Dos turistas observan el ‘Azteca’, fondeado en Puerto Banús.

Aquel barco de El Pocero

Puerto Banús recibe al ‘Azteca’, uno de los 100 yates más lujosos del mundo, vendido en 2010 por El Pocero a un magnate mexicano

Héctor Barbotta

Martes, 8 de julio 2014, 23:43

Su presente, anclado en Puerto Banús, en el que exhibe su condición de primer gran yate que fondea en Marbella durante el verano de 2014 y alberga la incógnita acerca de si su propietario se encuentra a bordo disfrutando de mediterráneas vacaciones, le permite presumir de la clase, distinción y hasta misterio que rodea a un empresario de éxito, propietario de uno de los grupos de comunicación más importantes del mayor país de habla hispana del mundo.

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Pero su pasado le quita cualquier halo de sofisticación para convertirlo en lo que fue hasta hace exactamente cuatro años: el paradigma del exhibicionismo de un empresario de fortuna rápida y, aparentemente, fugaz. Porque el Azteca, que fondea majestuoso en Puerto Banús con sus 72 metros de eslora, sus 13 de manga y su bandera de conveniencia gibraltareña, fue hasta julio de 2010 el Clarena II, el megayate con el que el empresario del ladrillo Rafael Hernando El Pocero presumía en los puertos de la isla de Palma de su buena suerte en los negocios ligados a la construcción.

Construido en octubre de 2009, cuando la burbuja ya había comenzado a desinflarse, Hernando no llegó a ufanarse de su posesión marinera ni siquiera durante un verano completo antes de tener que venderlo por 58 millones de euros al magnate mexicano Ricardo Salinas Pliego, hijo de una familia patricia de su país, presidente del Grupo Elektra y de la cadena de televisión Azteca y considerado el cuarto hombre más rico de México y el 37º del mundo, según la revista Forbes, con una fortuna que se estima en 10.000 millones de euros.

Se ignora si Salinas, que no está relacionado familiarmente con el expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari aunque hay medios mexicanos que sí los conectan en negocios no totalmente cristalinos, se encuentra a bordo o si quienes disfrutan del lujo flotante son amigos y familiares. A diferencia de su predecesor en la propiedad del barco, que no perdía la oportunidad de exhibirse, puro en mano, en la cubierta, Salinas no es amigo de dejarse ver a bordo. Lo que no evita que los curiosos sí puedan admirar esta joya de la ingeniería naval, construida en acero y aluminio y que alberga 20 camarotes de lujo.

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