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Picaduras de mosquito en las piernas de un niño, en Málaga. salvador salas. archivo
Málaga sufre una fuerte eclosión de mosquitos tigre después del verano

Málaga sufre una fuerte eclosión de mosquitos tigre después del verano

La llegada de los primeros chubascos y el calor persistente en octubre multiplican la población de esta especie invasora

Ignacio Lillo

Málaga

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Miércoles, 6 de octubre 2021, 00:46

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El mosquito tigre ha encontrado su sitio en Málaga. Durante el verano ha sido un visitante tan indeseado como habitual en jardines y terrazas. Pero lo llamativo es que el 'Aedes albopictus' está viviendo un rebrote justo después de la temporada estival, en el arranque del otoño, una estación que ya cada vez más ciudadanos llaman abiertamente «veroño» por las buenas temperaturas reinantes. Desde numerosos puntos de la ciudad, pero especialmente de la zona Este (barrios como El Limonar, Cerrado de Calderón y Parque Clavero); La Victoria y Olletas, en el Centro, y los próximos al cauce del Guadalmedina (Martiricos, La Palma, Trinidad, Perchel) los ciudadanos se quejan de una fuerte eclosión de estos insectos invasores, cuyas picaduras son generalmente más dañinas que los comunes. Esta se produjo a finales de septiembre y continúa en el arranque de octubre. «Este verano en casa sólo he visto mosquitos tigre, y estos días más que nunca», se queja Pilar Rubio, una vecina del Limonar que ha hecho llegar sus quejas a SUR.

¿A qué se debe? Las razones para que esto ocurra las aporta Raimundo Real, catedrático de Zoología de la UMA. Confluyen varios factores, aunque básicamente son dos: la mayor disponibilidad de agua, por los pequeños chaparrones recientes; y la persistencia de las temperaturas altas. «Esta subida al final de verano se debe sobre todo a las primeras lluvias, que han sido muy esporádicas pero han descargado algo de agua. El tigre necesita muy poca, y que aguante sólo 5-6 días para que se desarrolle la larva, eclosiona casi inmediatamente», explica el experto. El periodo larvario es inferior al de las especies comunes locales.

A ello, se une el hecho de que los pequeños charcos se calientan con facilidad, y ello beneficia su desarrollo. También cuando estos se van secando, los mosquitos aceleran su metamorfosis, y lo mismo ocurre cuando hay una elevada densidad de larvas. En realidad, el catedrático pone de relieve que el clima muy seco del verano Mediterráneo no favorece de manera natural la colonización de estos insectos, propios de climas más tropicales. Del mismo modo, los inviernos duros les obligan a replegarse, e incluso si hubiera más nevadas y heladas como las del temporal Filomena podrían llegar a desaparecer (este año empezaron a eclosionar más tarde que los anteriores por esta causa).

Entonces, ¿por qué siguen ganando terreno? «El factor limitante en verano es el agua, pero la tienen de origen artificial, se la ponemos nosotros en los jardines y terrazas: con un plato debajo de una maceta ya les vale, y también ocurre con las arquetas municipales que estancan agua por el baldeo y el riego de las calles y jardines. Todo esto hay que controlarlo». Por ello, concluye: «A cada uno le corresponde controlar su casa, con una cultura de la biodiversidad urbana, en la que están los mosquitos y a los que no hay que facilitar sitios de reproducción».

Escasez de depredadores

En cuanto a los depredadores naturales, las aves insectívoras poco pueden hacer, ya que los tigre vuelan generalmente muy bajo, a pocos centímetros del suelo (de ahí que la mayoría de las picaduras sean en las piernas y pies); aunque queda el recurso de las lagartijas. Estas últimas están sufriendo a su vez mermas por la gran cantidad de gatos ferales que, según recuerda Raimundo Real, hay en la ciudad, y que las cazan por instinto, aunque también son beneficiosos para el control de los roedores. Por tanto, el mejor consejo es evitar a toda costa que queden restos de agua en el exterior donde los mosquitos tigre puedan anidar.

El mosquito tigre fue detectado por primera vez en España en 2004. Es de origen asiático y por tanto, una especie invasora, cuya expansión en la costa mediterránea ha venido favorecida por el cambio climático y el calentamiento, sobre todo en invierno. Se distingue de los comunes por su coloración, negra con rayas blancas en las patas, y su picadura es tan potente que es capaz incluso de atravesar prendas de ropa, como los calcetines.

Su probóscide (la trompa puntiaguda que utilizan para chupar la sangre) ocasiona un fuerte picor, hinchazón y reacciones alérgicas en la zona afectada, generalmente las piernas y pies porque es un especialista en el vuelo bajo, a pocos centímetros del suelo. Pero lo peor es que constituye un vector de transmisión de hasta 20 enfermedades graves como son el dengue, el zika, la fiebre amarilla o el virus del Nilo Occidental. Este último ya está establecido en diversos puntos de Andalucía. Está ampliamente extendido en la franja mediterránea española, y en Málaga va ganando terreno año a año.

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