

Trance en la profundidad
La apnea gana adeptos. Uno de los mejores del mundo en la práctica del buceo sin botella reside en Nerja. Una bocanada de aire le basta a Davide Carrera para descender a más de 100 metros. Una jornada desafiando el cuerpo con este hombre de agua
Davide Carrera aspira y exhala con intensidad. Su caja torácica se levanta y baja como si fuera de plastilina. El neopreno, hecho a medida, se ajusta como una segunda piel. Aplica algo de jabón para que sus pies entren en una aleta gigante de carbono que trae a la mente imágenes de una sirena. Es verano en Nerja y el reloj marca las diez de la mañana. El ancla acaba de conectar con el fondo del mar y la zodiac, con espacio para seis personas, fondea con la calma que ofrece un día que parece sacado del catálogo. Los bañistas llegan y se forma la colorida estampa con la primera línea de sombrillas.
Desde el mar, la orilla ya se percibe como un punto de referencia cada vez más lejano. Davide se concentra y comprime el pulmón por última vez y luego lo relaja durante diez segundos. Cae al agua y se pone a flotar bocarriba. Así permanece varios minutos más. Cuando la concentración alcanza el clímax, gira la cara unos 45 grados y desaparece en las profundidades del mar. Los segundos empiezan a correr en el reloj. Transcurren unos dos minutos hasta que emerge otra vez a la superficie.
Davide practica apnea, la modalidad de buceo más «natural» que existe. También la más extrema. Consiste en descender hasta grandes profundidades, sin ningún tipo de ayuda, y con la respiración suspendida en todo momento. Hace una semana, en una competición internacional en Bahamas, estableció un nuevo récord nacional al bajar hasta los 122 metros.
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Una plusmarca al alcance de dos o tres personas contadas en todo el mundo. Davide, que sería algo así como el Messi de la apnea, está afincado en Nerja desde 2016. Hasta ahora, siempre había sido un nómada. Si no era Cerdeña, era una playa en Tailandia. Si no vivía en Hawái, pasaba algunos meses en el Caribe.
También ha probado Baleares, pero en ningún sitio ha encontrado un hogar como lo ha hecho en la Axarquía. «Me acabo de comprar un pequeño terreno, señal de que me quiero quedar aquí», dice con acento italiano.
Hasta los diez metros de profundidad le podría seguir un aficionado al esnórquel con ciertas ambiciones. Un buzo deportivo, con la correspondiente formación, hasta los 40. En una profundidad de 70 metros, la presión comprime el pulmón de Davide a una octava parte del tamaño que tiene en superficie. Con cada metro que va bajando, se ralentiza también la frecuencia cardíaca y se estrechan los vasos sanguíneos en brazos y piernas.
Suspender la respiración provoca varias reacciones en el cuerpo. Una de ellas es el aumento de dióxido de carbono en la sangre. En un momento del descenso, se activa el estimulo natural de querer coger aire. Davide lo describe como la llegada de un estornudo o un golpe de tos. El diafragma se contrae y el cerebro empieza a emitir señales que hay que saber controlar. «Es un momento crítico, pero la mente se puede entrenar para suprimir nuestros instintos más animales. Nuestro cuerpo puede hacer mucho más de lo que creemos», enfatiza la importancia del factor psicológico.
La meditación, el yoga y una alimentación sana forman parte de sus otras rutinas.



La apnea, señala este italiano nacido en Turín, se percibe desde fuera como una actividad más peligrosa de lo que realmente es. En cada inmersión le acompañan varios buzos de seguridad. Bajan hasta unos 30 metros cuando él empieza a ascender. Ahora el riesgo es elevado. Al oxígeno gastado se suma la dificultad de lidiar con la descompresión. Si no se hace bien, el desmayo está garantizado. El pánico y la adrenalina son el anticristo de la apnea.
Davide tiene 45 años y claro que ha tenido alguna situación crítica. Sabe lo que es perder el conocimiento en el agua o que medio cuerpo se te quede paralizado. «Los accidentes pasan cuando se fuerza demasiado. Es importante saber leer lo que nos está diciendo nuestro cuerpo», admite que el ego le ha podido jugar alguna mala pasada cuando era más joven.
Controlar la respiración es otra de las claves. Los buceadores que hacen apnea utilizan una técnica que tiene el nombre inglés de 'buccle pumping'. Una vez que han inhalado todo el aire posible, consiguen apretar cinco litros más en los pulmones. Cuando lo hacen, parecen peces jadeando en la orilla.
Existen límites en la apena. Solo que se desplazan de manera constante. Hace años, cualquier médico veía como imposible que se pudiera descender a más de 40 metros sin botella. Jacques Mayol y Enzo Maiorca, dos pioneros de la apnea, corrigieron esta suposición. Metro a metro. En 1976, Mayol se convirtió en la primera persona en romper la marca de los 100 metros.
Si a Davide se le pregunta si cree que él ha llegado a su máximo, niega con la cabeza. Este verano prefiere seguir entrenando en Nerja, no vaya a ser que venga alguien que le rompa su récord y él se quede sin capacidad para responder.
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