
cristina pinto
Domingo, 17 de enero 2021, 00:25
Sentarse en una butaca y que la obra haga que la mente haga un click cuando acaba, cuando se vuelve a casa. «El teatro ... está como herramienta para eso, para plasmar un trozo de vida y sacar tus propias conclusiones», admite Daniel Grao. Y si acudir a una sala a ver una pieza significa hacer pensar a la sociedad... Qué necesario es eso de ir al teatro. Este próximo martes 19 llega al Cervantes 'La máquina de Turing', la historia de Alan Turing, que trabajó durante la II Guerra Mundial en descifrar los códigos nazis, concretamente los de la máquina «Enigma», por lo que fue uno de los precursores de la inteligencia artificial: filósofo, informático, matemático... Considerado uno de los padres de la ciencia de la computación. Y todo lo que hay detrás de él tiene mucho que enseñar a la sociedad del siglo XXI.
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«Esa personalidad tan contradictoria», puntualiza el actor, encargado de dar vida al personaje británico. La obra traslada al espectador a Manchester en el invierno de 1952 y enseña todos los secretos de Alan Turing: homosexualidad, síndrome de Asperger o tartamudeo, entre otros. «Una de las primeras cosas que hablé con Claudio, el director, fue en poner el acento en su personalidad. Esa combinación de mente superdotada, un visionario que ya fantaseaba con un ordenador, tomado en su época como un loco y al mismo tiempo todos sus datos biográficos», argumenta Daniel Grao.
daniel grao
Tal y como publicó en un texto el actor en su perfil de Instagram días antes de estrenar esta obra en octubre, esta pieza le ha hecho pensar mucho: «A veces un actor tiene la suerte de ser poseído por su personaje hasta límites insospechados. Y uno tiene la sensación de que las cosas ocurrieran obedeciendo a algún patrón, orquestado por una inteligencia superior». Tras escuchar sus propias palabras: «Se me pone el vello de punta, suena místico pero el personaje ha ido creándose solo en mi cuerpo. Han pasado cosas muy bonitas», asegura el protagonista.
A Alan Turing le condenaron a castración química y, finalmente, acabó suicidándose. «Él en el juicio tuvo la oportunidad de decir que no, que no tuvo relaciones con un hombre. Cada vez que atravieso esa escena me sigue sorprendiendo: él lo admitió sabiendo a lo que se arriesgaba después. Fue heroico», recuerda emocionado el actor. Todo esto le ha llevado a reflexionar sobre los prejuicios, sobre cómo la sociedad avanza, pero muy poco a poco y, para explicarlo, pone un ejemplo de lo que le pasó hace unos días con su hijo: «Vi como un seguridad miraba con sospecha a un niño de raza negra con siete u ocho años, mi hijo de la misma edad estaba haciendo justo lo mismo en la tienda y, sin embargo, el seguridad consciente o inconscientemente no le tomó como sospechoso. Ese niño ni se dio cuenta, pero que tenga que soportar miradas así el resto de su vida... Es duro», analiza.
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La homosexualidad fue un tema que acabó persiguiendo a Turing hasta el final de sus días y ahora, después de más de medio siglo de aquellos tiempos, el mundo parece que poco a poco ha conseguido evolucionar. «Echas la vista atrás y piensas que menuda tontería por la que se acababa con la vida de personas. Lo peor es que ya daba igual si era la homosexualidad, también bastaba con cualquier cuestión política o sociológica; es muy absurdo», valora Grao. Esto le lleva a recordar también la vida de Federico García Lorca: «Es que pensar la cantidad de años de creación que nos hemos perdido de Lorca, de genios como Alan Turing, todo lo que hubieran podido hacer...», imagina tras su reflexión.
Ante la pregunta «¿Y cómo se soluciona esto?» responde que «hay que trabajar en uno mismo». Pero también hace una parada, echa un vistazo al mundo actual y toma la realidad: «La sociedad en la que vivimos tampoco ayuda, todo invita a que te polarices, a que te abanderes y creo que todo eso responde al propio ego: 'Yo soy hombre, soy blanco, soy de derechas, soy rojo, soy heterosexual...' Todo eso al final son solo obstáculos», opina Daniel Grao. Es por eso que con 'La máquina de Turing', entre humor y drama, se espera que el espectador se familiarice con el personaje y «llegue al núcleo del ser». «Sin forma, sin color, sin nada. De corazón a corazón», concluye el actor.
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