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Regina Sotorrío
Viernes, 19 de diciembre 2014, 00:45
Reconoce que hubiera sido «un gran espía internacional». Eso de tener «doble y triple identidad» no se le daría mal a Alfredo Taján. Quienes le conocen saben que está en lo cierto, y por eso muchos sonreían cómplices cuando lo admitió ayer ante una abarrotada sala de la Sociedad Económica deAmigos del País. Quienes no, lo pueden descubrir a través de sus escritos, de sus novelas y ahora también de sus poemas. En esos versos que ahora reúne por primera vez en la antología Nueva usura, Taján demuestra su capacidad de meterse en otra piel, de recrear situaciones, de ficcionar sobre historias pasadas... En esos poemas puede ser un sefardí, presenciar al fantasma de Mishima, ir en un tren hacia una devastada Dubrovnik o, incluso, ser un espía como su adorado James Bond.
Taján, más conocido por su faceta de narrador y director del Instituto Municipal del Libro (IML), reúne parte de su obra poética dispersa en libros y colecciones desde 1983 hasta ahora en este libro que edita Renacimiento. Un «trabajo de espeleología», explicó, que ayer presentó en el Aula de Cultura de SUR junto a su responsable, Pablo Aranda, y respaldado por una amplia representación del mundo cultural malagueño. Allí estaban María Victoria Atencia, José Infante, José Antonio Garriga Vela, Salomón Castiel, Rosa Francia, Tecla Lumbreras, Guillermo Busutil, Carlos Pranger, Lourdes Moreno, Francsico Fortuny, Mariano Vergara, Silvia Grijalba y Diego Santos, entre muchos otros. «Es un premio a la fidelidad en una época en la que se vende a precio de rebaja», agradeció Taján. Se trata de un libro de naturaleza «circular» detalló donde un poema se alimenta de otro, sin un orden cronológico sino narrativo. Muchas son sus influencias, pero dos se imponen a las demás: Ezra Pound y Wallace Stevens.
Lectura
Con esas premisas, Taján se dispuso a recitar algunos de sus versos, un recorrido por el libro que sirvió de aperitivo a lo que guardan las páginas. En ese camino confesó que padece «la enfermedad de los mitos». «Determinadas obsesiones estéticas me dominan presentándose como imágenes y poses reiterativas e incontrolables», admitió. Ahí encuadró poemas como El fantasma de Yukio Mishima «fue un adelantado de la performance por su voluntad de convertirse en un samurái moderno» o Dedos de oro (sobre el mundo de los espías). Su capacidad de recrear referencias históricas queda patente en La traición de Erasmo, donde imagina al humanista tentado por el oro de los príncipes. Aborda la muerte en Abolida y la barbarie humana en El tren a Dubrovnik, escrito tras ver por televisión imágenes de la quema de su biblioteca durante la guerra de los Balcanes. Cerró la selección con Nueva usura, el poema que da nombre al libro y un «toque de atención a las ideologías que, vengan de donde vengan, aniquilan el libre pensamiento».
Con sus lecturas Taján llevó a la práctica lo que minutos antes habían teorizado los encargados de presentar de forma «excesiva y excelente», dijo su obra. La escritora Isabel Pérez Montalbán elogió su talento para poner «el saber de siempre al día». Le calificó por eso de hombre «moderno», adscrito a los «movimientos literarios inconformistas», al neomodernismo, neovanguardismo, neosurrealismo... todo lo que lleve el prefijo neo. Para el poeta y crítico Vicente Luis Mora, Taján es un hombre «difícil de etiquetar». Destacó su carácter cosmopolita, su «plasticidad literaria», la capacidad de su poesía de «encarnar la historia» ficcionándola y el doble sentido de la nocturnidad en sus versos. «Solo el que ha viajado al fin de la noche sabe que la noche no tiene fin», reflexionó. Es por tanto, en opinión de Vicente Luis Mora, poesía «tardomoderna»: toma la modernidad como punto de partida para después continuar con su legado.
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