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¿Quién mató a Javier Ardines? El misterio que azota a Llanes

¿Quién mató a Javier Ardines? El misterio que azota a Llanes

Seis semanas después del asesinato del concejal, el municipio clama justicia sin disimular su miedo. El crimen ha dejado al descubierto las corruptelas, intrigas y odios que se agazapan bajo el cascarón de un pueblo idílico

irma cuesta

Sábado, 13 de octubre 2018, 01:07

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Desde hace ya más de seis semanas, Llanes despierta cada mañana esperando noticias que le ayuden a comprender lo que ha sucedido. Para la mayoría, la sospecha de que un asesino anda suelto complica mucho las cosas a la hora de conciliar el sueño y hace imposible iniciar el duelo que debe ayudar a superar cualquier pérdida. Han pasado casi dos meses desde que Javier Ardines encontró la muerte en un recodo del camino que le llevaba al puerto. Cincuenta días en los que los investigadores no han dejado de buscar pistas, interrogar a los vecinos, cruzar datos telefónicos y analizar los restos de ADN que encontraron bajo las uñas del concejal asesinado, cuyo trágico destino ha dejado al descubierto un municipio sumido en intrigas, odio y corrupción. Bajo la pátina del pueblo marinero, rural, urbano, católico, guasón e indignado del que hablaba el poeta Celso Amieva, una carga de viejas disputas se encarga de enturbiarlo todo.

El coche de Ardines, que había entrado en el equipo de gobierno local en 2015 tras un acuerdo de legislatura inaudito en el que IU, Foro Asturias, Partido Popular y VecinosxLlanes unieron fuerzas para acabar con 28 años de mandato socialista, aún seguía en marcha cuando encontraron su cuerpo. Aquella mañana del 16 de agosto, pasadas las ocho, un vecino de Pría, la parroquia situada a unos 20 kilómetros de Llanes en la que vivía el concejal de Izquierda Unida con su familia, salió a dar un paseo con su perro cuando se encontró el cadáver. Poco después, el operativo estaba en marcha y el médico, un amigo de Ardines, certificaba su muerte.

A estas alturas ya todo el mundo sabe que alguien colocó unas vallas en el camino por el que debía pasar; que, obligado a retirarlas para seguir adelante, el edil bajó del coche sin sospechar que segundos después encontraría la muerte, y que sus agresores, que primero le golpearon con saña, terminaron asfixiándole para asegurarse de que lo que dejaban tirado sobre el camino era un cuerpo sin vida. También saben que los responsables de semejante atrocidad debieron de ser dos, incluso tres, porque a aquel marinero fornido, de 52 años y 1,80 de estatura, no podía doblegarlo cualquiera.

Lo que nadie sospechó entonces es que el asesinato de Javier Ardines descubriría en este pueblo idílico, al que cada verano acuden miles de turistas buscando perderse en sus playas paradisiacas y sus praderas sombrías, un huracán de corruptelas digno de encabezar la larga lista de escándalos patrios.

«Esto es un infierno»

A eso de las once, junto al Ayuntamiento, en una de esas sidrerías que abundan en toda aldea asturiana que se precie, un vecino pide su café y pregunta al hombre que está detrás de la barra: «¿Se sabe algo?» «Nada. A ver si hay suerte y la cosa se resuelve pronto. Esto es un infierno», contesta el camarero.

De una u otra forma, la misma conversación se repite a cada paso. «Esto no puede quedar enquistado, porque mañana uno va a decir que fuiste tú. Por el bien de los vecinos de Llanes, tiene que resolverse», dice Miguel, un joven veinteañero al que encontramos camino del Ayuntamiento.

Allí, en la antesala de la Alcaldía, una señora espera paciente a que le solucionen un problema que le trae de cabeza hace meses. La vida sigue adelante, los funcionarios entran y salen de los despachos, y Enrique Riestra, alcalde y compañero de batallas del concejal asesinado, atiende la agenda del día. «Lo único que quiero, como amigo de Javi, es que quien lo haya hecho lo pague», afirma, antes de advertir de que no piensa decir mucho más sobre el tema, más allá de alabar la labor «de un trabajador brillante y magnífico compañero que ponía el interés de todos por encima de cualquier otra cosa».

«La sociedad de Llanes necesita saber pronto qué pasó y por qué le mataron»

En lo que no tiene problemas es en hablar de la realidad política del municipio que preside tras encabezar la candidatura de VecinosxLlanes. Un lugar en el que, asegura, durante 28 años se ha ido tejiendo una soez red clientelar con el apoyo de los gobiernos del Principado. «La pregunta es: ¿qué tuvo que pasar para que nos juntáramos?», dice refiriéndose a ese peculiar cóctel de partidos que hoy gobierna el municipio de las 30 playas.

Riestra, un hombre joven y entusiasta que aparcó la abogacía para coger las riendas del municipio, dice no sentir miedo. Sólo la preocupación que alimenta no saber qué fue realmente lo que pasó, y la pena que provoca haber perdido un amigo. Lleva semanas hablando con el ejército de periodistas que estos días se pasean por la villa entre los pocos turistas que aún se resisten a decir adiós al verano y repitiendo lo mismo. «Nuestro principal problema es la corrupción funcionarial. El desquiciamiento aquí dentro es general. Hay decenas de trabajadores municipales puestos a dedo por el PSOE, gente que lleva tres décadas sin ver peligrar su puesto y Javier, igual que el resto del equipo actual de Gobierno, estaba decidido a acabar con ello».

El alcalde invita a imaginar el mal ambiente que semejante decisión pudo provocar en un lugar en el que, con 3.500 votos, tienes mayoría absoluta. «Solo hay que echar cuentas.En el Ayuntamiento trabajan algo menos de 150 y muchos de ellos están aquí gracias al PSOE. Esa gente tiene padres, hermanos, amigos, maridos... En este pueblo casi todos votan con el estómago y ahora tienen miedo de que les quiten la comida».

Mientras habla de mafia organizada, de un clima irrespirable y de un ambiente de guerra de guerrillas, insiste en que, pese a todo, no tiene ningún interés en mezclar todo ese turbio asunto con la muerte de su amigo. Un discurso que no parece convencer a Alfonso Miyares, el concejal no adscrito que abandonó el equipo de gobierno y la senda marcada por VecinosxLlanes porque entendía que el pacto de gobernabilidad sobre el que se construyó la alianza no se cumplía. «La situación es complicada, la psicosis es evidente y la necesidad de saber lo que ha ocurrido también, pero no puedo estar de acuerdo con el alcalde, que, en mi opinión, está utilizando todo esto para captar votos», afirma el edil, mientras reconoce que fue muy crítico con las políticas promovidas por Ardines. «Aunque a nivel personal no tenía con él ningún problema, la realidad es que era un hombre de carácter fuerte, y en ocasiones prepotente, que tenía mucho poder», confiesa sin disimular que no ha terminado la frase y ya lamenta lo que ha dicho. «No es fácil para mí criticar al equipo de gobierno teniendo en cuenta la situación».

«Era muy reservado»

Muy cerca del Ayuntamiento, una calle muy animada sembrada de mesones baja hasta el puerto, donde permanece amarrado el 'Bramadoria', el barco con el que cada mañana Ardines se ganaba la vida. Desde que lo mataron, no ha vuelto a salir. En La Casa del Mar, una marisquería levantada a escasos metros de donde se mece abarloado al muelle, el chaval que atiende las mesas cuenta que están buscando un nuevo patrón; que los marineros que solían acompañar al concejal no tienen título, y que no les va a quedar otra que esperar. También dice que Ardines solía ir allí a desayunar. «Era un hombre un poco raro y muy reservado», añade sin dejar de atender a los clientes que no dejan de llegar.

Hace unos días comenzó a correrse la voz de que la Guardia Civil baraja la posibilidad de que se trate de un crimen pasional, pero de eso nadie quiere hablar. «Fue lo primero en que pensaron muchos cuando supieron lo que había ocurrido. Pero también es verdad que es la primera cosa que se te pasa por la cabeza cuando oyes hablar de algo así, y hay quien dice que tenía fama de mujeriego», confiesa una mujer en una de esas tiendas situadas cerca del puerto en las que el turista puede encontrar de todo. La realidad es que en estas semanas, azuzados por la falta de noticias, se ha hablado mucho. Hay quienes, incluso, no han tenido inconveniente en vincular lo ocurrido con las drogas, por más que la mayoría lo considere una locura.

El problema, explica otro vecino al que es imposible arrancarle el nombre, es que se sabe que la Guardia Civil no descarta nada. Eso, y que la lista de sospechosos se hizo casi interminable cuando, abierta la caja de los truenos, quedó al descubierto un pueblo partido en dos en el que la fortuna de una mitad parece ir de la mano de la desgracia del resto.

A María José Rodríguez 'Coté', exconcejal de Llanes por el CDS durante doce años, aún le cuesta hablar de Ardines en pasado. Describe a un hombre de firmes convicciones, dispuesto a trabajar por el bien común y absolutamente determinado a poner orden. «La sociedad necesita saber qué pasó y por qué», afirma. Ella quita importancia a la lluvia de amenazas que se han producido en los últimos días y que han llevado a que la alcaldesa y uno de los ediles del concejo asturiano de Riosa, en el interior del Principado, caminen hoy por las calles del pueblo con las espaldas bien protegidas por agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. «Lo que le ha sucedido a tu amigo en Llanes no es nada con lo que te va a pasar a ti», le escribieron en el garaje a la mandataria municipal.

«La gente está nerviosa»

Hace falta muy poca imaginación para hacerse a la idea del clima de psicosis que impera en muchas aldeas asturianas. «Es normal que, con lo que ha ocurrido, la gente esté nerviosa. Pero la realidad es que ese tipo de prácticas son aquí relativamente habituales. Cuando yo era concejala me acostumbré a recibir amenazas y a que me dijeran de todo. Una noche, después de un pleno complicado, reventaron los escaparates de mi comercio. Suena horrible, pero estas cosas aquí ocurren», cuenta 'Coté'. En su opinión, detrás de esa guerra municipal está el hecho de que Llanes sea un caramelo; una suerte de Marbella del norte. «Aquí, durante los años del 'boom' urbanístico, una finca que costaba 10.000 podía pasar a valer 50 millones. La codicia se desató hasta límites difíciles de imaginar. Si a eso le añades que el último reglamento urbanístico data de 1986, y que fue invalidado por un defecto de forma, es fácil imaginar las barbaridades que han llegado a hacerse en beneficio de unos cuantos y hasta dónde llegó el hartazgo para que pudiera cerrarse un pacto como el que hoy sostiene al Gobierno local».

Aquí casi todo el mundo vota con el estómago y no quieren que les quiten la comida»

Mientras habla, varios vecinos la saludan y alguno de ellos le pregunta si sabe algo. Ella mueve los hombros y contesta que no, que habrá que esperar. La gente –dice al verlos marchar– confía en que todo se aclare cuanto antes y, al menos en parte, se recupere la paz. «Es una necesidad de primer orden. En cualquier caso es terrible, pero al ser además un cargo público los posibles móviles se multiplican». 'Coté' reconoce que estos días se ha dicho de todo; incluso que, dadas las vinculaciones de esta tierra con Venezuela, Colombia y México, alguien puede haber contratado el asesinato de Javier a unos sicarios.

La exconcejal lamenta que la víctima viviera en un lugar aislado, en esa casa que acababa de terminar y de la que Javier estaba tan orgulloso. Eso, y que todo el mundo conociera su rutina diaria, favoreció a los asesinos. «Vamos, que si lo piensas, no pudo ser muy complicado organizarlo todo y encontrar ese momento en el que Javier iba a estar solo y en un lugar apartado».

La historia recuerda bastante a lo ocurrido en Fago el 12 de enero de 2007 cuando, en una embocada parecida, asesinaron a Miguel Grima. Al alcalde popular de ese municipio de Huesca le colocaron unas piedras en la carretera y, cuando se bajó para retirarlas, le descerrajaron varios tiros con una escopeta de postas. Sin embargo, entonces no hubo que esperar demasiado para saber quién estaba detrás de aquello. El 2 de febrero la Guardia Civil detuvo a Santiago Mainar, un vecino y enemigo de Grima que había sido candidato por el PSOE y que apenas tardó unas horas en confesar. En Llanes confían en tener la misma suerte.

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