El último baile de Alberto Castro
El polivalente lateral malagueño de 30 años, actual jugador del Trops y ex de Los Dólmenes, pondrá este sábado fin a su prolífica carrera deportiva por motivos personales
Asegura que el golpe de realidad le llegará cuando se vista de corto por última vez. La rutina le mantiene distraído en la que es, inevitablemente y sin posibilidad de dar marcha atrás, su última semana como jugador de balonmano profesional. Tras trece años compitiendo entre la Asobal y la División de Honor Plata, Alberto Castro, que se ha ganado por derecho propio pertenecer al grupo de ilustres de este deporte a escala provincial, pondrá fin a su carrera a sus 30 años. No lo hace por la edad, sino por motivos personales. La familia, el trabajo y el frenético ritmo de vida que va intrínseco en la de quienes compiten al máximo nivel le han empujado a dar un paso al lado. Las prioridades cambian ahora para este polivalente lateral, convencido de que el futuro tiene cosas maravillosas preparadas para él.
«Ha sido bastante meditado. No ha sido solo una decisión o una sola razón. Llevo demasiados años compaginando trabajo y balonmano. Es complicado llevar el ritmo de ambas cosas, con viajes a mil kilómetros cada dos fines de semana. A eso le tienes que sumar la vida en familia y la vida social con amigos. Tengo bastante cansancio acumulado de muchos años y mi cuerpo me ha dicho que necesita un respiro», expresa y expone a este periódico a escasos días de su retirada.
Con su tierra siempre por delante, Castro, criado cerca de la estación de tren y formado en la cantera y en las aulas del Colegio Puertosol, ha vestido durante el grueso de su carrera las camisetas de Los Dólmenes y el Trops Málaga, los dos grandes clubes de la provincia. Sólo dejó su tierra por una temporada: jugó en Puente Genil, en la Asobal, por el descenso extradeportivo que sufrió la escuadra antequerana en la temporada 2015-16.
La función, su función, acabará mañana. El telón caerá y las luces se apagarán en el pabellón Fray Francisco Baños del Colegio Los Olivos (19.00 horas) ante el Amenabar de Zarauz. A sus espaldas, años alucinantes en los que ha conseguido un ascenso a la máxima categoría con el equipo al que le entregó algunos de sus mejores años, Los Dólmenes, y varios intentos con el equipo de la capital. Tuvo ofertas para abandonar Málaga, pero siempre decidió quedarse aquí. Los 'y si' no le comen la cabeza y asegura estar en paz con las decisiones que le han traído hasta aquí. Que le han hecho ser quien es.
Destaca aquella promoción a la máxima categoría con el equipo de la ciudad de El Torcal (allá por la 2020-21). «Fue el culmen a una trayectoria muy trabajada y muy complicada en muchos momentos, que pasó por muchos altibajos, basada en un proyecto a largo plazo. Cuando se consiguió fue muy emotivo», relata. Para él, ese proyecto cerró su círculo con esa promoción a la Asobal. No destaca ningún mal momento más allá del antes mencionado descenso, por lo económico, de Los Dólmenes, que le llevó a vivir en lo personal su primera experiencia en la élite. No salió mal parado de aquel mal trago. «Fue amargo, injusto e inmerecido, pero trajo consigo una buena noticia». Positivo por naturaleza, lanza una reflexión: «He intentado en los momentos malos dar una vuelta de tuerca para que no fueran tan malos», asegura. Con el Trops se quedó a las puertas del ascenso hace ya tres campañas y después siempre se quedó cerca de asaltar los puestos de promoción.
Maestro y entrenador
La mayor parte de su tiempo la dedica a su oficio: es maestro del colegio Obispo San Patricio, aunque también ejerce de monitor y entrenador de dos equipos de niños en el colegio Cardenal Herrera Oria, en el Camino de los Almendrales. Lleva bastantes años ligado a las escuelas concertadas de la Fundación Victoria. «Tuve la oportunidad de entrar en la escuela deportiva llevando a niños. Me fui formando, porque aún no tenía mi carrera, y cuando tuve todo lo necesario, me dieron la oportunidad de formar parte del equipo docente», cuenta sobre su proceso profesional. Sobre su frenético día a día.
«Me levanto para entrar a las 9 en el 'cole', salir a las dos, comer rápido para entrar a las tres y media, hasta las seis y media, a las extraescolares de balonmano, y subirme rápido al coche para poder entrenar con el equipo (el Trops Málaga) a las siete. Y hasta las nueve. En ese sentido es difícil de llevar durante tiempo, pero he intentado hacerlo lo mejor que sé», relata con detalles.
Su faceta familiar también ha tenido peso en su decisión. Se casó hace algo menos de un año y, aunque aún no es padre, es una opción que plantea en serio para su futuro más cercano: «Quizá sea otra de las facetas que hayan hecho que sea necesario dar un paso al lado. Las necesidades y las expectativas de vida van cambiando. Intento tener la mayor relación posible con mi familia», expresa, poniendo en valor esta parte tan importante de su vida.
El tiempo dará una perspectiva mayor y más real de lo que ha sido Alberto Castro para el balonmano malagueño, aunque por el momento no se considera uno más en ese grupo de ilustres: «Pero sí que me siento orgulloso de mi trayectoria y de lo que he podido dar en todos los equipos en los que he estado. Una cosa que me ha caracterizado siempre es que he sentido un orgullo de pertenencia en todos los conjuntos por los que he pasado. Y lo he dejado todo por los clubes. Estoy contento de haber compartido estos años con grandes compañeros y grandes profesionales». Ahora, sí: punto y final. O punto y aparte...
- Temas
- Balonmano
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.