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Moda, maquillaje, decoración, gastronomía... tantos temas como influencers. Pero, ¿y en el arte? ¿Tenemos también referentes virtuales? Sin duda. Son muchos los ilustradores, pintores y ... artistas en general que cuentan con un buen número de fieles en redes sociales. Blanca Álvarez, por ejemplo. Huye de la etiqueta de influencer. Sin embargo, esta malagueña de 33 años no puede negar lo evidente: 146.000 seguidores en su cuenta de Instagram (@blancaalvarezwatercolors) y una cantera de alumnos cada vez más cosmopolita en torno a su pasión por la acuarela. Todo de cosecha propia, labrado paso a paso, año tras año. Y ya son unos cuantos en el mundo del arte. Casi toda la vida, a pesar de su juventud. Sin esperarlo, ni la respuesta social ni lo mucho que necesitaría la pintura para vivir. «Siempre me ha gustado, desde pequeña. Viajábamos a menudo en tren, y como me portaba regular, mi madre me ponía a pintar para entretenerme», recuerda Álvarez de aquellos primeros contactos con la que hoy es su profesión. Aunque el verdadero germen está en su tía abuela. Ella le inculcó el amor por la acuarela.
Fue un flechazo. Pese a la complejidad: «No es una técnica fácil, el agua manda, no permite corregir ni esconder errores». Nunca ha sido un obstáculo para ella. Al contrario. Su transparencia y la forma en la que se mezclan los colores le ganaron desde el primer momento. Y desde aquella época de la infancia nunca se han separado. Ni cuando estudiaba Ciencias Económicas, carrera en la que se embarcó tras formarse en una academia de arte. Pero era imposible acallar la vocación, y tarde o temprano acabaría alzando la voz. ¿El punto de inflexión? Una propuesta para exponer en la galería Benedito en su último año de Universidad. «Mi pareja me dijo: inténtalo, prueba, y dependiendo de cómo salga, ya decides». Como imaginan, salió bien. Hoy puede enumerar en su currículum un buen número de reconocimientos en certámenes, así como exposiciones, individuales y colectivas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, en el caso de lugares como Bélgica, Italia, Francia, Portugal, Rusia o Taiwán.
A buena parte de ellos, además, lleva años viajando para impartir talleres de acuarela. Precisamente, apenas unos días antes de decretarse el estado de alarma, en marzo del pasado año, se marchaba al país galo para trabajar. Tenía una intensa agenda programada, pero todo se canceló de repente. Entonces, supo que debía cambiar el chip de alguna forma. A pesar de sus reticencias iniciales (especialmente a Instagram), las redes sociales le abrieron camino. Se lanzó a impartir cursos 'on line' a través de su web (blancaalvarezwatercolors.com) y las plazas se llenaron enseguida. «A muchos artistas nos ha salvado este año Internet, es una ventana al mundo», reconoce Blanca Álvarez, que en principio se dirigía a un público español e hispanohablante, pero a estas alturas ya también imparte clases tanto en francés como a través de vídeos en inglés.
Ni ella misma esperaba el éxito de su convocatoria. Tampoco el interés despertado a través de las redes sociales. Aunque encuentra cierta explicación en un auge de la acuarela: «Siempre ha sido la gran olvidada, se menospreciaba, pero ahora parece que se valora más, se reconoce su dificultad, su belleza, su transparencia...». Es lo que le atrapó desde el minuto uno. Luego ha andado ella misma su propio camino: «Siempre he huido de parecerme a alguien. Evidentemente, tengo influencias, pero nunca quise que mi obra fuera semejante a la de otros». Con la acuarela lo tiene fácil. ¿Sus claves? La luz y el color. A partir de ahí, mucho donde inspirarse. Eso sí, su predilección siempre fueron las marinas, los faros, o el movimiento del agua. También los paisajes, las calles mediterráneas, los jardines... Aunque no quiere encasillarse. «Me gusta que me reconozcan por mi forma de trabajar más que por los temas de mi pintura», advierte esta joven malagueña que va ahora en busca de figuras.
No descansa. Tiene un compromiso diario con el pincel. Ni siquiera lo ha roto este extraño último año, de mucha casa y pocas escapadas. «Lo bueno de la pintura es que viajas con la obra», apunta Blanca Álvarez con la memoria llena de ciudades, horizontes y oleajes aún por plasmar en el papel. No obstante, prefiere captar la esencia al aire libre. Es su forma habitual de trabajar. Pese a renegar un poco al principio, ahora tiene en Instagram una ventana al mundo más amplificada: «Ya casi es la única red social que utilizo, es muy visual». Motivada y a la vez sorprendida por el feedback del público, echa de menos, no obstante, el contacto físico, la sala, la actividad presencial. «No transmite lo mismo», considera.
Aun así ha sabido reinventarse. «No queda otra. Tristemente, la venta de obras no suele ser la fuente principal de ingresos, y menos en esta situación de pandemia. Internet nos permite a muchos artistas seguir trabajando y dando clases sin necesidad de desplazarnos», admite la malagueña, que además de los cursos que ha lanzado a través de su web, ofrece directos desde Instagram, alguno también para niños. Tanto en una como en otra deja ver mucho de su trabajo. Y, ante la escasez de exposiciones, desde su página se puede adquirir cualquiera de sus obras. Cada vez son más los que se animan, dadas las circunstancias. ¿Adversas? Según se mire. La pandemia no amilana a Blanca Álvarez. Al contrario. No se pone límites. Tampoco el arte.
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