
David Lerma
Marbella
Viernes, 27 de septiembre 2024
«Buscaremos a los modernos de Madrid», ironizaban Enrique y Roberto Ruiz Cubero, hermanos, en una de las canciones de su primer disco, por el ... que obtuvieron, en 2010, el II Premio de Nueva Creación de Folclore Agapito Marazuela. Seis álbumes después, el proyecto de Hermanos Cubero, no solo ha convencido a los modernos que están à la page, sino a una gran estela de músicos procedentes de rock y la música independiente, con los que han colaborado en 'Errantes telúricos'. Si toda elegancia es antigua, la propuesta de los Cubero es, además, mordaz y llena de ingenio al trasplantar las raíces del folclore a la actualidad y mostrárnoslas con sabiduría: jotas, seguidillas y coplas . Este sábado actúan el el hotel Lima, en Marbella.
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-¿De dónde viene vuestro afición por la música tradicional?
-Desde que que éramos pequeños. Crecimos escuchando música, pero siempre nos llamó la atención el sonido de la música tradicional. Había muchos conciertos entonces, pero no como ahora, que hay más vanguardia. Había mucho grupo de tradición. Nos gustaba el sonido por su autenticidad. También nos llamó la atención de adolescentes el sonido de Estados Unidos, lo que llamamos americana. Nos parecía fresco y auténtico, por la importancia que tenía el aporte personal de cada artista, porque aquí la música tradicional se diluye en la identidad colectiva. Esa aportación individual es muy buena. Es lo que nos interesa, lo que siempre hemos buscado en nuestra propuesta. Y es lo que está pasando ahora con la música folk en España.
-¿Tuvisteis formación musical clásica?
-Somos autodidactas. Ya de mayores hemos tomado clases particulares en Estados Unidos. También hemos aprendido de algunos violinistas y bateristas que han estado por aquí de paso y hemos aprovechado para aprender de ellos. No tenemos formación reglada como tal, aunque en nuestros conciertos solo empleamos guitarra y mandolina. Cuando sacamos 'Quique dibuja la tristeza' íbamos en cuarteto y giramos con violín y contrabajo. Un par de temporadas después lo hicimos solo con un violín.
-Publicáis vuestro primer álbum, 'Cordaineros de La Alcarria' en 2010. ¿Qué decidió ese salto? No erais precisamente unos veinteañeros y no vivís de esto.
-No, lo hicimos porque nos apetecía, por actitud artística. Actuamos por primera en Segovia, en Valverde del Majano, lugar de nacimiento de Agapito Marazuela. Lo que veníamos haciendo hasta entonces era muy amateur y esporádico. Nos apetecía hacer algo más profundo y sacar a flote nuestra personalidad artística. Grabamos ese disco y nos dieron el premio europeo de folclore. A partir de ahí, vimos que la propuesta funcionaba y a la gente le interesaba, que era un sonido muy distinto y que no es fácil de escuchar habitualmente. Eso nos permitió desarrollar más proyectos.
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-Una característica de vuestra música es la ironía.
-Sí, la ironía, el sarcasmo y una cierta vena cómica. Nos gusta mucho eso.
-¿Os cae bien ser llamados juglares?
- Sí, la palabra nos resulta simpática. Podría ser que lo fuéramos.
-Tras dos discos de temática tradicional, editáis 'Quique dibuja la tristeza', que supone una inflexión en vuestra carrera musical a raíz de la muerte de Olga, la mujer de tu hermano.
-Fue también de inflexión en nuestras vidas. Realmente no teníamos pensado hacer este disco. Cuando murió Olga, Quique empezó a escribir canciones para él, para entender lo que había pasado, y me las iba enseñando. Yo decía: joder, estas canciones son muy buenas. El no quería hacer nada con ellas. Eran suyas y muy íntimas. Al final había tantas que le dije a Quique que, a pesar de que eran de una temática dura, vi que eran tan buenas que pensé que merecían ver la luz.
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-Hay sentimiento, pero no hay dramatismo.
-Al final es un diálogo interno de Quique. Eso hace que no haya drama ni victimismo.
-En 2021 editáis dos álbumes, 'Proyecto Toribio' y 'Errantes telúricos', en colaboración con otros músicos.
-Teníamos 'Proyecto Toribio', que eran temas instrumentales tradicionales de repertorio de violín. Este disco nos rondaba ya en la cabeza desde 2012. Fuimos trabajando en ello, buscando repertorio, investigando, porque la tradición oral no está en internet, tienes que ir hablando con unos y otros.
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-¿Sois folcloristas?
-Nosotros no buscamos las fuentes. Los folcloristas, los etnógrafos, hacen ese trabajo. Nosotros acudimos cuando la investigación ya está hecha. En este proyecto es muy importante el trabajo de la Escuela de Folclore de Guadalajara, sobre todo de Carlos Orea, que ya falleció, y nos puso sobre la pista del repertorio. También está el trabajo de la Fundación Joaquín Díaz, que consultamos online. Es una fuente inagotable, una maravilla. No nos consideramos estudiosos, pero nos preocupamos de conocer el contexto de las canciones. Sabemos de dónde vienen y respetamos su espíritu.
-¿Cómo pasáis a colaborar con Josele Santiago, Nacho Vegas o Amaia?
-Las colaboraciones de 'Errantes telúricos' surgieron de manera natural. Nos conocíamos personalmente de antes. La primera canción la grabamos a finales de 2019, en directo, con Rocío Márquez, con Amaia. Luego llegó la famosa pandemia y tuvimos que cambiar el proceso. Grabábamos nuestras pistas y se las enviábamos al colaborador, que grababa por separado y nos la devolvía. Con Josele ya lo hicimos juntos, porque nos lo permitía el calendario de la pandemia. Con Malikian fue a distancia y con Carlos Paris. Fue todo muy 2020.
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-¿Qué hace tan distintivo vuestro sonido?
-Cuando nosotros empezamos con el folk en los circuitos de pueblo, llamábamos mucho la atención, porque no lo hacía casi nadie. Empezamos a tocar en muchos festivales de rock e indie. La corriente creció y hubo uno momento interesante hace tres o cuatro años. Había muchas propuestas interesantes que salían del circuito mainstream con mucha visibilidad. Era un momento artístico muy guay. Ahora se está forzando un poco el sonido de la música urbana y la electrónica, con un poco de actualidad y vanguardia, pero más comercial. Particularmente no me gusta. Nosotros nos mantenemos acústicos. Queremos ser lo más transparentes y sencillos posibles.
-¿Qué es para vosotros la tradición y qué es lo que no encontráis en la música actual?
-Hay mucha sabiduría en las temas de las piezas tradicionales que pasan entre generaciones, con mucho doble sentido y formas de decir cosas sin decirlas para pasar el filtro de la censura de las poderes políticos, la Iglesia o los Ayuntamientos. En esas letras veo una habilidad especial para convertir el lenguaje cotidiano en algo que tiene muchas aristas, muchas lecturas, para decir cosas con mucha importancia.
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-Lo que contáis hoy no es muy distinto de lo que se contaba ayer, como en 'La molinera y el corregidor'. Es una historia de infidelidad. En vuestra música hay también un trasvase literario.
-Una de las influencias a la hora de escribir letras es la literatura del Siglo de Oro, sobre todo para Quique, que es un especialista y tiene muy estudiado a Garcilaso y a Cervantes. Esa especie de retórica, esa manera de buscar el recorrido en la frase, un recorrido más florido, eso sí lo intentamos aplicar. También tenemos otro tipo de influencias. Hay muchos compositores de canciones en Estados Unidos que también utilizan esos dobles sentidos, pero de forma más simple. El idioma inglés es un poco más sencillo y más directo, y eso también lo aplicamos a la manera de escribir. Nos gusta esa combinación. Intentamos mantener ese equilibrio.
-El inglés es un idioma fundamentalmente monosilábico.
-Claro, encajar el Tetris de una letra de una canción es más fácil.
-También os gusta el verso octosílabo.
-Sí, es así. Tradicionalmente las jotas tienen ocho sílabas, pero también tenemos muchas seguidillas que son de cinco y siete. Cuando hacemos canciones más libres, ahí sí que la métrica depende de la melodía. Pero si escribimos coplas, sí que nos ceñimos a la métrica tradicional. Los romances y fandangos tienen métrica libre. Si me preguntas a mí, como opinión personal, la métrica característica de la tradición del castellano es la seguidilla, los versos de cinco y siete, porque para mí tienen una gran fluidez y fuerza en el discurso. Tienes que resumir mucho. En cinco sílabas caben muy pocas palabras.
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