Se jubila Consuelo Lauri, la niña que no paraba de comer helados
Empezó a trabajar con 9 años fregando vasos en la heladería que abrieron sus padres en la avenida Juan Sebastián Elcano. Tras más de sesenta años al frente del negocio le toca retirarse cargada de recuerdos, anécdotas y gratitud
Hay historias que saben a verano, a domingo de playa y a cucurucho en la mano. En Málaga, una de esas historias lleva el apellido Lauri desde que en 1952 Eliseo y Juana abrieron su heladería en la avenida Juan Sebastián Elcano. Hoy, tras más de sesenta años al frente del negocio, Consuelo Lauri, la pequeña de los tres hermanos, se jubila. Y no ha dejado de comer helados: «Todos los días me tomo uno, y a veces después un blanco y negro».
Su vida entera ha estado ligada a la heladería. De hecho, los clientes más veteranos recuerdan cómo, siendo apenas un bebé, su madre la colocaba en un capazo sobre el mostrador. La heladería y su casa eran una sola cosa: los hermanos hacían los deberes en una mesa camilla delante del mostrador mientras los padres atendían a la clientela.
Un oficio de secretos y tradición
Eliseo, su padre, alicantino de Ibi, vino a Málaga para montar un negocio y buscar una vida mejor para su familia. Aprendió el oficio en Córdoba en una época en la que hacer helados era un secreto de maestros. Su filosofía fue clara: pocos sabores, pero impecables, siempre con la mejor materia prima. De esa fórmula nació una heladería que pronto se convirtió en parada obligada tras los regresos de la playa y en los postres familiares.
Consuelo empezó a trabajar con 9 años fregando vasos. Necesitaba un banquillo para llegar al mostrador, pero a los 10 ya atendía a los clientes. «Era muy tímida, pero detrás de la barra me transformaba», recuerda.
De carácter fuerte y directo, quienes pasan por su barra saben que no se calla nada de lo que piensa, pero también que es puro corazón. Quienes la conocen saben de su entrega a la familia y de su amor por el oficio y por su barrio. La conocen todos en la zona y los alrededores; se mueve en moto, compra siempre en los comercios cercanos y, si puede, lo hace con su camiseta de Lauri y su delantal, representando siempre a su heladería y a su apellido.
El tutti frutti de la infancia
Lauri nunca buscó una carta interminable de sabores. Apostó por los clásicos, y entre ellos, uno se convirtió en emblema: el tutti frutti. Único, inconfundible, capaz de devolver a la infancia a quienes lo han probado desde siempre. «El cliente de Lauri siempre vuelve», dice Consuelo. Y aunque la vida le jugó la ironía de diagnosticarle diabetes, su debilidad sigue siendo el chocolate: «Es mi sabor favorito».
El negocio continuará. Antonio, el actual responsable, promete ser fiel tanto a Consuelo como a Eliseo
Mucho antes de las aplicaciones de reparto, Eliseo ideó un servicio a domicilio tan natural como ingenioso. Los clientes llamaban por teléfono y los propios hijos -Juan, Santiago o Consuelo- llevaban los helados en bicicleta. Lo que hoy se vendería como algo novedoso, ecológico, familiar y rápido, ellos lo hacían con la sencillez de lo cotidiano, y aún hoy se mantiene esa costumbre.
Entre lágrimas y legado
Consuelo se emociona al recordar a su padre rallando limones en la mesa del callejón o a sus hermanos, Juan y Santiago, que ya no están. Llega a la jubilación cargada de recuerdos, anécdotas y gratitud.
El negocio continuará. Antonio, el actual responsable, promete ser fiel tanto a Consuelo como a Eliseo, a quien considera su gran maestro, su gran jefe. Así, la heladería Lauri seguirá siendo punto de encuentro, tradición viva y símbolo de fidelidad.
Consuelo Lauri se jubila, pero su nombre seguirá unido al de Málaga. Es la historia de una niña tímida que se transformaba detrás de un mostrador; la de una mujer que trabajó sin descanso desde los 9 años; y la de una familia que convirtió un oficio en patrimonio sentimental de la ciudad.
Quien vuelva a probar un cucurucho de tutti frutti en Lauri sabrá que está degustando mucho más que un helado: está saboreando setenta años de historia y rindiendo homenaje a una familia que vivió la heladería como una forma de vida.
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