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El presidente del Gobierno, este fin de semana. AFP
¿Se creerá Pedro Sánchez sus propias mentiras?
REPASO SEMANAL

¿Se creerá Pedro Sánchez sus propias mentiras?

Javier Recio

Málaga

Domingo, 5 de mayo 2024, 02:00

Pedro Sánchez ha hecho de la mentira un rasgo distintivo de su forma de gobierno. Y esto no es un bulo. Dijo que jamás pactaría ... con Bildu y lo ha hecho. Dijo que no habría indultos y concedió la medida de gracia a los golpistas catalanes. Apuntó que no habría amnistía y la ley está a punto de aprobarse. Le podrán llamar como quieran, pero en español si una persona dice una cosa y hace la contraria se le llama mentiroso. El presidente del Gobierno acaba de protagonizar un numerito inaudito en nuestro país. Dijo que iba a reflexionar sobre su posible dimisión por motivos personales, porque su amada mujer estaba siendo atacada injustamente. Se ha quedado con el personal, entre ellos los miembros de su Gobierno y del partido, porque todo ha sido una treta electoral, ya que se ha presentado como una víctima de lo que él califica como fachosfera. Lo más triste de todo es que hay muchos ciudadanos que le compran el relato. Lo importante ya no es la verdad, sino el relato. Y no le ha ido del todo mal con esta práctica que lo que hace es provocar la radicalización de la sociedad. Hay muchos simpatizantes socialistas que sueltan que el tema de la amnistía no es por los siete votos que necesita para seguir en La Moncloa, sino por la convivencia en Cataluña. Y ahora hay muchos también que se han creído que es víctima de una jauría judicial y mediática, que ensucian el normal desarrollo democrático de la actividad política. Con base a eso ya se va abiertamente contra la Justicia y los medios de comunicación, como si no hubiera ya resortes para controlar la acción de jueces y periodistas. Por un lado, hay un sistema de recursos para discutir cualquier resolución judicial e incluso la denuncia por prevaricación. Por otro, si un medio de comunicación publica una noticia falsa el perjudicado puede pedir su rectificación o presentar una demanda porque considera que se ha dañado su honor, su intimidad personal o su propia imagen. Y esta medida está vigente desde el 5 de mayo de 1982, cuando se promulgó esta ley. Y además se puede recurrir al Código Penal si se estima que un medio de comunicación ha injuriado o calumniado a alguien. O sea, que aquí no hay manga ancha para inventarse las cosas. No tiene que venir Pedro Sánchez como adalid de la lucha contra los bulos ni como gran defensor de la democracia. El presidente del Gobierno quizá no ha calibrado bien su estrategia victimista, pues a nivel internacional lo que ha conseguido es que los medios internacionales más prestigiosos publiquen que se ha tomado esos supuestos cinco días de reflexión porque su esposa está envuelta en una investigación judicial por corrupción. No le han comprado el rollito de la persecución. Tampoco ha logrado su objetivo de que hubiera una aclamación social. Sánchez dice que continúa por la movilización social. ¿La movilización masiva de un país de 47 millones de personas son 12.000 simpatizantes en Ferraz? Parece una cifra bastante pírrica. El líder socialista ha emprendido una ronda de entrevistas y masajes en la creencia de que va a conseguir la aprobación del gran público. Está intentando desviar el foco, aunque todavía no ha dicho nada de si mujer firmó la recomendación para que se le dieran fondos públicos de un concurso a un empresario amigo y si le parece bien que Begoña Gómez lleve a cabo este tipo de acciones. Más allá de que sea o no un delito de tráfico de influencias, no parece muy estético este tipo de prácticas de la 'primera dama'. Y esto hay que recordarlo, aunque se corra el riesgo de que te acusen de promover el fango. Sánchez se puso muy solemne en el Congreso cuando dijo que creía en la Justicia y apenas una semana después se quejaba de que había sufrido 'lawfare', o sea, que los jueces le están haciendo la vida imposible por motivaciones políticas. ¿En qué quedamos, cree o no cree? El presidente del Gobierno quiere tener las manos libres para cambiar el CGPJ, para controlarlo políticamente para colocar a miembros de su cuerda. No hay que olvidar que nombró fiscal general del Estado a una exministra y que ha colocado al ministro de Justicia en el Tribunal Constitucional. Así, de primeras, no parece que sus nombramientos estén exentos de politización. Pese a todo, hay que tener fe en la Justicia, sobre todo, en los jueces de instrucción. A estos no se les controla tan fácilmente, aunque intenten desprestigiarlos por el mero hecho de que tengan una hija concejala del PP. Visto lo visto, y a tenor de las proclamas que suelta el presidente del Gobierno, sería interesante saber si Pedro Sánchez se cree ya sus propias mentiras...

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