido de la responsabilidad. No puedo dejar de reconocer a todos los que de una y otra manera, anónimamente, estuvieron contribuyendo. Todo el proceso explícito hasta que se rompió con el atentado de la T-4 y luego el diálogo triangular que se mantuvo de vía indirecta con los facilitadores... Ellos saben, algunas personas del entorno de Alfredo Pérez Rubalcaba, en las embajadas... Teníamos que trabajar en un pasillo político y jurídico estrechísimo. Eso nos obligó a arriesgar.

(Eguiguren) -No soy de los que creen que el diálogo lo arregla todo si no hay fuerza detrás. Pero como allí el diálogo fue bastante sincero, me di cuenta de que ETA tenía una percepción de Zapatero distinta de lo que eran los presidentes del Gobierno españoles. Hasta Josu Ternera decía: «No pongas eso, que es muy duro para que lo diga Zapatero».

(Zapatero) -La historia es muy azarosa. Yo tenía los informes de los servicios de información. Hay un hecho que les impactó: la retirada de las tropas de Irak.

(Eguiguren) -Yo he leído las actas de ETA, no diré cómo me han llegado, y en un momento dado, cuando Zapatero hizo la declaración de que íbamos a negociar con ETA, apuntaban: «Zapatero ha estado bien, pero nos ha metido cuatro puyas». Decían: «Ha hablado de Euskadi y eso quiere decir que quiere descartar Navarra. Ha hablado de la Constitución y ha alabado a las fuerzas de seguridad».

(Zapatero) -La declaración que hice en el Parlamento para dialogar con ETA estaba medida para que la dijera de memoria. La había aprendido palabra por palabra porque no quería leerla.

El valor del olvido

-¿No les decepciona que después de diez años Otegi aún no haya verbalizado que matar estuvo mal y fue injusto?

(Eguiguren) -Es la tarea que tiene pendiente Arnaldo Otegi para que realmente le consideremos como lo que fue. Mientras no diga que ETA estuvo mal, es como si estuviera aceptando lo que pasó. Yo creo que lo va a hacer, siempre que hablo con él se lo comento. Le digo: «Te falta esto». Me responde: «¿Pero tan importante es eso?». «Sí», le respondo, «es importantísimo; ponte en la piel de una víctima».

(Zapatero) -Falta ese peldaño importante. Yo también espero que se produzca. Es mi confianza en la fuerza de la democracia, de las palabras y del diálogo, y espero que no tarde mucho. La democracia ha sabido ser generosa, pero lo esperamos.

-¿Confían en que la memoria gane la batalla del relato?

(Zapatero) -Observo a la sociedad vasca. He ido pocas veces en los últimos diez años, pero pienso: dejemos a esa sociedad que administre con inteligencia qué dosis de memoria y olvido son necesarias, porque quizá hay cosas en la historia que hay que olvidar.

(Eguiguren) -Yo pensaba que iba a ser una década sin mirar hacia atrás. Pero es mentira, y llevamos diez años mirando el pasado. Cuesta creer lo que padecimos. En esto de la memoria soy más optimista que el presidente. Hoy en día hay un fenómeno nuevo en el cine, en la literatura, en los documentales. No hay forma de ocultar lo que ha pasado. Ahí están 'Patria' o 'Maixabel'... Pensaba que tardaría más la memoria, pero se está recuperando muy rápido.

(Zapatero) -Hay una memoria obligada, incuestionable y necesaria, que es la de las víctimas, y ese afecto ha de ser para siempre. Al igual que el ser humano procesa selectivamente la memoria y los hechos, la sociedad procesa qué hechos conviene mantener más en el olvido o más en la memoria. Lo importante es la memoria de las convicciones éticas, de democracia, de paz, de diálogo. La democracia es generosidad y el dolor puede ser inmenso y la injusticia atroz, pero hay una lección: la historia de la civilización es la de los que son capaces de hablar cuando se mataban, y abrazarse cuando se odiaban. Si el fin de la barbarie de ETA tiene un nombre propio, uno solo, es el de Jesús Eguiguren.

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