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Regina Sotorrío
Jueves, 9 de marzo 2017, 14:33
Se lanzan miradas cómplices mientras hojean su biografía recién salida de la editorial. Se sonríen. «¡Mira esta foto!», «¿te acuerdas de esto?». Entre la imagen de la cubierta y de la contraportada hay más de 30 años de sus vidas y ahí siguen Javier, Manolo y Chris a la cita faltó Antonio hablando de música, de los dorados 80, del Torremolinos del desarrollismo, de locas anécdotas de su carrera y de sus proyectos de futuro. Más que un grupo, Danza Invisible es «una pequeña empresa creada por unos artesanos que siguen siendo amigos», describe Javier Ojeda, el incombustible vocalista del grupo malagueño. Por eso ahora, a punto de cumplir 35 años a este lado de la carretera (tema emblemático que ayer recordaron en directo), los Danza aseguran que lo que se avecina es «una celebración de la amistad» con una fiesta y una delicatessen para fans.
Lo primero será un concierto el sábado 18 de marzo en el Auditorio Municipal de Torremolinos, donde se criaron, desde donde despegaron y donde incluso dan nombre a una calle. Durante 12 años no pudieron actuar allí por «el veto» del anterior equipo municipal, una prohibición que rompieron en el verano de 2015 con una emotiva actuación que «más que un concierto fue un grito de liberación de la gente», reflexiona Ojeda.
Ese simbólico momento es, precisamente, la imagen de portada (firmada por José Cortés) de la biografía que Círculo Rojo acaba de publicar, Compañeros de camino. Fan de la banda desde que era un crío y ahora amigo, el periodista Salva R. Moya reúne la historia de una de las pocas bandas icónicas de los años 80 y 90 que todavía hoy sobrevive con casi todos sus miembros originales (salvo Ricardo Texidó, que dejó el grupo principios de los 90). Reconoce el autor cierta «subjetividad» en el relato, pero sustentado en una labor de documentación con testimonios de la familia Danza Invisible y palabras de compañeros como Kiko Veneno, Álvaro Urquijo, Juan Aguirre (Amaral), La Frontera, 091, Pablo Alborán y Diana Navarro. Entre todos suman cientos de anécdotas.
Anécdotas
«Hay muchas. Tenemos una imagen de cara al exterior mucho más pijita de lo que realmente somos: una furgoneta de Danza Invisible es puro rock and roll en todos los sentidos», asegura Javier Ojeda. Y para demostrarlo, aporta un dato: en el concierto del 30 aniversario en la Sala París 15, se batió el récord de consumo de alcohol entre el público y en el camerino. «Ríete de los grupos de hardcore, de heavy y de Loquillo. ¡Son las monjitas de la caridad comparados con nosotros!», bromea el cantante.
Una foto de Javier Porto del mítico concierto en Rock-Ola en 1982 cierra la biografía, una instantánea que habla de toda una época. «Tuvimos la suerte de vivir una explosión cultural donde después de años grises se abrazaba la diversidad. Hoy pones la radio y parece que todos están cortados por el mismo patrón», lamenta el bajista Chris Navas.
Desde entonces viven sin complejos en un revival constante de los 80, porque el público quiere escuchar sus canciones emblemáticas. «Para sacar un disco de material nuevo hay que ser muy romántico y tener una determinación salvaje. No tiene sitio donde escucharse y en los directos piden las mismas canciones», admite Ojeda. Las nuevas letras las dejan para los proyectos paralelos a Danza. En cualquier caso, avanzan que en el concierto del 18 de marzo «arriesgarán» con un repertorio «nada cómodo o previsible», dando su sitio a canciones que quizás han pasado más desapercibidas. Pero que no cunda el pánico: «Sabor de amor estará».
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