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Es una de las conversaciones y de los mensajes más habituales esta semana en chats y redes sociales: «Ya hay mosquitos y todavía no ha terminado el invierno». Efectivamente, no es sólo que estos fastidiosos insectos empiecen a poblar los hogares de forma anticipada, sino que están picando con ferocidad a sus víctimas, que han tenido que volver a recurrir a repelentes e insecticidas para dormir, como si fuera pleno verano. ¿A qué se debe este fenómeno anómalo? ¿Qué tiene que ver el cambio climático?
Las respuestas llegan de la mano del catedrático de Zoología de la Universidad de Málaga (UMA), Raimundo Real, quien, a modo de introducción reconoce que a él también le han picado en su casa. «Había dos y me llamó la atención, tuve que poner insecticida enchufable para que no me dieran la noche», sonríe. Un cúmulo de factores han propiciado que en Málaga y en puntos del Valle del Guadalhorce, que es donde hay más testimonios de afectados, los mosquitos hayan llegado ya en invierno, cuando se supone que tendrían que estar latentes. El primer acelerante ha sido la precipitación acumulada durante la reciente Dana. «Ha llovido fuerte durante una semana; el agua es fundamental porque se reproducen allí, la lluvia prolongada ha llenado los acuíferos y hace que las charcas temporales duren más».
Además, la fecha en la que ha ocurrido no es casual. «Necesitan una semana de agua para que la larva se convierta en adulto». Por tanto, desde que deja de llover (mientras está precipitando no actúan) cinco o siete días más tarde es cuando empiezan a afectar a la población. «Además, la alta temperatura del agua, que es templada en las charcas temporales que tienden a secarse, acelera el proceso».
Tras el verano, con la sequía, las noches más largas y el frío, junto a la emigración de los pájaros y la menor actividad de los mamíferos, los mosquitos normalmente pasan a estar en una fase latente. Los huevos se suelen quedar en el terreno, incluso secos; y otros reducen su población. En cambio, una vez que pasa el solsticio de invierno, los días se hacen más largos y eso tiende a activarlos. Si además llueve y encuentran el agua pueden aprovechar para desarrollarse. En cambio, cuando no haya agua disponible porque las charcas se sequen, en los próximos días (no se esperan nuevas lluvias de momento) la población volverá a bajar.
El segundo vector, por tanto, es el calor y la luz. El catedrático recuerda que ahora sólo hace frío por las noches, pero no al mediodía, con unos 12 grados de diferencia entre el amanecer y el atardecer. «Se han encontrado con mucha agua y buena temperatura a mediodía, y sí salen, se mantienen por la noche, dentro de las casas«. El frío no les va muy bien, pero no es un gran problema, lo aguantan bastante más de lo que parece, incluso en países fríos de Europa se desarrollan. Por tanto, con las lluvias de finales de enero, los días más largos y este episodio anómalo de temperaturas altas, es perfectamente factible que se desarrollen.
¿Y por qué pican con tanta ferocidad estos días? También tiene su explicación.«Las que pican son las hembras, y están aprovechando que seguimos estando en invierno y puede venir otra racha de frío, y la incertidumbre sobre las nuevas lluvias. Las hembras intentan madurar los huevos, para lo que necesitan proteínas de la sangre, por tanto la estrategia para reproducirse en esta época es urgente, porque puede cambiar el tiempo rápidamente. Pero no cabe esperar que se mantengan durante mucho tiempo si no llueve«, aclara Raimundo Real.
En cuanto a las especies que están actuando, no es previsible que sea el mosquito de las Marismas, que se desarrolla sobre todo en verano en la costa y forma grandes enjambres; ni el mosquito tigre, que tiene problemas con el frío. Es previsible que se trate más bien del género Culex, con varias especies distintas, entre ellas el mosquito común. Además, coincide con el hecho de que estén afectando en el Valle del Guadalhorce y no tanto en la costa.
Preguntado sobre la incidencia del cambio climático en esta eclosión temprana, el catedrático pone de relieve que está detrás, aunque de una manera «blanda», en el sentido de que los episodios concretos no se pueden atribuir, pero sí tiene influencia porque los inviernos son cada vez más suaves, aunque la causa directa en este caso sea la lluvia y las temperaturas altas. «Ahora, las noches son cada vez más suaves y los días más cálidos en invierno, tiene alguna influencia». Como ejemplo, comenta que cada vez más especies insectívoras se mantienen en invierno en Málaga. «Veo mucho volar a los aviones roqueros, de la familia de la golondrina, que siempre han estado en invierno pero ahora están más activo, con grupos en Marbella y Rincón, y eso significa que están comiendo mosquitos».
Por ello, Real aboga por adaptarse a las nuevas circunstancias, y fomentar el cambio completo del ecosistema: «Si está el mosquito que también este el mosquitero, el petirrojo y el colirrojo; y las charcas vivas con libélulas y anfibios, con un equilibrio ecológico del ecosistema, no solo combatir el mosquito cuando haya problemas. Y es que los mosquitos también son necesarios. »No se trata de exterminarlos ni temerlos, sólo protegerse en casa, porque muchas especies viven de ellos«.
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