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Dibujo de un marinero de Federico García Lorca para la revista ‘Litoral’, que lo publicó en portada en marzo de 1927.
Un milagro poético que cumple 90 años

Un milagro poético que cumple 90 años

La revista ‘Litoral’, que zarpó en 1926 para apadrinar la Generación del 27, sigue navegando manteniendo su personalidad: el compromiso literario y las estrecheces económicas. Y consiguiendo que lo primero siempre salga a flote sobre lo segundo

Francisco Griñán

Domingo, 24 de julio 2016, 00:47

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Hay barcos por todas partes. Unos encima de repisas, otros colgados del techo y con alas que los hacen insumergibles. También en cuadros surcando las paredes. Y, por supuesto, en las portadas de Litoral. El capitán de la nave, Lorenzo Saval, se ha preparado las cartas de navegación para este viaje con SUR y ha desplegado sobre la mesa del puente de mando de la revista algunos números que ya son historia. Se ven ejemplares a toda vela dedicados a las Líneas marítimas, La poesía del mar o los Pasajeros, a los que hay que sumar los trasatlánticos que viajan de tapa en tapa como si fueran escalas. De Memoria de América en la poesía a Málaga, meeting point. De Neruda, navegaciones al arca de Noé de Animalia... Desde que dio voz y versos a los autores de la Generación del 27, Litoral lleva embarcada 90 años en la poesía, un viaje en el que fue añadiendo con el tiempo el arte y el pensamiento como dice su subtítulo a su sala de máquinas.

Y aunque se llama revista, lo que se siente y lo que se lee es un libro. Un volumen voluminoso que zarpa cada seis meses. Y que, como la literatura y el arte que retrata, mira de frente al naufragio. Más en estos tiempos de zozobra. «Nos morimos de prestigio», parafrasea el famoso dicho Saval, cuyo rostro no se parece al del capitán del Titanic tocado por el iceberg, sino más bien al del director de la orquesta que no dejaba de tocar en la cubierta del buque. «Hay algo raro que nos mantiene a flote... de hecho, no somos una empresa sino un milagro cultural», asegura el director de la publicación que, junto a la Revista de Occidente, puede presumir de ser la más longeva de las que se editan en España.

El pintor, escultor y editor Lorenzo Saval heredó Litoral de José María Amado (Madrid 1917; Málaga 1999), que a su vez retomó en 1968 la cabecera poética que alumbraron Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en 1926 para mayor gloria de Lorca, Guillén, Hinojosa, Bergamín, Aleixandre, Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso... No obstante, el actual director se refiere a su desembarco como un abordaje. «Llegué a la revista desde Chile en 1974 como sobrino-nieto del mismísimo Emilio Prados y encima me casé con la hija del editor María José Amado, que se encarga de la gestión de la publicación... aquello fue un golpe de estado», confiesa con humor el descendiente del fundador, yerno del continuador y actual director de Litoral, que también heredó la inestabilidad como marca de la casa. El propio José María Amado ya se refería a la revista como «la más católica de España, porque sale cuando Dios quiere». Es decir, cuando había fondos.

Un tren para el cumpleaños

La versión actualizada de aquella metáfora religiosa es ese «milagro» cotidiano del que habla Saval, que se acuerda del viaje en barco que realizaron hace una década por la bahía de Málaga para celebrar el 80 aniversario de la revista. Entre marineros en tierra y poetas del mar no faltaron José Manuel Caballero Bonald, Ángel González, María Victoria Atencia o Luis García Montero, protagonistas todos ellos de monográficos de la revista. El 90 cumpleaños está previsto celebrarlo con otro viaje, aunque esta vez será en tren. Eso sí, será un trayecto únicamente literario y artístico, ya que el presupuesto solo alcanza para el billete de la imprenta. Y en estos momentos ni eso, ya que, por ahora, carecen de patrocinio para subirse al vagón. Hace una década tenían la colaboración habitual de instituciones públicas y de bibliotecas de todo el país que adquirían cada número sin falta.

Pero la crisis ha acabado con todo también con los recursos de las fieles bibliotecas y los ingresos garantizados alcanzan a los 12.000 euros anuales de la ayuda del Ministerio de Cultura «El jurado nos sitúa entre las tres primeras revistas culturales mejor valoradas de España», dice Saval y un patrocinio privado Fundación Mapfre que buscan aumentar. Hace un par de números le dedicaron su particular homenaje a las marcas con El signo anunciado, una revisión de la publicidad desde la poesía, el arte y el diseño gráfico. Un volumen de coleccionista, como todos los de esta revista-libro. «Pero los anunciantes no se dan por aludidos», bromea el editor.

Ese número publicitario gustó mucho a los lectores y se vendió lo suficiente para obrar el pequeño milagro que da continuidad a la revista. Como también lo han hecho hasta agotar existencias en los últimos tiempos los dedicados a El vino, La Ciudad o las Líneas marítimas, del que incluso se tuvo que realizar una edición extra. «Los números monográficos han salvado Litoral», asegura Saval mientras apura el segundo ¿o es el tercer? cigarrillo en el puente de mando de este barco que echa humo por sus chimeneas y deja ver la historia de Litoral en sus paredes y en los lomos de los volúmenes de las estanterías. Repisas repletas donde falta sitio para lo que está por venir cuando salgan esos anunciados trenes y los números venideros que tomarán forma en ese pantallón del Mac que nos contempla y en el que seguro da gusto trabajar.

Litoral ha vivido tres épocas. La primera fue entre 1926 y 1929, cuando Federico García Lorca no solo publicó poemas, sino que debutó como dibujante en la portada de marzo de 1927. La misma que en octubre de aquel año se dedicaría al padrino de la Generación del 27, «Don Luis de Góngora», con dibujo y rotulación del mismísimo Juan Gris. Los fundadores, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, zarparon de aquella imprenta Sur de los años veinte que olía a tinta y poesía y, tras la guerra civil, rescataron la cabecera desde el exilio, con tres fugaces números lanzados en México. José María Amado abrió la tercera época reivindicando aquel pasado y mirando al futuro. Reeditó toda la producción de las dos etapas anteriores, unas joyas literarias que hoy día todavía se pueden conseguir. Aunque hay que tirar de cartera. Desde 300 euros para arriba en portales de coleccionistas de Internet. Precios que tambén pueden alcanzar ediciones agotadas de la presente etapa. Lorenzo Saval piensa en lo que cuesta crear y vender cada nuevo Litoral... y se ríe.

«Un inconsciente»

¿Por qué José María Amado decidió resucitar la revista? «Espera», dice Saval que se marcha y sale a buscar a «Coque», como llama familiarmente a María José Amado. «Mi padre fue un osado, un inconsciente», dice casi sin pensárselo la hija del que fue editor y reinventor de Litoral. Aunque María José sabe de lo que habla. Porque su acertado rescate de la revista también «le trajo muchos problemas». «Hubo gente que le reprochó que se había apropiado de algo que no le pertenecía y otros, que veneraban a Litoral, querían que no se tocara», recuerda la gestora de la revista, que rescata la imagen de José María Amado en la casa de su tío, Carlos Arniches, donde el editor conoció a Rafael Alberti, a José Bergamín y «a toda esa generación silenciada».

La frase le da el pie a Lorenzo Saval para rememorar aquel Litoral reverdecido en 1968 y al que él llegó en 1974. «Era una revista muy reivindicativa de aquellos poetas, con homenajes a Bergamín, Aleixandre, Prados o el propio Alberti, que eran escritores proscritos y que se volcaron con el Litoral de Amado», explica Saval que, desde 1999, con la muerte de su suegro y mentor, dirige la revista, la cual siguió abriendo hacia el arte sin dejar de navegar por los olas de la poesía. Además de las letras compartidas por los versos con el jazz, el rock, la ciencia, los árboles, el cine, la fotografía, los museos, los bestiarios o el erotismo, la nonagenaria revista ha revisado en su última etapa la obra de Caballero Bonald, Cavafis, María Victoria Atencia, Ángel González, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca o Rafael Pérez Estrada, que protagoniza precisamente el número que está actualmente en las librerías.

En la lista, el director echa de menos a José Hierro, cuya monografía se quedó con ganas de publicar. Por ello, con Antonio Lafarque, Miguel Gómez y la propia María José Amado sigue discutiendo nuevos números y diseñando esas piezas que, por contenido y formato, son pura artesanía. Para cuando dejen partir el próximo número a todo tren por el mes de noviembre, planean convertir después a Jean Cocteau en uno de los venideros pasajeros de su portada, además de abordar la poesía de la locura que, aunque no es la intención de Saval cuando lo cuenta, al escucharle es inevitable pensar que bien podría valer como titular para este reportaje: Litoral, la poesía de la locura.

Inquebrantable personalidad

«Hacemos la revista que nos entusiasma», reconoce el director y artista, que subraya que cada proyecto es un gran «collage» en el que, al final, todas las piezas encajan. «Aunque a veces las cuentas no nos salgan», apostilla el responsable que destaca que esta última etapa de Litoral va camino de cumplir medio siglo. Lo que supone no solo el ciclo editorial más amplio de la publicación, sino también el más ambicioso y exitoso. Con Medalla a las Bellas Artes incluida, que recibieron en 2005.

La tercera vida de este Titanic reflotado una metáfora muy savaliana, ya que el artista y editor fue un apasionado de este buque «hasta que rodaron la película de DiCaprio», admite ha sabido entender los nuevos tiempos desde el legado de los fundadores y de aquella Generación del 27, pero sin dejar de mantener su inquebrantable personalidad. «Somos una revista que no solo tiene formato de libro, sino que cada número es un libro que se disfruta leyendo, pero también viéndolo», asegura un convencido Saval que dice que con las revistas «llega un momento en el que las tiras no es su caso, veo unos números de Fotogramas que ya podrían valer su peso en euros en Internet, pero un libro es para la biblioteca y ese es nuestro espíritu».

Un espíritu con el que Litoral espera cumplir su primer siglo en apenas una década. Un puerto al que esperan llegar siguiendo la ruta que les marcó el pionero Emilio Prados. «Mi tío abuelo decía que la poesía es lo único que nos salva... eso es lo que le mantenía y lo que nos mantiene».

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