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El síndrome de la cabaña: así se manifiesta cuando sales a la calle

El síndrome de la cabaña: así se manifiesta cuando sales a la calle

El miedo a salir y a recuperar rutinas y contactos está en la base de este cuadro que se puede manifestar con ansiedad, temblor de piernas o palpitaciones. Los síntomas son normales tras la cuarentena, y aunque este síndrome no se considera una patología, gestionarlo mal sí puede ser la puerta de entrada a un problema mayor

Domingo, 17 de mayo 2020, 01:03

Pensar en salir a la calle o poner un pie en el portal y empezar a sentir los síntomas va todo en uno. Sudoración en las manos, temblor de piernas, palpitaciones, respiración acelerada... Son síntomas comunes vinculados a la sensación de angustia y pueden ser el reflejo de un síndrome conocido pero que después de dos meses de encierro en casa ha vuelto al vocabulario y al diagnóstico cotidiano de los expertos. Es el síndrome de la cabaña, un cuadro psicológico que se manifiesta a partir del miedo a salir a la calle, a volver a recuperar la rutina después de la cuarentena, a recuperar la cercanía con nuestros conocidos o a volver al trabajo con todo lo que eso implica de contacto con el exterior.

En estos días de desescalada, son muchas las personas que experimentan alguno o todos estos síntomas. Un camino a la inversa que primero se manifestó en la angustia de estar encerrado y que ahora da la cara en la angustia de salir a la calle. Especialistas como Araceli Ortega, psicóloga especializada en duelos y catástrofes, envían de partida un mensaje de «tranquilidad» al observar que estas reacciones físicas y emocionales son «habituales y hasta normales», pero también alertan de que hay que saber identificar estas emociones y trabajarlas para que no se conviertan en crónicas y (ya sí) en un problema.

En efecto, el síndrome de la cabaña puede afectar a personas de toda condición y edades, aunque tal y como avanza Ortega «no estamos ante una patología». Sí ante un «cuadro común» que tiene su base en el espectro de la ansiedad y que podría compartir similitudes con trastornos como la agorafobia (miedo a estar en espacios abiertos). En este caso, sin embargo, el síndrome de la cabaña -explicado a partir de los efectos de esta cuarentena prolongada- «está más relacionado con las expectativas. Es decir -continúa la especialista-, con esa manera de afrontar la salida a la calle con la idea de lo que nos gustaba antes y del efecto que tiene lo que encontramos en realidad«. Es la llamada »nueva normalidad«, y no extraño que ese escenario golpee esas expectativas y se desencadenen los temores en varios planos: cognitivo, fisiológico y de conducta.

«Ése es el problema: que haya una ruptura entre lo que se espera y lo que hay, que hayamos ido construyendo nuestra nueva realidad a través de nuestras propias percepciones y a la hora de salir a la calle te encuentres otra cosa», añade la psicóloga tras destacar que «esa desconexión es la fase previa del síndrome de la cabaña». Y aunque ahora afecte a más población por el confinamiento global, también es habitual en circunstancias excepcionales «como una hospitalización prolongada, algún cambio brusco de normalidad o algún tipo de desconexión social«. Ortega aporta un ejemplo práctico: »Imagina que has estado un tiempo con una pierna escayolada. Cuando te retiran el yeso ves que has perdido el músculo, que no es la misma que antes... y que hay que andar y ejercitarla para recuperarla. Aunque al principio dé miedo, pero hay que hacerlo«.

Cómo gestionar esas emociones

Ese miedo y esa incertidumbre son normales, pero hay que saber gestionarlos. «Como emociones, no son ni buenas ni malas, pero sí la forma en que las manejamos», continúa Ortega alertando del riesgo de que «ese miedo nos paralice durante mucho tiempo«. Entonces sí se podría hablar del síndrome de la cabaña como la puerta de entrada a un problema, con niveles de ansiedad muy altos, conductas de negación y evitación, pensamientos negativos en bucle y fobias; hasta el punto de desencadenar patologías como trastornos obsesivos compulsivos (TOC) o hiponcondrías. Y en un estadio posterior, incluso cuadros de estrés postraumático, aunque la especialista insiste que «por el momento no estamos en un desarrollo suficientemente prolongado en el tiempo como para que se pueda hablar de eso».

Y ojo, además, con sectores especialmente vulnerables de la población que pueden desarrollar este síndrome sin las suficientes herramientas para afrontarlo. La psicóloga se refiere en especial a personas mayores (sobre todo solas) y a los niños. En el primer grupo, Ortega recuerda que «sus cuerpos están más mermados y son más vulnerables; también porque hay más labilidad (inestabilidad) emocional y tienen más altibajos: »Pueden asumir con más trabajo esa vuelta progresiva a la normalidad porque son menos flexibles, y lógicamente porque se mantiene el miedo al contagio«, avanza. Entre los niños, sobre todo en los más pequeños, la especialista dibuja el siguiente escenario: «Hay que tener en cuenta que durante semanas han estado recibiendo el mensaje de que no se puede salir a la calle porque hay un 'bichito' malo que contagia y que te puedes morir. Y ahora es el momento de adaptar la explicación con lógica y con cautela porque el mensaje es que ya se puede salir pero que el 'bichito' sigue ahí...«.

Para evitar todo ese catálogo de efectos nocivos del síndrome de la cabaña en la estabilidad emocional, se pueden seguir unas recomendaciones sencillas basadas en la idea de que «hay que hacerlo, pero también tomarnos nuestro tiempo». En concreto, Ortega recomienda ir «poco a poco, dando pasos pequeños» en el caso que salir a la calle nos genere inseguridad. «Se puede empezar por bajar a tirar la basura, dar una vuelta a la manzana o acudir al comercio cercano a comprar el pan». Y sobre todo centrarse en las soluciones que están en nuestra mano y que dependen de nosotros; «esas cosas que se pueden controlar» como llevar mascarillas y guantes, lavarse las manos o mantener la distancia social.

En este sentido, la experta recuerda que «a nivel emocional también es importante aceptar la situación como algo excepcional que ha tenido un principio y que tendrá un final; y que aunque ahora no se vea esa meta cada vez está más cerca«. Y añade: »La desescalada ya ha empezado y está en nuestra mano gestionar esa nueva responsabilidad«. También contrapone esa necesidad de 'resituarse' frente a las conductas abusivas y negligentes que se han visto en los últimos días: «Son personas imprudentes que no han sabido manejar ese tránsito y que lo quieren recuperar todo en el mismo punto en que lo dejaron». En esta última apreciación está otra de las claves básicas para afrontar la fase 1 de la desescalada de una manera saludable, tanto en lo físico como en lo psicológico: «Hay que ser conscientes de que no se puede recuperar todo de golpe. Que esto es una especie de entrenamiento y de la misma manera que se habla de la desescalada sanitaria y social también tenemos que prepararnos para la desescalada emocional«. Así evitaremos el síndrome. Y sobre todo, que la cabaña se convierta en una trampa.

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