La capilla de las Ánimas en la parroquia de Santiago. Arriba, algunas de las botellas que dejan tras las rejas. E. R.

La capilla de las botellas de aceite

En un año en la Parroquia de Santiago los fieles dejan más de 30.000 litros de aceite a las Ánimas. Además de ayudar a alumbrar el cuadro de Niño de Guevara, las botellas se destinan a distintos colectivos

Miércoles, 6 de junio 2018, 00:55

«¿Por qué hay tantas botellas de aceite en esta capilla?». Raro es el día en el que no se escucha esta pregunta entre las decenas de visitantes, cruceristas incluidos, que se acercan a diario a la Parroquia de Santiago, una de las principales iglesias del Centro de Málaga y en la que se bautizó Picasso. Los guías dan la respuesta rápidamente, casi sin pensar, y se afanan en explicar en varios idiomas la tradición de las Ánimas y por qué se les ofrece aceite. Mucho aceite. Porque en un año en la capilla dejan alrededor de uno 30.000 litros al año.

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«La de las Ánimas es la mayor devoción de nuestra parroquia junto con el Cristo de Medinaceli», recuerda el párroco, Francisco Aranda. Por eso a diario se encargan de retirar las botellas que se acumulan en la capilla que preside el cuadro de Niño de Guevara -discípulo de Alonso Cano- del siglo XVII y delante del que siempre hay gente rezando, pidiendo y dejando una botella de este líquido. Cuenta la tradición popular que hay que ofrecerle a las Ánimas aceite para que nunca se apaguen las velas y así se cumpla lo que se ha pedido. Pero para las velas que iluminan el óleo apenas se necesitan unos diez litros de aceite al año.

¿Y qué pasa con las miles de botellas de aceite que sobran? Se ceden gratuitamente a un total de 32 colectivos de Málaga y provincia cuyo denominador común es que estén tuteladas o cuenten con alguna vinculación con la Iglesia, como es el caso del Cottolengo, Cáritas Parroquial, Calor y café... Cada uno recibe mensualmente alrededor de 100 litros. Y tanto de girasol como de oliva, aunque éste llega en menor porcentaje. Por cada nueve botellas de girasol suelen dejar una de oliva. «No se vende nada a nadie, todo se da», recalca Francisco Aranda.

Esta tradición de ofrecer oro líquido a las Ánimas se remonta a la creencia de que estas almas en el Purgatorio pueden interceder por nosotros. «Una de las versiones asegura que a estas Ánimas se les debe ofrecer aceite y velas para que se alimenten y puedan trabajar de noche y así cumplir las peticiones», recuerda el párroco de Santiago.

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