
En las librerías de segunda mano de Málaga perviven las historias de sus propietarios. En unos casos el germen del negocio fue una herencia literaria ... recibida por el propio emprendedor. En otros, los primeros a la venta fueron los libros que ellos mismos habían atesorado porque eran coleccionistas: había que salir de un atolladero económico y laboral, aunque en el proceso se sintiera tanto daño como si les estuvieran amputando un miembro del cuerpo. El mismo dolor, por otro lado, que siguen sufriendo ahora, porque no dejan de estar vendiendo unos libros que han comprado personalmente y que no proceden de las grandes tiradas de los nuevos títulos que sueltan las editoriales, sino que suelen ser escasos, raros a veces. También hay ejemplos de otro tipo de romanticismo: un amor que llevó a cruzar el Atlántico, el desamor que empujó a descruzarlo, y una franquicia de libros usados que sale al rescate de la supervivencia económica de regreso a España.
Publicidad
Ahora estos establecimientos se alimentan de las vidas de quienes heredan una biblioteca y no tienen sitio para poner los libros ni gusto por esos títulos en concreto que han caído en sus manos: son todos de historia, por ejemplo, y ellos prefieren la novela negra. También dependen de quienes hacen una mudanza que convierten en una excusa para soltar lastre. Aunque los libreros de viejo discriminan: no compran al peso. Analizan si esos volúmenes van a tener salida en el mercado. Así que por ejemplo la Librería Códice pide que el vendedor mande por WhatsApp fotos de la biblioteca en venta en cuestión y Enrique Consuegra sabe con un solo vistazo a los lomos si le interesan, o no.
Pero no hay un solo mercado. Y aquí entran en juego también las historias de los terceros actores necesarios de las librerías de viejo: los compradores –que no siempre son lectores–. Porque por un lado está clientela que busca libros-objeto, antigüedades: ésta ni siquiera en muchos casos llegará a leerse su contenido, ni siquiera a abrirlos por miedo a estropearlos, aunque se conocerá todos sus datos técnicos, como el tipo de papel, de encuadernación, quién fue el responsable y qué artista diseñó las ilustraciones, además de las peripecias por las que atravesó cada ejemplar a lo largo de sus siglos de historia. Y por otro lado está el mercado de los puros lectores, quienes se limitan a buenos títulos bien traducidos y en buenas ediciones.
¿Y cuál es el perfil de quienes compran en las librerías de segunda mano? Depende. En la Librería Anticuaria Antonio Mateos explican que sobre todo gente «culta y de cierta edad», a partir de los 50 años. Algunos, incluso, vienen del extranjero a buscar los tesoros que se sabe con que cuenta esta pequeña tienda, como un profesor de una universidad americana que repite visita año tras año.
Publicidad
En Códice, una librería más dedicada al libro como obra literaria, cuando abrió hace décadas, en su mayoría los visitantes sobrepasaban los cuarenta años, pero ahora van tanto octogenarios como muchachos de veinte. Y la clientela se ha enriquecido, dice Francisco Soler, de Abadía, con los turistas que buscan muchos Quijotes, libros sobre España y sobre Málaga y poesía de Lorca.
Los libros usados que más se venden son las novelas. Pero también la filosofía, sobre todo entre los jóvenes, muy especialmente, dice Carmen Ocaña, de Re-Read, los fines de semana. La autoayuda tiene su nutrido público: es más barato un libro, sobre todo si es de segunda mano, que un terapeuta. Además, los títulos sobre esoterismo causan furor. Sea como sea, todos estos espacios son oasis en pleno fragor urbano.
Publicidad
Librería Anticuaria Antonio Mateos
Esta historia data de hace cerca de noventa años, cuando, en 1938, hace cuatro generaciones, el primer Antonio Mateos de la estirpe abrió una tienda en la calle Liborio García –ahora están en Esparteros–. Era plena Guerra Civil y los libros –como todo– escaseaban, así que puso a la venta las existencias que había acumulado siendo interventor del Estado en los ferrocarriles de la ciudad literaria por excelencia, Barcelona. Allí entró en contacto con libreros, recorrió los 'encantos' (mercadillos) y llenó con libros vagones enteros cuando se mudó a Málaga. Los guardó en un almacén en la calle San Telmo y los vendió, además de en la tienda, en quioscos de la Plaza de la Marina. Durante esos primeros años, el fundador viajaba por Europa en busca de joyas literarias y libros antiguos, como primeras ediciones de la Generación del 98 y ejemplares del Siglo de Oro.
El libro antiguo –y más como objeto que como pieza de lectura– es también la especialidad de la cuarta generación que se ha hecho cargo de la tienda. Se llama, como sus predecesores, Antonio Mateos, y se licenció en Historia del Arte hace dos años. «Le gusta el negocio», dice su padre, al que todavía le es difícil desengancharse de la librería, de su pasión: «Me he criado en medio de libros, en mi casa hay miles de libros. Mi hijo ha jugado a los cochecitos sorteando torres de libros».
Publicidad
«Los que nos gustan son los raros: una primera edición de Alberti, volúmenes con litografías de Picasso... Por ejemplo, tenemos una revista francesa de 1909 con dos dibujos de Picasso de cuando firmaba como Pablo Ruiz», ilustra. «Queremos libros curiosos y queremos difundirlos. Evitamos los restos de ediciones», agrega, para mostrar más ejemplos de lo que se puede encontrar entre los 20.800 volúmenes que atesoran: manuscritos sobre la Inquisición, firmas reales desde los Reyes Católicos hasta Carlos IV que consiguen comprando bibliotecas y en subastas. «La verdad es que nos cuesta deshacernos de lo que compramos», dice, aludiendo a su apego a un catálogo formado por libros que en su mayoría tienen más de cien años, y que son de todo tipo de materias, incluida la magia negra, afición del más joven de la saga.
Lanza algún guiño a las administraciones malagueñas: tiene el acta de constitución del Teatro Cervantes, sobre el que ninguna institución ha mostrado interés; ni por el Viaje de Gibraltar a Málaga de Francis Carter, que confiesa que conservan escondido por la veneración que sienten por sus ilustraciones pintadas a mano entre las que está Catedral con sus dos torres, anticipando algo que nunca llegó a pasar; ni por el documento que puso en marcha «el abuelo del tren litoral».
Publicidad
Pero la joya, por ser el libro más caro, es 'De las cosas memorables de España', de Lucio Marinelo Sículo, a la venta por 5.000 euros.
Librería Códice
El origen de la Librería Códice es una herencia de 20 o 30 cajas con alrededor de 3.000 libros en su interior que recibió el padre de Enrique Consuegra, su propietario, de un hermano suyo. Un año después, su propio padre sería el que muriera. Y entonces, hace varias décadas, se decidió a poner la librería con esos primeros ejemplares entre los que se contaban los clásicos de la literatura española o rusa. Ahora, a los libros y cómics que le venden quienes reciben herencias o emprenden mudanzas –con el tiempo, dice, el placer de haber acumulado ejemplares se convierte en un lastre–, también suma discos.
Entre los 10.000 libros que tiene en la tienda de la calle Casapalma y los más de 200.000 que conserva en un almacén, cuenta con joyas del coleccionismo como los TBO de los años cincuenta en perfecto estado que se venden a razón de 8 euros el ejemplar, como el que se lleva un asiduo cliente de 81 años mientras conversamos con Consuegra. Aunque el librero dice que no es muy fetichista: compra los libros para la tienda, se queda con alguno, pero confiesa que en su casa no tiene muchos. Su filosofía es que los libros tienen que «rular». Así no le pasa lo que ha detectado que es muy habitual en las bibliotecas que adquiere: hay muchos libros repetidos, la gente vuelve a comprar títulos porque no recuerda ni que los tiene ni que ya los ha leído.
Noticia Patrocinada
Pero sí responde al ideal del librero que quiere mantener la cercanía con la clientela. Y en eso es un resistente. El local de la calle Casapalma en el que se ubica esta librería de segunda mano es propiedad de Consuegra: «Vengo muy contento a trabajar. Podría alquilar el local y vender por internet desde una nave, pero me gusta el contacto con la gente. Además, ya sabemos que si por aquí cierra cualquier cosa, se convierte en un bar...». También es cierto que el hecho de no tener que pagar alquiler le hace más fácil mantener ese establecimiento en pleno corazón de la ciudad, a un paso de la Plaza de Uncibay, donde se agolpan turistas y terrazas.
Librería Abadía
Unas viajeras buscan 'El Principito', de Antoine de Saint-Exupéry, y un chico turco que está recorriendo Europa pide literatura española accesible para su discreto conocimiento del idioma y se lleva 'El príncipe destronado', de Miguel Delibes. En gran medida, dice Francisco Soler, propietario de Abadía desde hace ya un cuarto de siglo, su público es extranjero: «El negocio, con el turismo, se ha vuelto más interesante, por la variedad de gente y de historias. El español es una lengua que interesa».
Publicidad
Soler siempre fue lector y coleccionista de libros, especialmente de novela de género y de cómics, a los que luego sumó volúmenes de su especialidad, la Filología Hispánica. Pero se quedó sin trabajo –fue profesor– y puso una librería de segunda mano en la calle Comedias –ahora está en Tejón y Rodríguez– con su colección de 4.000 o 5.000 libros a la venta. Sintió, dice, una especie de castración. Esa solución temporal a su supervivencia se prolonga tanto en el tiempo porque se dio cuenta de que le gustaba mucho el contacto con el público.
Aunque tantos años después de que por primera vez levantara la persiana siente casi eso mismo que al principio: los libros que vende son los que ha comprado, y que no son los de una librería convencional que reúne novedades o nuevas ediciones de amplias tiradas; los suyos son a veces ejemplares raros, únicos, siempre escasos. De hecho, no compra todo lo que le ofrecen; selecciona: no quiere libros poco interesantes o invendibles porque ya están en todas las casas, como un 'Código da Vinci', ni los que ya no tienen público por los cambios sociales o los que fueron fruto de un 'boom' fugaz. Pero hay mucha variedad, como denota la horquilla de precios: oscila entre los tres euros y los varios cientos que cuestan los más interesantes y escasos, entre los que destaca una edición del siglo XVIII de 'Las siete partidas', de Alfonso X.
Publicidad
Ahora, falto de espacio y deseoso de comprar más, tiene todo el catálogo con una rebaja del 50%. Y eso desvía la conversación hacia el análisis del negocio. Cuenta que siempre ha podido vivir de esta librería de segunda mano. Si bien comenta que ahora se vende menos que a principios de la década de los 2000, también es cierto que la situación es mejor que antes de la pandemia.
¿Se siente frustrado por la literatura que la gente compra a veces, siendo él especialista en la materia? «Una librería vive de vender libros normales y corrientes», contesta, diplomático. En realidad, dice, las obras maestras son contadas. Quizás, añade, se lee ahora más que hace años, pero sincopadamente, pequeños párrafos, titulares, lo que cabe en un tuit:«A ver qué tipo de personas va a tener ese mundo en el que ya no se leen textos extensos», plantea.
Publicidad
En este oasis, el librero es consciente de la magia alrededor de su negocio: «La gente cree que por estar rodeado de libros te haces más listo, pero esto también produce estrés».
Librería Re-Read
Carmen Ocaña y María Azuaga son madre e hija y regentan Re-Read, en la calle Victoria, desde hace una década, cuando Ocaña volvió a España tras una historia de amor frustrada que la había llevado a Buenos Aires. Supo de una librería de segunda mano que se iba a abrir en Madrid y que quería realizar más aperturas en régimen de franquicia. Si antes de cruzar el Atlántico vivía en Cádiz, escogió Málaga, un mercado más grande, para poner en marcha la suya: «Abrimos la librería como medio de vida. Siempre me había gustado leer, pero no sabía cómo funcionaba el negocio. El modelo cuadraba con nuestra filosofía: somos partidarias de la ropa de segunda mano y de que sea posible acceder a la cultura aunque no se tenga mucho dinero», dice Ocaña.
Durante la conversación con SUR, entran clientes al local que ayudan a desvelar cómo funciona el negocio. Raquel y Sergio vienen cargados de libros que venden en la tienda. Son, en general, obras editadas a partir del año 2000 –quiere ediciones y temas modernos– y que se pagan a 25 céntimos el volumen. Después los vende a un precio único aunque cuantos más se compran, más baratos salen. Lanza un llamamiento a quienes vayan a deshacerse de su biblioteca: necesita libros de temas malagueños, sobre su historia, geografía y cofradías, y también quiere tener más poesía. Y a su clientela lectora: quiere que ese espacio sea lo contrario a un templo, desea oír risas y conversaciones alrededor de los libros.
Publicidad
Pero no se reconoce en la mística que rodea a las librerías y a las libreras: «Éste es un trabajo muy físico», dice. Su rutina diaria incluye mucha limpieza y mucho ordenar y colocar libros. Pero sí admite que el mejor momento de su trabajo es cuando le llegan los libros: «Soy la primera que elijo».
Agradece lo mucho aprendido: nunca había leído cómics y ahora le gustan, sabe valorar editoriales y buenas ediciones y la importancia de una buena traducción. También, a no ser clasista con los libros: «La gente tiene que leer lo que le apetece. El libro bueno es el libro que se vende». Aunque confiesa que curiosea lo que leen los demás: ¿Quién no se ha enamorado momentáneamente de alguien por el libro que estaba leyendo? O todo lo contrario, claro.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Valdecilla agota las plazas MIR de Anestesia y de Ginecología
El Diario Montañés
Publicidad
Te puede interesar
Valdecilla agota las plazas MIR de Anestesia y de Ginecología
El Diario Montañés
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.