Lluís Homar: «Con 'El príncipe constante' he hecho un máster de vida y de teatro»
La obra, una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y el Soho CaixaBank que se estrena este jueves en Málaga, se plantea como «una defensa de lo único y lo personal»
A Lluís Homar le puede la emoción cuando habla de 'El príncipe constante'. «Nunca había vivido una experiencia así, querría que no se terminara«, ... admite. Hay algo en este reto que le »hace bien«. Hasta le regula la tensión alta, confesó con una sonrisa. Es su primera gran apuesta como director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y su estreno en el complejo verso barroco. En sus muchos años en las tablas, Homar ha dado voz a infinidad de clásicos, pero nunca a Calderón de la Barca. Es más, en los 35 años de historia de la CNTC, la compañía jamás había representado esta obra de un joven Calderón de 29 años que encierra un significado más profundo del que se desprende de una primera lectura. Es una invitación a un »viaje interior« y un canto a la libertad individual en un tiempo en el que lo colectivo »está en profunda convulsión«. »Con 'El príncipe constante' he hecho un máster de vida y de teatro«, aseguró en el Teatro del Soho CaixaBank.
Publicidad
Tras estrenarse en Madrid y pasar por varias ciudades españolas, la CNTC ofrecerá cuatro pases del jueves 20 al domingo 23 de mayo en el escenario de Antonio Banderas, que ejerció ese jueves de anfitrión con el equipo. Se trata, además, de la primera coproducción del Soho con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (junto con el Arriaga de Bilbao y el Principal Antzokia), y confían en que no sea la última.
El director Xavier Albertí aceptó el desafío de llevar este texto «inconmensurable» a las tablas, un trabajo que le ha descubierto a otro Calderón diferente al que figura en los análisis de Menéndez Pelayo. La obra parte de un hecho histórico: en 1437, en un intento de colonizar Tánger, una ciudad vinculada a los reinos africanos, el infante Fernando de Portugal es hecho preso. El rey de Fez acordó su liberación a cambio de la ciudad de Ceuta, pero ese canje nunca se produjo: Fernando lo rechazó y murió como esclavo unos años después. Calderón había leído esas crónicas y, a la vez, vivía en un contexto histórico muy particular: una década antes de escribir la obra, se produce la última expulsión de los moriscos de España.
Publicidad
De primeras, 'El príncipe constante' parece un reflejo de la tensión entre la religión católica y la musulmana. «A un príncipe católico hecho prisionero se le pide como rescate la devolución de una ciudad que ya es católica para volver a la fe musulmana. Y ese príncipe dice: 'No puedo permitir que esa gente católica abjure de su fe para proteger vida y hacienda'. Evidentemente, eso resonaba en la España de 1629 con lo que se estaba haciendo con otras personas que tenían que haber abjurado de su fe para no ser expulsados«, reflexiona Albertí.
Por eso, Albertí huye de la consideración de 'El príncipe constante' como obra de la contrarreforma o de «propaganda de la expansión de la fe católica». «Calderón lo que hace realmente es intentar burlar los elementos de la censura para conseguir estar mucho más cerca de una libertad intelectual, de fe y humana mucho más progresista de la que los textos de Menéndez Pelayo le han intentado inscribir«. El autor barroco es, a juicio de Albertí, «un hombre reformador donde los haya» sobre el que «se ha querido imponer parámetros cercenadores de esa libertad ideológica».
Publicidad
La obra se plantea así como una «defensa de lo único, lo subjetivo y lo personal», una invitación a un «viaje interior hacia lo más profundo de nuestro ser individual para enriquecer los espacios colectivos» con una «una profundísima autenticidad». «Cada persona puede decidir lo que quiere ser en la vida y tiene que ser consecuente con esas decisiones», sentencia Albertí. Homar, en la piel de Don Fernando, ha hecho ese ejercicio de introspección como actor y como individuo. «El viaje hacia la libertad y la felicidad pasa por el viaje hacia uno mismo (...) Para mí no hay nada más importante en la vida que eso», aseguró el actor.
'El príncipe constante' respeta la palabra original de Calderón, con 14 actores y cuatro músicos en un escenario con una decoración mínima, «casi abstracta». La puesta en escena evita «subterfugios» que le hagan creer al espectador «que puede disfrutrar de la función solo desde el canal visual». Tiene que entrar de lleno en ese viaje por él mismo. Están las acciones necesarias para dar verosimilitud al texto, pero ninguna más. Es una función «donde se oye la palabra, donde ofrecemos esas imágenes de Calderón, lo que nos pasa por dentro, y damos ese espacio al espectador para que imagine todo eso», explicó Beatriz Argüello, el elemento femenino de la obra. «Creo que nos hace mejores y el público se hace mejor». 'El príncipe constante', resumió el actor Arturo Querejeta, el rey de Fez en las tablas, «apasiona, emociona, conmociona»: «Se puede doblegar a un individuo físicamente pero no podrán doblegar sus ideas».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión