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TEXTO: PATRICIA ESPINOSA DE LOS MONTEROS
Jueves, 6 de septiembre 2007, 11:21
SI le espanta la arena, tiene miedo de las medusas, sufre eritema en cuanto llega a la orilla o le estresan las sombrillas; si, realmente, lo que le gusta es el silencio, comer bien o disfrutar con los suyos enseñándoles a pescar, no se olvide de que el interior existe. Además, en los últimos años han proliferado casas antiguas rehabilitadas por sus propietarios que se han incorporado al mundo hostelero. Y los que mejor las conocen, porque las han vivido, argumentan todo tipo de razones por las que consideran que es un lujo pasar estos días en el interior.
CASA DE TEPA
Una casona del siglo XVIII
La casa de Tepa está en Astorga, capital de la maragatería. A su alrededor, un montón de direcciones secretas, como el palacio episcopal de Gaudí, la catedral gótica, el museo romano, el del chocolate... Además, la oferta gastronómica de una cecina o unos mantecados que no hay que dejar de probar. La casona, del XVIII, se encontraba en muy mal estado. La restauración corrió a cargo del arquitecto Ramón de Arana, que mantuvo la estructura maragata y la distribución original. Se recuperaron los muros, los suelos de tarima de pino y la típica galería en forma de ele, con jardín en el centro, acristalada y con carpintería de madera. Hoy cuenta con diez habitaciones.
Manuel Gullón, su propietario, no duda un instante en enumerar tres razones para visitar Astorga: «La primera, conocer los pueblos maragatos, con sus edificios acondicionados para recibir los carromatos de los arrieros. La segunda, y si se tiene mucha suerte, tomar el cocido maragato de Maruja, en Castrillo de los Polvazares». Este pueblo, monumento nacional, organiza sus famosos cocidos con nueve clases de carne y con la tradicional sopa que se toma al final. La última razón es que merece la pena acercarse a Val de San Lorenzo sólo para visitar la Textil Maragata, donde se fabrican mantas y alfombras como antiguamente.
MASÍA DE GINER
El 'match point' de Juan Carlos Ferrero
La primera apuesta hostelera del tenista Juan Carlos Ferrero es una masía a pocos kilómetros de Onteniente. Se llama Masía de Giner, es de finales del XIX y cuenta con 12 suites. Tiene también 'spa', piscina, tenis, paddle, magníficos jardines y un buen restaurante. La restauración de la casa la ha dirigido el arquitecto Luis Sendra respetando su estructura de torres y almenas, y la decoración, de Carlos Serra, es a base de líneas depuradas, materiales nobles y tonos monocromos.
El tenista, que conoce la zona como su raqueta, detalla que es imprescindible hacer una excursión por la Sierra Mariola, «la que más plantas aromáticas tiene de toda Europa». Pero tampoco se puede dejar de visitar el barrio medieval de Bocairente, declarado conjunto histórico-artístico y dentro de El camino del Cid. Y, por supuesto, 'les covetes dels moros' (las cuevitas de los moros), que fueron declaradas monumento nacional hace décadas.
CASA PERNÍAS
Un cortijo con mucho sabor a campo
En la falda de montes con nombres tan sugerentes como La Muela, El Buitre o Revolcadores está el cortijo Casa Pernías, propiedad familiar del abogado Javier Ruiz de Assin, que lo ha reconvertido en hospedería de lujo a base de una decoración serena, buena cocina y pequeños pero grandes detalles. La diseñadora de sombreros Candela Cort se ha ocupado del interiorismo. El cortijo mantiene el estilo de la zona, con habitaciones amplias y zonas comunes con chimenea y mucho sabor a campo. Y pinturas de Hernández Pijoan, Jaime Lorente, Luis Gordillo y Abraham Lacaye sin olvidar el lujo de las flores o los accesorios de baño de Etro.
Visitar las pinturas rupestres en el Calar de la Santa es todo un espectáculo. Y muy divertido el descenso del Segura por el cañón de Almadenes en balsas con remos. Pescar, paseos en bicicleta y visitar Caravaca de la Cruz son otras opciones.
HOTEL LA HERRERÍA
Casas medievales convertidas en 'spa'
En una zona de montañas, pero esta vez en la Sierra Palentina, hay un lugar recóndito que descubrieron Marco Giovane y Sara González (una de las componentes de Greta y los Garbo). Lo vieron y compraron dos casas medievales que juntaron mediante un anexo moderno que sustituyó a una antigua herrería. La rehabilitación la llevó a cabo el arquitecto César Cubillas, mientras que el interiorismo es del estudio de Erico Navazo.
Cuenta además con balneario y un buen restaurante. Sara González recomienda la Ruta del Románico, a punto de ser nombrada Patrimonio de la Humanidad, y la posibilidad de realizar turismo activo, ya que la empresa Ecoocio tiene proyectado la creación de un Centro de Ocio y Aventura en la Naturaleza en el pantano de Aguilar de Campoo.
HOTEL VALDEPALACIOS
El lujo de la cocina de Santi Santamaría
Si alguien osa insinuar que en Toledo no se come del todo bien es que no ha probado las migas, los duelos y quebrantos, el cocido, el cordero y su mazapán, porque en Valdepalacios, y por culpa de Santi Santamaría, se puede cenar bajo las estrellas. Tierra se llama el restaurante que dirige el célebre cocinero en la antigua casa de la finca de la familia Covarrubias. Cristina Aguilar ha disfrutado en esta casa con su marido y sus niños muchas vacaciones. «De aquí no se puede uno marchar sin conocer la cerámica de Puente del Arzobispo, Lagartera y sus bordados. Se impone una visita a la casa de Pepita Alía con sus camisones y manteles», concluye Aguilar, una de las empresarias hosteleras de tierra adentro.
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