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JACQUELINE CAMPOS CARISMAS Y CARAMBAS
Sábado, 20 de agosto 2016, 01:04
EL diario de un viajero es ese vademécum que un buen profesional del turismo que se precie debería consultar más en cuando que de vez. Un cuaderno que recoge con detalle todo aquello que ha contribuido a que su autor haya disfrutado de unas perfectas vacaciones y también los momentos que es mejor no recordar. Cuando al turista no le convence el decálogo para evitar problemas a la hora de alquilar un coche en temporada alta, sólo le queda la opción de hacer uso del transporte público o coger un taxi. Así que de esta manera puede comenzar el interminable capítulo 'Parada y Fonda'.
Un turista rodado y experimentado sabe que cuando atraviesa la puerta de salida de un aeropuerto internacional con un trasiego ingente de usuarios, a pocos metros encuentra una parada de autobús que le llevará al centro de la ciudad por un precio razonable y con un intervalo que no supera la media hora. También conoce al dedillo donde adquirir un bono que le permitirá coger cualquier transporte público durante los días que permanecerá en el lugar de destino por una cuestión de ahorro, tanto de dinero como de tiempo. Además, siempre le quedará la opción de coger un taxi si las horas son más intempestivas o, simplemente, por comodidad.
Cuando nuestro turista llega a Málaga, la situación es algo diferente. Si verdaderamente es un experto, se dará cuenta que también disponemos de un punto de venta de tickets de bus pero, amigo, más le vale que aterrice sobre las once de la mañana para que no tenga problemas de espera porque durante el resto del día puede estar aguantando el calorcito, junto a la mujer y los niños, entre hora y cuarto y dos horas. Eso o gastarse setenta euros, mínimo, en un taxi hasta Marbella. Pero la experiencia singular no termina tras atravesar la autopista e instalarse en el hotel o apartamento de alquiler, la odisea continúa cuando nuestra familia protagonista, y ya refrescada, decide dar un paseo por Puerto Banús.
Si hay suerte y la parada de autobús está en el centro de la ciudad, bien. Ahora, como la marquesina se encuentre, por ejemplo, en Cortijo Blanco desprovista de una simple tejavana, los nervios y sudores harán mella en la muy posible nueva hora de espera. Por cierto, también sería de agradecer que alguien explicara a los foráneos por qué los taxis no paran en las calles de Marbella. Da pena observar la cara que se les queda cuando ven pasar los coches con la luz verde de disponible y nadie se digna a informar el porqué de esta situación, algo inusual en cualquier ciudad de este país, y que posiblemente tendrá su razón de ser.
Lejos de la ironía, se trata de una problemática que debería ser solucionada antes de pregonarnos como uno de los mejores destinos turísticos de Europa. Seguro que serán muchos los que piensen que debemos apostar por un turismo que lo del transporte público le traiga al pairo, pero seamos realistas. Marbella es también el lugar elegido por aquellos que durante todo un año ahorran para disfrutar de las que pueden ser las vacaciones soñadas, las del diario de un viajero. No estaría nada mal que antes de entrar en confrontaciones políticas de quien tiene más culpa, cada responsable sustituyera el coche oficial con chofer y aire acondicionado por una jornada en bus. Sólo por aquello de pensar, decir y hacer.
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