
Stanley Kubrick, un ajedrecista en busca del cine perfecto
Cuentos, jaques y leyendas ·
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Cuentos, jaques y leyendas ·
La escasa pero monumental filmografía del director neoyorkino simula una lenta partida de ajedrezmanuel azuaga herrera
Domingo, 8 de diciembre 2019, 00:39
En la icónica '2001: Una odisea del espacio' (1968) el astronauta Frank Poole, uno de los pasajeros del Discovery 1, juega una partida de ajedrez contra la supercomputadora HAL 9000 mientras navegan por el espacio rumbo a Júpiter. Sin que me tiemble el pulso ni la voz, diré que Stanley Kubrick (1928-1999) aquí nos regaló la escena de ajedrez más bella e inquietante de la historia del cine. La música de fondo, su extraña melodía, contribuye a que el espectador experimente algo parecido a la angustia, a que presienta que, más allá de lo que ocurre en el tablero, algo está a punto de suceder. HAL 9000 es una máquina perfecta que fue programada para perder contra los humanos el cincuenta por ciento de las veces. La única razón de este ajuste es no perjudicar la moral de la tripulación. Pero vemos cómo el cerebro de silicio se toma la partida demasiado en serio, no cabe duda de que busca una prueba de dominación sobre Frank, al que derrota tras una hermosa combinación táctica. En realidad, Kubrick consigue que sea el espectador el que pierda la partida. Porque cualquiera de nosotros sabe que, a partir de este jaque mate, las cosas se van a poner muy feas en la aeronave.
Pero ¿por qué incluyó Kubrick esta escena en la película? Por un lado, por su amor incondicional al ajedrez, un juego que aprendió con su padre cuando tenía doce años. Esta afición lo acompañaría durante toda su vida y, si revisamos su obra, nos daremos cuenta de que el ajedrez funcionó como hilo conductor o como elemento estético recurrente en buena parte de su filmografía. Kubrick jugó de forma casi profesional en los míticos Marshall Chess Club y Manhattan Chess Club. También frecuentó el parque Washington Square de Nueva York, lugar habitual de los ajedrecistas de la Gran Manzana. En una célebre entrevista que concedió a Jeremy Bernstein –físico, periodista y gran aficionado al ajedrez–, Kubrick confesó que llegó a jugar hasta doce horas seguidas, con descansos solo para comer, un rasgo de obsesión muy similar al de otros personajes que han desfilado por estos cuentos, jaques y leyendas.
Por otro lado, Kubrick siempre mostró un interés desmedido por todo lo relacionado con la inteligencia artificial. Tanto es así que la película 'A.I. Inteligencia Artificial' (2001), de Steven Spielberg, fue en realidad un proyecto suyo. También sabemos que Kubrick quedó fascinado con la increíble historia de 'El Turco', un autómata ajedrecista inventado en el siglo XVIII que venció al mismísimo Napoleón, entre otros ilustres rivales.
Esta inquietud robótica quizás explique que decidiera mostrarnos, por primera vez en el celuloide, una batalla de ajedrez entre una máquina y un ser humano, con derrota incluida para el bando de carne y hueso. En mayo de 1997, el campeón ruso Gari Kasparov perdió contra la supercomputadora 'Deep Blue' de la empresa IBM, precisamente en Nueva York. De este modo, se cumplió la profecía de Kubrick: la máquina derrotaba al hombre. Casi treinta años después de '2001: Odisea del espacio', puedo imaginar a Stanley sonriendo, periódico en mano, mientras la noticia daba la vuelta al mundo. Era solo cuestión de tiempo.
La partida entre Frank Poole y HAL 9000 esconde alguna que otra curiosidad. No pensaba contarlo, pero deben saber que hay quien defiende que el acrónimo HAL resulta de restarle una letra en el abecedario a las siglas IBM. El escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke –autor de 'El centinela', cuento distópico en el que se inspiró Kubrick para el guion de la película– ha explicado 'dos mil y una' veces que el nombre deriva de la expresión (en inglés) 'Heuristic Algorithmic', sin más. Que el lector elija la opción que prefiera. Yo me quedo con la leyenda urbana y el juego de siglas. Es posible que no sea más que una casualidad, pero tiene un punto gamberro que me gusta.
En lo que no hay discusión es en el origen de la partida que vemos disputar en el film, pues Kubrick la toma del libro 'The 1000 best short games of chess', de Irving Chernev. Stanley tenía decidido que incluiría una partida de ajedrez, pero quería que ésta sorprendiera, que fuera impactante. Así que, leyendo a Chernev, se topó con la que, en 1910, disputaron dos jugadores alemanes de segunda, Roesch y Schlage, en un café de Hamburgo. El duelo completo solo dura dieciséis movimientos y su remate táctico es realmente espectacular. La película arranca desde la jugada número catorce, pero ¿saben qué? HAL 9000 comete algunos errores de descripción técnica, justo cuando le explica a Frank Poole por qué debe rendirse. Quizás el astronauta, algo aturdido, no se da cuenta de esta inexactitud porque la posición que observa en el tablero le confirma, en efecto, que la derrota es inevitable. Así, pesa más lo que se ve en la pantalla que lo que oye. «Sí, parece que tienes razón», dice Frank. «Gracias por una partida tan agradable», responde la máquina. ¿Fue este fallo de HAL 9000 deliberado? ¿Quiso Kubrick, un director al que nada se le escapaba, que la máquina nos diera una primera pista de lo que más tarde ocurriría? La pregunta queda en el aire. O en el espacio exterior, para ser exactos.
El primer largometraje de Kubrick, 'Miedo y deseo' (1953), fue considerado por el neoyorkino como «un trabajo de aficionado». Es poco conocido que Stanley financió la película con el dinero que ganó jugando partidas de ajedrez callejeras. Por tanto, podemos decir que el ajedrez, de alguna manera, lo convirtió en director de cine. Demostraré que no exagero. A James B. Harris, con quien fundó una productora que sería clave en su evolución como cineasta de culto, lo conoció en Washington Square, ante el tablero. Entre jaques y enroques, se hicieron buenos amigos. En 1956, la productora lanzó 'Atraco perfecto', el primer gran éxito de Kubrick y obra maestra del cine negro (pregúntenle a Tarantino).
En la película hay varias escenas rodadas en el 'Chess and Checkers House', también conocido como 'La casa de las pulgas', un club de ajedrez de Manhattan al que Kubrick acudía con frecuencia. El actor Kola Kwariani, antiguo campeón de lucha grecorromana, fue incluido en el reparto porque era amigo y rival habitual de Stanley en el club. En una escena del film, su personaje, Maurice, sentencia: «…aquí estoy, perdiendo el tiempo jugando al ajedrez». Es posible que Kubrick quisiera limpiar sus propias heridas en esta línea de guion. Kwariani, por cierto, murió en 1980 debido a la paliza que recibió de unos pandilleros mientras se dirigía al 'Chess and Checkers House'. Pero esa ya es otra historia.
El ajedrez volvió a estar presente en 'Senderos de gloria' (1957), esta vez de un modo subliminal, porque la disposición de los soldados sobre un suelo ajedrezado se asemeja bastante a la estructura de los peones de una partida. En 'Espartaco' (1960), Kubrick repitió el truco visual y convirtió el piso del Senado romano en un tablero de escaques blancos y negros. Y eso que los romanos, que sepamos, no conocían el noble juego. Cuando adaptó a la gran pantalla la novela 'Lolita' (1962) de Nabokov –otro apasionado ajedrecista–, se permitió la licencia de incluir una escena que no aparecía en el libro. En ella podemos ver a Humbert jugando una partida de ajedrez con la madre de Lolita. En un momento dado, ella le advierte: «Vas a comerte mi reina». «Esa es mi intención, ciertamente», le contesta el profesor. En ese justo instante, Lolita entra en la habitación y se detiene al lado de Humbert. Brillante.
Fue una constante que Kubrick jugara al ajedrez en el set de los rodajes. Me resulta bellísima una fotografía suya con el actor George C. Scott en la filmación de '¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú' (1964). Scott declaró, años después, que cuando le preguntaba a Kubrick por qué siempre elegía sus peores tomas, «él se limitaba a desafiarme a una partida de ajedrez, me derrotaba de la manera más humillante y dejaba mi autoestima por los suelos». A la izquierda de esta imagen que les cuento, a cierta distancia, vemos a un tipo con gafas que busca con su cámara un encuadre perfecto que le permita capturar la tensión entre blancas y negras. La foto dentro de la foto. El curioso camarógrafo no es otro que Peter Sellers.
La actriz Shelley Duvall, la resignada chica (Wendy) de 'El resplandor' (1980), sufrió la dominación de Kubrick por partida doble. Por un lado, fue obligada a repetir más de ciento veinte veces una misma toma. Y por otro, en los descansos, probó el sabor de la derrota en el tablero. No me extraña que gritara de ese modo tan descarnado en la película. Ni que perdiera el pelo, como ella misma contó, debido al estrés del rodaje.
El actor y director Sidney Pollack, buen amigo de Kubrick, le definió como «el primer y verdadero perfeccionista que conocí». Christiane Kubrick, su mujer durante más de cuarenta años, apuntó en esa misma dirección: «No se permitía una distracción, ni siquiera ante cualquier conflicto emocional. Quizás esto lo aprendió del ajedrez». Su filmografía, en efecto, es una lenta y casi perfecta partida de ajedrez. Christiane lo dejó aún más claro: «Era un ajedrecista. Es muy posible que esto explique que pasara tanto tiempo entre película y película». Por desgracia, no nos ha llegado ningún registro de sus partidas, pero nos queda su obra, sus encuadres simétricos y su provocador talento. Yo no sé qué hará el lector, pero hoy domingo es el día perfecto para una de Kubrick, el ajedrecista.
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