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isabel bellido
Domingo, 31 de agosto 2014, 02:12
Como casi siempre que de asuntos mitológicos se trata, hay varias versiones de una misma historia. Esquilo (525 a.C) hablaba de Medusa (cuya traducción del griego sería "guardiana", justo como el subtítulo de la última producción de Sara Baras con su Ballet Flamenco) como una de las tres hermanas gorgonas. El primerísimo representante de la tragedia griega ya las tildaba entonces de "enemigas de los hombres", y decía de ellas que tenían "serpientes por cabellos". Sin embargo, años después, en el siglo V a.C, otros poetas líricos como Píndaro y Ovidio alabaron su belleza, y fue este último el que contó en su obra 'Metamorfosis' cómo el héroe Perseo la decapitó mientras dormía en su obscura gruta adornada por estatuas humanas de piedra que ella misma había creado con su fulminante y maldita mirada. La versión del mito más conocida cuenta además que las serpientes de la cabeza de Medusa fueron un castigo impuesto por Atenea por haber sido violada por Poseidón en su propio templo y, por lo tanto, por haber perdido su indispensable y sagrada virginidad como sacerdotisa que era. Asimismo, no podría mirar más a nadie sin petrificarlo al instante. Pues bien, anoche, Sara Baras quiso vengarse a base de un férreo taconeo.
Se trata de un intento más de rescatar y hacer justicia a mujeres (del mundo real o de la ficción) cuyas historias entrañan un fuerte dramatismo o que, históricamente, no han salido demasiado bien paradas. Ya lo hizo en otras producciones anteriores como Juana la Loca (2000), María Pineda (2002), Carmen (2007) o con La Pepa (2012), la personificación de la Constitución de 1812. Así, la bailaora gaditana es autora de la coreografía, la dirección, el guión y la iluminación del espectáculo. Demasiadas tareas, entre las que sobre todo destaca su baile, pues le regaló al público malagueño momentos de verdadero éxtasis, como el baile con Perseo (José Serrano) o las coreografías del inicio de la obra, que ilustran una desgarradora juventud y candidez antes de que su personaje, Medusa, fuera violada.
La obra consta de dos partes bien diferenciadas. En la primera, la bailaora aparece con un vestido de color blanco roto (cuando representa a la bella y virgen Medusa, sacerdotisa del Templo de Atenea), mientras que en la segunda lo hace ataviada con un traje negro crudo (apartada ya del mundo humano, ultrajada y abandonada). La bailaora mezcla con éxito la garra del flamenco con el mundo heleno, combinándolo también con música épica. Así, anoche, las serpientes del pelo de Medusa fueron los brazos y las manos de Sara Baras, y no se hizo del todo extraño contemplar el contundente taconeo de un héroe griego.
El público aplaudió en multitud de ocasiones ante una escenografía minimalista que pretendía transportar a los asistentes a los templos de la Antigua Grecia, sobre todo a través del vestuario de los personajes. Bailaoras vestidas de sacerdotisas que tocaban las palmas y unos bailaores que, incluso cargando con ese pesado atrezzo que son las armas (como cuando Medusa baila con Poseidón, o como Perseo con su escudo) movieron brazos y piernas a la perfección. Contextualiza el espectáculo Juan Carlos Vellido, que representa la voz de la conciencia de la protagonista en versos del cantautor Javier Ruibal. La música, por su parte, está a cargo de Keko Baldomero.
Pero no todo acabó con el final de la obra. Sara Baras quiso dedicar unas palabras a los afectados por el Síndrome de Rett, a la ciudad de Málaga, a los malagueños y a su padre, que cumplía años. Al ritmo de una guitarra sonó el Cumpleaños feliz, y el elenco de la obra lo bailó a su manera. Aquello terminó, como no podía ser de otra forma, en una fiesta gitana.
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