Vidas que cambian en 2024
Daniel se ordenará sacerdote, Carolina será madre por primera vez, Joni terminará la carrera tras haber conseguido la nacionalidad española y Christian entrará en la academia de la Guardia Civil. Los cuatro esperan impacientes el nuevo rumbo de sus vidas
Con el olor todavía a nuevas y con casi todas sus páginas aún por escribir, en sus agendas ya asoman en rojo algunas fechas. Breves anotaciones de acontecimientos que serán trascendentales. Marcadas en papel y en sus memorias. Días que cambiarán sus destinos para siempre y en los que se cumplirán esas aspiraciones tantas veces deseadas Nochevieja tras Nochevieja y que en esta última ya sabían cumplidas cuando sonó la duodécima campanada.
Ordenarse sacerdote, ingresar en la academia de la Guardia Civil, ser madre y conseguir la nacionalidad española tras haber buscado asilo en nuestro país. Daniel Gutiérrez, Christian Yuste, Carolina Puerta y Joni Makhoian no volverán a ser los mismos. Saben que este 2024 será el año de sus vidas.
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Daniel Gutiérrez (24 años) Se ordenará sacerdote
«Vivo esta espera como un futbolista en el túnel de vestuarios»
Nunca estuvo en sus planes ser sacerdote. Será un cambio radical en su vida, pero «a mejor», subraya. De familia creyente, pero no practicante, Daniel Gutiérrez (Vélez-Málaga, 1999) creció sin vocación religiosa, pero sí atento a las «señales» que ahora, con el tiempo, ha interpretado como una llamada de Dios. «He seguido su camino porque me hace plenamente feliz y porque ha puesto a personas y circunstancias en mi vida para que yo le siguiera», explica.
En su mente y corazón siempre estará su abuela, a quien recuerda cada noche «hablando con el Señor». «Con 14 años vi que le rogaba a la Virgen de los Dolores que le diera salud para acompañarla en procesión al año siguiente. Aquel día no entendí aquella plegaria, porque no estaba enferma. Me hizo mi comida favorita y se despidió de mí con un 'hasta que Dios quiera'. Horas después todo parecía cobrar sentido, porque mientras disfrutaba con unas amigas falleció repentinamente», recuerda.
Aquella fatídica muerte, llevó a Gutiérrez a buscar respuestas en la parroquia y a trabajar su fe. Después llegaría una invitación para participar en las actividades del Seminario menor, a la que inicialmente se opondría la familia, pero que tiempo después accedería de buen grado para sorpresa del seminarista. Él volvió a interpretar ese cambio como una nueva señal. Fue el punto de inflexión que le llevó a iniciar su formación en el Seminario de Málaga con 18 años.
El próximo 13 de enero será ordenado sacerdote en la Catedral de Málaga y un día después, oficiará su primera misa en la parroquia de San Juan Bautista, en su municipio natal. Después de seis años, habrá cumplido su sueño de poder acompañar a la comunidad, de presidir la misa y celebrar todos los sacramentos con todo lo que ello implica. «He descubierto que Dios nos ama, que quiere hacer un mundo mejor y yo quiero responder a esa llamada siendo misionero suyo».
Mientras llega ese momento, Gutiérrez vive esta espera con enorme ilusión, «como el futbolista que aguarda en el túnel de vestuarios el momento de saltar al campo», compara este gran aficionado, que será el único seminarista que se ordene sacerdote en Málaga en este 2024. Él resta importancia a esta crisis de vocaciones, porque «la Iglesia empezó con 12 apóstoles y hemos llegado hasta aquí». Pese a que otros años la cifra es más numerosa, Gutiérrez no oculta que en esta falta de vocaciones juega negativamente la forma de vida actual, «en la que hay poco tiempo y mucho ruido para poder escuchar las señales que recibimos».
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Carolina Puerta (31 años) Futura mamá
«Estoy tranquila; sólo espero que todo salga bien»
El próximo 31 de enero saldrá de cuentas y ya nada volverá a ser igual en la familia. Carolina Puerta espera impaciente la llegada de su primer hijo, una niña muy deseada a la que llamará Julia. «Después de haber tenido un aborto bioquímico, al mes volví a quedarme embarazada y temí perderlo en esas primeras semanas», confiesa Carolina Puerta (Torre del Mar, 1992) que, superados sus miedos iniciales, ha disfrutado de una gestación sin contratiempos, pero con la «montaña rusa de emociones» que conlleva. «Siempre le doy consejos a mis pacientes, pero hasta que una no lo vive en primera persona no sabe realmente todos los cambios que implica», confiesa esta malagueña, que trabaja como matrona en el Hospital de Antequera.
Asegura sentirse tranquila, pero permanece expectante, porque «la maternidad es algo para lo que una nunca está bien preparada; nace un hijo, pero también una madre», apunta. En este sentido, está convencida de que hasta que no nazca Julia no va a saber realmente lo que es ser mamá, «por mucha información que haya recibido y por mucha experiencia que pueda tener por mi profesión». Precisamente, por su oficio y el de su pareja, que es enfermero en Pediatría, teme estar más alerta ante señales que pudieran pasar inadvertidas en otros casos y llegar a preocuparse en exceso. Admite que son inquietudes propias de quien se enfrenta a algo nuevo, pero entre ilusión, confianza y felicidad, Carolina sólo espera que «todo salga bien».
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Joni Makhoian (22 años) Refugiado
«Seré abogado del Estado para defender a España como este país me ha defendido a mí»
Para Joni Makhoian (Georgia, 2001) haber conseguido la nacionalidad española es verse a salvo, es disipar para siempre los miedos que le atenazaban desde niño, cuando le aterraba ser llamado a filas para combatir en una guerra. Con siete años sufrió el horror de la invasión rusa de su país y tendrá que vivir para siempre con el recuerdo trágico de las víctimas que sorteó durante su huida a Armenia junto a su madre.
La vida que encontró allí tampoco fue fácil: la guerra con Azerbaiyán y la persecución que seguía sufriendo por parte de su país para que con 16 años iniciara los trámites de su alistamiento militar le obligaron a tomar una determinación: huir y buscar asilo en un país democrático. En julio de 2017, Joni y su madre miraron hacia España, donde en Málaga conocían a una persona que les prometió ayuda para su regularización. Resultó ser una estafa, pero con la lección bien aprendida pusieron su caso en manos de un abogado.
Tras viajar a Elche y después a Bilbao, donde entraron en un programa de acogida que les permitió una estancia temporal de seis meses, fueron enviados a Antequera, donde obtuvieron la «tarjeta roja» con la que ya pudieron acreditar la solicitud de Protección Internacional.
Dos años después fueron citados en la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio de Interior para explicar los motivos de su solicitud de asilo. «De no haberla conseguido, habríamos tenido que irnos, porque no estábamos dispuestos a permanecer de forma irregular», admite a SUR con un depurado español. El 8 de junio de 2020 llegó la ansiada resolución de asilo, lo que le permitió cumplir su sueño de estudiar Derecho en la Universidad de Málaga y el pasado 31 de agosto, la de la concesión de la nacionalidad, que hará posible opositar y ser funcionario del Estado. «Quería arraigarme a España para siempre a través de la nacionalidad y cuando eso ocurrió dejé, por fin, de sentirme inmigrante». Dice que España es el país «perfecto», porque es «tranquilo, se respira libertad, tolerancia, paz y seguridad». «Yo sólo quiero opositar a abogado del Estado para devolverle a este país todo lo que me ha dado; no tendré vida para agradecérselo», subraya emocionado. En 2024 acabará la carrera y con su DNI español estará ya un poco más cerca de alcanzar su meta.
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Christian Yuste (24 años) Guardia Civil
«Llevaba esperando tanto este momento que ahora me siento extraño»
Siempre le gustó Criminología, pero no quiso renunciar a formar parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así que tras acabar el grado en la Universidad de Málaga (UMA) buscó en la Academia Jesús Ayala la ayuda necesaria para aprobar las oposiciones a guardia civil. «Siempre me ha gustado su disciplina militar», zanja Christian Yuste (Málaga, 1999). Lo intentó una primera vez, pero no alcanzó la nota de corte. No flaqueó pese a la severa rutina que se impuso: siete u ocho horas de estudio diarias, con solo el domingo para coger aire. Sin tiempo para otra cosa que no fuera estudiar: ni acontecimientos familiares ni salidas con amigos que, pese a todo, «siempre me apoyaron». Fue en un segundo intento cuando logró lo que tanto deseaba y el pasado 18 de diciembre, a las puertas de la Navidad, le llegó el mejor de los regalos: la resolución definitiva de que había superado las pruebas teórica y física. «Llevaba tantos años esperando ese momento, deseándolo cada Nochevieja que ahora que lo he conseguido me siento extraño», reconoce este futuro guardia civil, orgulloso y comprometido con los valores del Cuerpo.
En 2024 alcanzará la tan ansiada independencia económica y con ella «podré devolverle a mi madre un poco de todo lo que ella ha hecho por mí», recalca emocionado. El próximo 9 de enero cambiará para siempre el rumbo de su vida. La Academia de guardias y suboficiales de la Guardia Civil de Baeza (Jaén) lo espera.
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