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Tuvo una de esas vidas que bien se merecen una novela o una película. Huérfano de padre siendo apenas un niño, emigró a Argentina en busca de un futuro y regresó década y media más tarde convertido en un hombre de negocios. No tardó en abrirse un hueco en el ámbito empresarial andaluz, primero con la electricidad, a la que unió la importación y la exportación, y la venta de coches, convirtiéndose en el hombre de la multinacional Ford en Málaga. Por ello tiene algo de justicia poética y rodante que la ciudad de Augusto Taillefer Panyagua (Coín, 1868-Málaga, 1938) reconozca al fin con una rotonda en el Mayorazgo al hombre que construyó el mayor imperio empresarial de la Málaga de comienzos del siglo XX.
«La palabra que mejor lo define es la de emprendedor, porque empezó de botones y acabó fundando la compañía que dio más trabajo en su época en Andalucía», señala Eugenio Taillefer, nieto del empresario que tenía no solo buena mano para la gestión, sino también buen ojo para las inversiones que le llevaron a diversificar sus negocios y convertirse en uno de los hombres más influyentes de su época. Una memoria que cayó en el olvido y que su nieto Eugenio, junto a su primo y abogado Augusto Taillefer Souvirón -fallecido en 2018-, se ha empeñado en rescatar para que fuera reconocida por la ciudad. «La iniciativa de este reconocimiento fue de mi primo y , aunque hemos tardado un mundo, estamos felices de que al fin se inaugure su glorieta este lunes», reconoce Eugenio que, a sus 90 años, habla del pasado como si fuera ayer mismo y aclara con jovialidad y algo de coquetería que asistirá a la inauguración este lunes, junto a la alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, porque «con mi edad no me duele nada».
Hijo del ingeniero agrónomo francés Eugenio Taillefer y Desmonceaux, que llegó a Málaga a finales del XIX y contribuyó a la creación de San Pedro de Alcántara donde una calle le recuerda, y de María Fuensanta Panyagua Alezandre (natural de Coín), Augusto se quedó sin padre en 1882, en plena adolescencia, y decidió buscar su propio camino. «Tuvo un gran valor porque cogió un barco para irse a Argentina donde comenzó trabajando en una contabilidad de carbones para después pasar a la Fábrica Nacional de Tabacos, donde comenzó de listero... de botones, vamos», rememora el nieto del emprendedor, que apunta que su abuelo fue escalando puestos y en la década siguiente alcanzaba el puesto de director general.
En aquellos años conoce a una gaditana también emigrante en Argentina, Teresa Gil Pérez, con la que se casó y tuvo sus dos primeros hijos. Esta etapa es la más desconocida de su biografía, aunque en la familia se guardan algunas anécdotas del carácter emprendedor del malagueño, particularmente visionario con la publicidad. Así, adquirió las entradas de las dos primeras filas de los estrenos que tenían lugar en el emblemático Teatro Colón de Buenos Aires, donde sentó hombres calvos que llevaban pintadas en sus cabezas los nombres de las marcas de cigarrillos que producía la empresa.
«Tanto mi abuelo como mi abuela tenían familia en España y, aunque le pidieron que no abandonara la empresa argentina, decidieron volverse a Málaga a finales del siglo XIX», cuenta Eugenio Taillefer, que pone el acento en la chispa de Augusto que, «pese a no saber nada del negocio de la electricidad, fue comprando compañías productoras e incluso se lanzó a construir saltos de agua en la provincia como San Augusto en Tolox y San Eugenio en Yunquera». Una progresión espectacular que hizo que Taillefer S.A. pasara de los 250 abonados y una producción de 70.000 kw en 1906 a incrementar ambos valores en 1938 con más de 6.500 clientes y una generación de potencia de 7 millones de kw, cubriendo el abastecimiento de gran parte del interior de la provincia malagueña y la Costa del Sol, desde Benalmádena hasta tierras gaditanas.
Enchufado en el negocio de la producción eléctrica, Augusto Taillefer no era de los de concentrar las energías en una sola actividad por lo que fue añadiendo nuevos negocios, como la importación y exportación de maderas y frutos (con despacho en la calle Córdoba), o del automóvil, representado a la firma Ford y Lincoln en toda la provincia de Málaga. «Su gran obsesión fue crear puestos de trabajo», relata su nieto cuando se le pregunta por el emporio Taillefer S.A., que se transformó en la primera empresa de Andalucía en volumen de negocio, con hitos en el comercio y la industria. Así, los coches pisaron el acelerador de la cuenta de resultados hasta convertirse en una de las principales actividades de la familia ya que de la venta saltaron a la producción con la única fábrica de automóviles de Málaga que, a finales de los 40, comenzó a funcionar en Huelin con la marca británica Austin.
Aquella rueda seguirá girando ahora en la glorieta entre la Avenida del Mayorazgo y calle la Era, que recordará desde este lunes al legendario empresario malagueño Augusto Taillefer Panyagua, que falleció a los 69 años en su residencia de los Montes de Málaga, bautizada como finca La Herradura. «Tenía problemas de asma y le dijeron que se curaba en altura, así que se subió un poco pero cerca de Málaga», señala el nieto del emprendedor, que recuerda que aquella noble propiedad se hizo muy popular en las últimas décadas al acoger numerosas bodas, bautizos y comuniones bajo el nombre de Señorío de Lepanto.
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