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Ellos se quitan mérito, pero son cuatro profesores que enseñan de forma extraordinaria. Cumplen con su trabajo, que es transmitir conocimientos, pero su metodología para hacerlo los distingue del resto. Se quitan horas de sueño para estudiar y llevar actualizada la materia a sus alumnos; aplican herramientas pedagógicas innovadoras para un aprendizaje efectivo; generan interés por conocer y forman en valores para hacer de sus estudiantes «buenas personas y grandes profesionales». Ahora, esa dedicación se la reconocen proponiéndolos, sin ellos saberlo, a los Premios Educa Abanca, un certamen nacional que reconoce la buena praxis de los profesionales en todas las etapas educativas y da voz a los alumnos y sus familias para que propongan ellos a sus candidatos al Mejor Docente del Año.
En esta octava edición de los conocidos como los Goya de la Educación, que buscan dar visibilidad a la buena práctica docente en la sociedad se han presentado más de 2.000 propuestas de toda España y Málaga puede sacar pecho un año más pues llega a la final con cuatro representantes: Ana Blanco Fernández, del CEIP Nuestra Señora del Carmen, de Marbella (Educación Infantil); Daniel Jurado Aguilar, del IES Mediterráneo, de Estepona (Educación Secundaria y Bachillerato); Miguel Ángel Ronda Carrasco, del CPIFP Alan Turing, de Málaga (Formación Profesional), y Carlos Yáñez García, de Socratech, de Málaga (en la categoría Educación no formal).
Así lo dio a conocer la organización el pasado 15 de diciembre, cuando hizo públicos los diez finalistas de cada una de las seis categorías (Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato, Formación Profesional, Universidad y Educación no formal) una vez evaluados los méritos de todos candidatos de esta edición tomando en consideración su calidad docente y la satisfacción del alumnado; su proyección en la sociedad; la investigación y transferencia que hacen del conocimiento; su formación y reciclaje; la transmisión de valores, y la innovación y uso de TIC.
Los cuatro profesores malagueños coinciden en que ya se sienten ganadores con independencia del fallo final, que se dará a conocer el próximo 15 de marzo en el transcurso de una gala. El mejor docente de este año recibirá mil euros, una estatuilla y un diploma acreditativo. Ana, Daniel, Miguel Ángel y Carlos desvelan a SUR las claves de su éxito en clase.
No es la primera vez que esta profesora de Educación Infantil es finalista en los Premios Educa Abanca. Lo fue en 2021 y vuelve a serlo en esta edición. Emocionada y enormemente agradecida, recibió la noticia de su nominación el pasado mes de octubre. Tras ese primer filtro, pasó a estar entre los diez mejores de España en su categoría y ahora aspira a ser la número uno. Pero decida lo que decida el jurado, Ana Blanco (Marbella, 1985) ya se siente ganadora porque es un reconocimiento a su labor docente en un «entorno multicultural con recursos limitados». En este caso, una vez más volvieron a ser los padres los que han querido poner en valor su entrega en el CEIP Nuestra Señora del Carmen, donde tiene su plaza fija desde 2012. «Pasamos muchísimas horas del día con las personas más importantes de sus vidas, que son sus hijos, por eso esta nominación de las familias es una forma de agradecer que están contentos con tu trabajo, que sus niños vienen felices a clase, que regresan contentos a casa y que gracias al 'feed back' que tenemos con ellas se obtienen buenos resultados», explica.
Se trata de un centro de compensatoria (recibe apoyo extra de la administración por sus características y necesidades específicas), situado en el centro de Marbella, en el que esta profesora trabaja en el aula con 15 alumnos, de los cuales 11 tienen nacionalidades distintas y nivel económico medio-bajo. Blanco ha sido nominada por el trabajo que desarrolla con sus pequeños pupilos, con los que emplea un sistema denominado Neuroeduca, que busca «entrenar» las funciones ejecutivas (el autocontrol, la memoria, el control inhibitorio, la gestión emocional o la capacidad de planificación, entre otras) de los alumnos como experiencia de innovación educativa y con el objetivo de que tengan mayores probabilidades de éxito en cuatro facetas: académica, social, personal y laboral. Plantea supuestos a sus estudiantes para que propongan cómo reaccionarían, por ejemplo, con un joven al que detiene la policía tras robarles unas monedas en su coche. «Luego se lo vamos complicando para ver cómo reaccionan en caso de que lo hubiera hecho porque tenía hambre y no tenía dinero para comer».
Gracias a la aplicación de este programa, diseñado por el docente Daniel Molina, han comprobado cómo el grupo evoluciona en apenas unas semanas, «en cuanto a cohesión, fluidez verbal, capacidad de concentración, resolución de conflictos o relación con otros niños», todas ellas habilidades que les sirven para aprender, pero también para desenvolverse en la vida. «La neuroeducación aporta algo muy beneficioso a la escuela, porque nos dice cómo funciona el cerebro y cómo se aprende y eso nos da una información muy valiosa sobre cómo debemos enseñar», subraya Blanco, cuyo método traspasa las paredes de este colegio público, ya que forma a otros docentes a través de los Centros de Formación del Profesorado de la Junta de Andalucía. «La escuela no es solo transmitir conocimientos, también es formar al alumno en el plano humanista».
Estudió Administración y Dirección de Empresa y más tarde sumó la titulación de Economía. Ambas por la Universidad de Málaga. Pero a Daniel Jurado (Málaga, 1989) lo que le gusta es enseñar. Así que unió sus dos pasiones para promover una enseñanza «más atractiva e interactiva» de la economía entre sus alumnos del IES Mediterráneo de Estepona. Jurado tiró de redes sociales para desarrollar un método propio al que denominó Metaecoverso, «una mezcla de metaverso y economía», y con el que buscaba «hacer algo diferente, creativo e innovador» para llamar la atención de sus alumnos y así llegar mejor a ellos.
El proyecto nació en el curso 2022-23 como un perfil de Instagram cuando este docente trabajaba por entonces en el IES Las Viñas (Manilva). Siempre tuvo como prioridad acercar la economía de una forma «dinámica y estimulante», y hacer más fácil su aprendizaje usando para ello recursos tecnológicos y audiovisuales. Su idea caló y pronto su iniciativa trascendería. Llegaría así el 'I Encuentro en el Metaecoverso', con directos en Instagram desde el aula y donde sus estudiantes realizaban entrevistas a profesionales de diversos sectores económicos. Al curso siguiente, ya en el IES Mediterráneo, continuó innovando con el 'II Encuentro en el Metaecoverso'. Esta vez, sus alumnos debían contactar con profesionales de diferentes países europeos a través de Instagram y, en directo, debatir sobre la situación socioeconómica de cada nación. Posteriormente, impulsarían el Punto de Información Económica y Financiera en colaboración con el Ayuntamiento de Estepona, donde los estudiantes ofrecían información básica sobre economía a los ciudadanos, y una feria de orientación laboral para guiar a otros compañeros en diversas áreas profesionales. Por último, promoverían una Feria de Emprendimiento, donde los alumnos tuvieron que crear su proyecto de empresa y comercializar un producto.
Esta implicación en la enseñanza de la Economía le ha valido su candidatura al Mejor Docente de España 2024 . Y es que, según Jurado, esa enseñanza «tiene que mejorar». Lamenta que empiece a impartirse tarde, «a partir de tercero de la ESO y solo en ciertas ramas, cuando debería ser una asignatura obligatoria y transversal, en la que se abordaran temas como las hipotecas, las políticas económicas o la inflación».
Es la segunda vez que Miguel Ángel Ronda (Ceuta, 1981) es finalista en estos premios y la noticia la ha encajado con la misma humildad que la primera. Se enteró por Telegram, cuando un compañero le felicitó por la nominación. Admite que algo bueno «estaremos haciendo», pero que el título de 'mejor docente de España' le suena «algo presuntuoso». Repite así en estas lides. En 2022 fue reconocido por su compromiso con los alumnos de FP básica del IES Belén. Allí impartía la asignatura Equipos Eléctricos y Electrónicos y sacó adelante un taller de recuperación de dispositivos móviles, que trascendía la mera labor educativa. Con su iniciativa, sus alumnos recrearon todo el proceso de creación de una empresa de reparación de móviles en el propio centro, lo que posteriormente les proporcionó experiencia para sus tres meses de prácticas en empresas reales.
En esta ocasión, Ronda, que es profesor de un Máster de Inteligencia Artificial y Big Data, desarrolla una metodología por proyectos en un centro público integrado de Formación Profesional, de forma que sus alumnos trabajan codo con codo con profesionales. Concretamente, lo hacen en las instalaciones que la multinacional Accenture tiene en el Málaga TechPark. Allí se forman y se nutren de la experiencia de profesionales que trabajan en las materias que ellos estudian relacionadas con la ciencia de datos y la IA. «Damos las clases en la misma oficina, nos facilitan el equipamiento tecnológico y, en ocasiones, vienen trabajadores del sector a dar alguna charla a los estudiantes», indica este docente, que el pasado año fue tutor de un grupo. «Trabajar con una empresa nos permite también mantenernos actualizados. Desde que estoy en este máster, me he pegado los últimos años acostándome de madrugada preparándome las clases», subraya.
En esa implicación y compromiso con sus alumnos cree que reside la clave de este reconocimiento: «Imagino que habrán valorado no sólo la metodología, sino también que esté pendiente de ellos, de que encuentren trabajo y de que saquen el máximo rédito posible a su formación», avanza Ronda, quien un día cogió las maletas y se vino a Málaga a estudiar Ingeniería Técnica Informática desde su Ceuta natal. Aquí descubrió que trabajar en la empresa privada no era lo suyo. Tenía la sensación permanente de que su labor «se perdía» cuando programaba para otros. «Aquello no es comparable con lo gratificante que es encontrarte a tus alumnos años después y que te digan cuánto les sirvió lo que le enseñaste para encontrar un trabajo».
A sus clases no asisten entendidos en la materia. Algunos no han trabajado con un código en su vida, pero con el método desarrollado por Carlos Yáñez (Orense, 1984) salen programando en 16 semanas y prácticamente colocados. Presume de que la inserción laboral es del 92%. «Hay que romper con el mito de que programar es difícil, lo que ocurre es que no se explica bien y por eso resulta complicado», recalca este ingeniero de software (Universidad de Vigo), apasionado de la enseñanza (cursó el Máster de Profesorado en la Universidad de Málaga) e impulsor de Socratech, una escuela que nació tras la pandemia cuando se evidenció la utilidad y efectividad de la formación on line. En ella se ofrecen cursos tecnológicos, incluyendo bootcamps intensivos y de especialización en áreas como desarrollo web, experiencia de usuario o inteligencia artificial. Llevan a gala que cualquiera puede aprender programación desde cero y sin necesidad de conocimientos previos. «Algunos alucinan de lo que son capaces de hacer. Convertimos a la gente en devota de la programación», subraya. Tanto es así que todos los martes por la tarde, a las 17.30 horas, ofrecen una sesión gratuita para que todo el que quiera se ponga a prueba y vea qué es programar. «Desde el principio, los alumnos realizan ejercicios prácticos y aprenden con proyectos reales para coger experiencia y, sobre todo, confianza en sus habilidades», expone Yáñez, que mostró su enorme sorpresa cuando lo llamó la organización para comunicarle la nominación inicial en octubre. «El reconocimiento llega cuando uno menos se lo espera», asegura este docente que ya obtuvo este año el Premio Nacional de Tecnología Siglo XXI, en la categoría de Mejor Escuela de Formación.
El éxito de su formación radica en que se adapta a la demanda de las empresas. «Tienen una gran necesidad de contratar gente preparada en tecnología, pero no la encuentran ni en la universidad ni en la FP, por eso acuden a escuelas privadas como la nuestra donde enseñamos desde cero, pero con vistas a lo que el mercado laboral demanda». Algo que también tiene un coste, ya que el precio de los cursos oscila entre los 600 euros los más básicos y los 4.500 euros que cuesta el curso de cuatro meses recomendado para quienes parten de cero. En este sentido, Yáñez cree que ser finalista en los Premios Educa Abanca no solo es un reconocimiento de quienes han asistido a sus cursos, sino un «espaldarazo» al proyecto que emprendieron hace tres años y que deja estas cifras: trabajan con 50 empresas y en sus 35 ediciones diferentes, la escuela ha formado ya con el bootcamp a medio millar de personas.
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