
javier morales
Martes, 18 de octubre 2016, 00:23
No era sencillo en 1975 dar vida a un escualo hambriento en un trozo de celuloide. El animal que Spielberg y su equipo diseñaron para la película Tiburón no sólo funcionaba con serias dificultades, sino que pulverizó el presupuesto y el calendario de rodaje. Ante la adversidad, el director lanzó pelillos a la mar y tiró de creatividad: evitó algunos planos del bicho sustituyendo su imagen por sonido, por las notas inconfundibles de una banda sonora que hacía creer al espectador que el tiburón merodeaba junto a las futuras víctimas, aunque el asesino marítimo no fuera visible. Spielberg cumplió sueños con pocos medios. Con esta filosofía, la que dio lugar a su película favorita, Jesús Candel, Spiriman (Granada, 1976), trabaja cada día por dar un paso adelante con la Fundación Spiribol. Él es médico, un «defensor ferviente de la sanidad pública», y es el impulsor de la manifestación que el pasado domingo convocó en Granada a a 40.000 personas en protesta por el proceso de fusión hospitalaria. Pero para llegar hasta ahí, merece la pena pasear por su biografía.
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De pequeño fue un «peliculero» enganchado al deporte, como lo definen sus familiares. Clavó una Selectividad «espectacular». Primero quiso ser director de cine y luego estudiar INEF, pero «en esa edad te asesoras por tu entorno, no tienes capacidad para tomar decisiones. Así que me dijeron de hacer Medicina y luego Medicina Deportiva», recuerda Spiriman. Cuando abandona el personaje que viste boina y gafas de sol sale a la luz una tez morena, cubierta por una barba desordenada como su pelo. Los ojos de Spiriman son infantiles, de color miel. Sinceros. Y con sinceridad, en la nave de su fundación explica que el primer año de carrera supuso un desencanto.
Todo cambió en segundo, cuando conoció a la mujer de su vida. No faltan palabras a lo largo de la entrevista para comprender el porqué de ese afecto. «Ella me hizo ver la capacidad que tengo para conectar con la gente». Uno de sus amigos, Luis Capitán, define a Spiriman como «un crack, un soñador idealista que lucha por cumplir metas y casi siempre lo consigue». Compartieron pupitre, profesión e ilusiones en la fundación. Certifica que se lleva bien con «cualquier tipo de persona, sea de la ideología que sea o venga de donde venga». Confirma también entre risas que es «más que impulsivo, que todo lo que defiende lo hace con mucha vehemencia».
Ayuda a los niños
En una visita a un centro médico, Hogar El Pilar, una monja de las que cuidan a los pequeños pidió ayuda a Spiriman y dio pie a su relación con unos niños cuyas historias «son de lo peor». Descubrió lo mucho que disfrutaba con ellos, y dedicó sus veranos a sacarlos a hacer deporte, a jugar. A tratar de evadir a los peques de sus múltiples y crueles realidades familiares. Les mostró un juego ideado por su abuelo: un palo, una cuerda y una pelota de tenis a la que hay que golpear. Entre todos le dieron nombre al deporte, Spiribol, y bautizaron a su monitor como Spiriman.
El apoyo de Tricicle y otros artistas, y algunos futbolistas de la Selección Española, facilitó la difusión de este invento que ha llegado a inspirar personajes y juguetes que pronto saldrán a la venta a lo largo de todo el país. Pero es en Granada donde el Spiribol explota su faceta más solidaria. Una nave ubicada en la localidad de Peligros, en fase de expansión con instalaciones exteriores, se ha transformado en todo un centro de evasión para los jóvenes granadinos más necesitados de entretenimiento, de deporte. Del cariño de Spiriman y sus compañeros.
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Spiriman creció en las redes sociales gracias a sus vídeos sobre la fundación. Y en ellas ha denunciado la situación de la atención sanitaria en Granada tras la fusión hospitalaria. Así explica uno de los inconvenientes, la división de especialidades entre varios edificios: «A una persona no la puedes tratar por piezas. Es un conjunto. A lo mejor detrás de un dolor de brazo no hay una tendinitis. Si a esa persona a la que le duele el brazo de pronto le da un infarto y la tienen que trasladar a otro hospital...» No desvela el final de esa secuencia, ni falta que hace.
Su actividad en contra de la fusión se ha multiplicados. Sin «ningún interés ni aspiración política» llamó a los granadinos a salir a la calle: Y la respuesta ha sido un éxito. «He destapado la caja de Pandora», afirma. Hasta el punto de que, para evitar especulaciones, también ha destapado su identidad, despojándose de gorra y gafas. Spiriman es Jesús Candel; un cineasta soñador, un doctor comprometido. Su película ideal termina con miles de niños dejando atrás sus problemas con solo golpear esa pelota atada a un palo. Que es mucho más que eso.
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