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A los 14 años vendió su primer cuadro, conoció a José Ortega y Gasset y decidió aprender español para poder leer su obra en versión ... original, siempre socarrón y exquisito, su amor por el Mediterráneo y su alma nómada le llevaron desde su Alemania natal hasta Málaga, donde su obra forma parte del paisaje de la ciudad y de la biografía de varias generaciones a través de su creación más popular: las esculturas del Parque del Oeste, que ahora quedan huérfanas con la muerte de Stefan von Reiswitz. El escultor con residencia en Málaga desde mediados del siglo pasado ha fallecido a los 87 años a consecuencia de una neumonía.
«Fue un alivio llegar aquí. Vivía en Marbella y me harté en el 54 o el 55. Me marché a Torremolinos, que era un pueblo precioso. Me bajé del autobús y hacía un viento terrible, con mucho polvo en el aire y me metí otra vez en el autobús hasta que llegué a Málaga. Aquí hacía un sol espléndido y nada de viento, así que decidí quedarme. Había carrozas, un pequeño puerto, una pequeña plaza de toros... Aprendí a conducir en El Perchel... Fue toda una experiencia...», compartía Stefan entre risas en una entrevista con SUR con motivo de su 80 cumpleaños.
Pronto se involucraría en la vida cultural de la ciudad, primero en aquel Grupo Picasso y después en el Colectivo Palmo, el grupo formado por artistas como Enrique Brinkmann, Dámaso Ruano, Manuel Barbadillo y Juan Béjar, entre otros, que resultó crucial en el tránsito hacia la modernidad del arte hecho en Málaga durante el último tercio del siglo XX.
Pintor antes que escultor, en la década de los 80 Stefan fue virando de una disciplina a otra mientras profundizaba en su singular iconografía de animales fantásticos emparentados con el surrealismo, aunque el propio autor siempre desconfió de esa etiqueta. «Todas las criaturas las he cruzado con mis pesadillas de niño, cuando estuve todos mis años de colegio en tiempo de los nazis bajo esas águilas doradas que me daban pánico», recordaba el artista. Al fin y al cabo, Stefan siempre entendió la creación artística como una cuestión más de instinto de que intelectualidad, aunque su residencia en una colina de El Limonar estuviera plagada de libros de arte.
La Fundación Picasso-Museo Casa Natal, la extinta Sala Alameda de la Diputación Provincial y el Taller Gravura dedicaron algunas de las exposiciones más recordadas en Málaga a un autor que forma parte de la colección del Museo del Patrimonio Municipal, pero no del Museo de Málaga, instalado en el palacio de la Aduana. Ante ese olvido, Stefan solía encogerse de hombros y sonreír, más atento a la puesta de sol que a la eternidad, dando siempre la impresión de estar pensando en otra cosa, en un mundo propio que trajo a este a través de sus esculturas. Él mismo lo resumía en un deseo certero: «La imaginación tiene pocos lugares donde echar a volar y espero que el Parque del Oeste sirva para eso». Y claro que sirve.
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