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Fútbol / Eurocopa femenina 2025

Tácticas y talento: el equilibrio que ha hecho a España competitiva en Europa

España ya no solo juega bien: ahora también sabe competir. En esta Eurocopa 2025, la selección femenina ha demostrado que su evolución táctica y su talento individual pueden convivir en equilibrio. Y ese equilibrio la ha llevado hasta su primera final continental.

Carlos Jimenez

Hubo un tiempo en que a España se la elogiaba más por cómo jugaba que por lo que ganaba. Su fútbol era limpio, técnico, reconocible. Pero, a medida que el fútbol femenino europeo se profesionalizaba, no bastaba con tener buen pie: había que saber competir. La selección femenina entendió el reto. 

Sin traicionar su identidad, ha aprendido a alternar la pausa con la aceleración, la posesión con el vértigo, la belleza con la eficacia. Ese equilibrio, trabajado desde dentro y confirmado en esta Eurocopa 2025, es lo que ha hecho de España una selección difícil de descifrar… y aún más difícil de derrotar.

Del toque al propósito: la madurez del juego español

El cambio no ha sido radical, sino progresivo. Desde el Mundial de 2023, y sobre todo tras quedarse fuera del podio olímpico en el último minuto contra Alemania, el cuerpo técnico empezó a trabajar en un modelo más completo. El punto de partida seguía siendo el balón, pero con una idea mucho más clara de qué hacer con él en campo rival. Menos pases inertes, más desmarques. Menos posesión contemplativa, más ritmo. Más jugadoras mirando hacia delante.

Y, sobre todo, un plan. Esta Eurocopa ha mostrado a una España con estructura. Con extremos que fijan, con interiores que llegan, con centrales que arriesgan sin perder el equilibrio. El equipo ha dejado atrás ciertas ingenuidades del pasado para gestionar los tiempos de los partidos con mayor madurez: sabiendo cuándo apretar arriba y cuándo replegarse, cuándo acelerar el juego y cuándo dormirlo. Ganar ya no depende solo de estar inspiradas: depende de aplicar una idea colectiva con precisión.

El resultado es un equipo más completo, capaz de adaptarse a distintos contextos de partido. Y eso, en un torneo como este, marca la diferencia entre caer en cuartos o llegar a una final.

Una selección difícil de jugar… y de vencer

Pero todo eso sería insuficiente sin la calidad. Porque si algo define a esta generación es que el talento individual se ha multiplicado. La solidez táctica no ha encorsetado a las jugadoras, sino que les ha permitido brillar desde un orden. El crecimiento de perfiles como Vicky López, la consolidación de Ona Batlle como líder silenciosa o la irrupción de jóvenes con desparpajo en zonas decisivas del campo ha dado a España ese punto de desequilibrio necesario para competir contra cualquiera.

En los partidos de esta Eurocopa se ha visto con nitidez: España puede mover el balón con paciencia, pero también golpear con rapidez. Puede dominar desde la posesión, pero también sufrir y resistir sin descomponerse. Puede adaptarse a un duelo ante Inglaterra, neutralizar el juego vertical de Francia o encontrar grietas en el muro alemán. Ese equilibrio —táctico, técnico y emocional— es lo que ha permitido a la Roja llegar lejos en el torneo.

Ya no se trata solo de lo bien que juega. Se trata de lo difícil que es jugar contra ella. Este equipo ha entendido algo fundamental: el talento necesita estructura, y la táctica necesita libertad. Esa fusión es, probablemente, el mayor triunfo de esta Eurocopa. Pase lo que pase en el resultado de su primera final europea, el camino ya está trazado: España ha encontrado un modelo propio para competir —y convencer— en el fútbol femenino europeo.

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