
PEDRO LUIS GÓMEZ
Sábado, 30 de enero 2010, 02:43
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Reconocer los méritos de los demás es una necesidad que, sin embargo, cada día es más complicada. Un acto de reconocimiento hacia otra persona significa un gesto de generosidad y sirve, entre otras cosas, para dar las gracias de forma pública por algún motivo, hecho u ocasión. Hemos llegado a un momento de la vida en el que es muy difícil que se reconozcan los méritos de nadie, y eso no es bueno, porque hay mucha gente que merece un gran reconocimiento. Por eso fuimos muchos los que nos alegramos de las distinciones que este año concedió la Asociación de la Prensa de Málaga a cuatro personas que merecían ser distinguidas. La fiesta de San Francisco de Sales, 'patrono plumilla', sirve anualmente para reconocer a profesionales de esta cada vez más difícil y complicada tarea y a gente del entorno cercano a ella. En esta ocasión recibieron la medalla de honor Gonzalo Rojo y José Siles, ambos profesionales del medio radiofónico, con una dilatada vida profesional. Además, el caso de Gonzalo Rojo es un punto y aparte: poca gente hay en el mundo que sepa y entienda más de flamenco que este gran profesional, que además es una excelente persona. Durante años ha sido también uno de los responsables de la Peña Juan Breva, y su prestigio en el mundo flamenco es poco menos que insuperable. Junto a los dos profesionales, dos personas muy singulares en Málaga. Porque Sebastián Delgado, responsable hoy de la Residencia del IFP La Rosaleda, anteriormente de la Escuela de Franco y más anteriormente aún de la Residencia Menor Mediterráneo, en Carranque, siempre ha sido un hombre ligado al mundo de la enseñanza profesional y de la juventud, con una labor callada y sin aspavientos, que, sin embargo, hoy es reconocida por miles y miles de malagueños. Su ejemplar entrega es digna de admiración, lo mismo que si hay un empresario admirable y desprendido (términos que parecen incompatibles y que sin embargo conozco a varios que los reúnen) es Ramón Jiménez, alma máter de Alsur y del impresionante complejo hotelero Antequera Golf. Ramón Jiménez, lojeño reconvertido en antequerano acérrimo, dejó un buen día su puesto (seguro) de director de banca (CajaSur para ser más concretos), y se decidió a la aventura de crear e invertir. Alsur se convirtió en una de las empresas líderes de conservas agro alimentarias en España, regentada por toda la familia Jiménez, y después se metió de lleno en el mundo del turismo. Poca gente habrá gastado más dinero propio en promocionar y publicitar Antequera en el resto de España y en Europa que Ramón Jiménez, quien, cosas de la puñetera envidia, muchas veces recibe muchísimo menos de lo que da. Pero Ramón, como refirió Andrés García Maldonado, presidente de la Asociación, es persona que nunca cae en el desánimo y que siempre es optimista, algo que además contagia a quienes tiene a su alrededor. Siles, Rojo, Delgado y Jiménez recibieron el reconocimiento de los periodistas malagueños, y seguro que no serán los últimos agasajos que lleguen a sus vidas. ¡Enhorabuena a todos! y enhorabuena a Fernando Francés y al CAC Málaga, que se han apuntado un tanto con la exposición sobre temas taurinos, magnífica por cierto, del pintor Eric Fischl. La pena fue que se nos olvidó invitar al honorable Montilla y a Carod Rovira, que sin duda habrían disfrutado con la muestra. La madre de Dios...
Pero no todo son buenas nuevas. El mundo de las peñas de Málaga está de luto. Ayer fue enterrado Francisco Repiso Martos, quien fuera primer presidente de la Federación Malagueña, empresario y conocido malagueño. Descanse en paz quien instituyera precisamente unos premios muy peculiares, 'Los Piyayo', para reconocer (otra vez el verbo...) a la gente que trabajaba por y para Málaga.
Lo digo siempre. La vida sigue. Y mientras, nos preparamos para conmemorar el II centenario de la batalla de Teatinos (ya saben, el 5 de febrero), seguimos sin tener noticias de si los franceses nos van a devolver los 12 millones de reales que se llevaron por la cara como multa a la hostilidad (sic) malacitana para que entraran por estos lares como 'Pedro por su casa'. Saben, pues, que por tanto se cumplen dos siglos del término 'merdellón', vocablo que aunque nos creamos que es originario de Málaga, como bien escribe en un artículo que va a publicar en estas mismas páginas el profesor Antonio Garrido Moraga, ya existía en el Siglo de Oro español y cuya definición por parte de la Real Academia es 'criado que sirve con desaseo'. Lo que sí podemos es apropiarnos de una definición muy diferenciada que no tiene explicación... Vamos a ver, en Málaga un 'merdellón' todo el mundo sabe lo que es, pero es muy difícil por no decir imposible definirlo con palabras. Bueno, quizás con ejemplos sí, pero entonces más de un ciudadano local se cabrearía conmigo, así que mejor dejarlo. Esa 'malagueñización' del término viene dado del momento en el que entran las tropas francesas el 5 de febrero, cuando la oficialidad gala, mirando con desprecio a los muertos y heridos en el campo de batalla, se referían a ellos como 'merde de gens', o sea, más o menos, 'mierda de gente', refiriéndose a los valientes conciudadanos que no se rindieron a los napoleónicos militares. Más de un patrio oyó en repetidas ocasiones el término, y se adoptó el término en referencia a los invasores, definidos por los malagueños como 'los merdellones', y en la palabra y su significado quedó también la parafernalia de su vestimenta junto a modales muy extraños y sin ninguna clase ni estilo... Vamos, el rolex de oro de un kilo en la muñeca, la camisa abierta y la cabeza 'tocada' por una gorra de propaganda de una firma de pinturas... O la forma de expresarse de más de uno... y el tono, claro. No si al final vamos a caer en la trampa.
Por cierto, San Judas Tadeo cada vez tiene más peticiones en su sede de los Mártires. El patrono de los imposibles tiene la agenda sobrecargada ante tanto ruego. ¿Por qué será?
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