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JON A. SEDANO
Domingo, 11 de septiembre 2016, 00:56
Una camiseta negra de tirantes deja ver varias ilustraciones en el cuerpo del tatuador. En su brazo izquierdo un arlequín de color negro sonríe mientras sostiene al joven que tiene enfrente. El profesional, ataviado con una máscara de tela y unos auriculares que sirven para ocultar el sonido continuado de la maquina de tatuar, concentra su mirada en las líneas que está dibujando sobre la piel. Acaba de nacer un nueva ilustración en el cuerpo de una persona durante la 3ª Málaga Tattoo Convention, que se celebra desde el viernes hasta hoy en el Palacio de Ferias y Congresos de la capital.
En otros tiempos serían los guerreros los que lucirían tatuajes. Ahora, personas de todas las edades y condición social se encuentran sentadas o tumbadas sobre camillas mientras utilizan sus cuerpos como lienzo. Unas aguantan el dolor poniendo caras de sufrimiento, otras escuchan música tranquilamente y otras se dedican a hablar o a leer el móvil con normalidad. Cada persona es un mundo y cada tatuaje también. Desde los símbolos más sencillos hasta las ilustraciones más elaboradas se dan la mano a lo largo de los diferentes expositores que hay dentro del pabellón. No hay ni un solo puesto en el que no haya una persona tatuándose, aunque eso sí, todos lucen algún que otro dibujo en sus cuerpos, por lo que a ninguno le pilla por sorpresa la sensación.
Al ritmo del punk irlandés de los Dropkick Murphys decenas de agujas martillean la piel. El siseo es constante. Una especie de canto de sirena para los que buscan hacerse un nuevo tatuaje. Hoy es el últimó día para poder disfrutar de este festival dedicado a la tinta bajo la piel.
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