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TEXTO: CRISTINA GONZÁLEZ
Lunes, 20 de agosto 2007, 03:57
AGOSTO de 1970. José Banús, acompañado de su esposa, Pilar Calvo, quieren poner de largo el recinto náutico que lleva el nombre de él y que a vuelta de pocas semanas se iba a convertir en una marca del glamur y del lujo por sí misma. No se quedan sólo en un corte de cinta o en los sones de una banda de música para inaugurar el fruto de su sueño de visionarios.
Su estrecha vinculación con Montecarlo, donde pasan largas temporadas y donde gestan el proyecto que fue el germen de Nueva Andalucía y del actual Puerto Banús, les había colocado en los círculos de la alta sociedad monegasca. Llamaron a la puerta de la realeza y sonó la flauta. El príncipe Rainiero de Mónaco, recién casado con una bellísima Grace Kelly, ponía rumbo a Marbella para pasar dos días entre fiestas, cenas y espectáculos. Una visita que fue recogida por los medios de comunicación de medio mundo y que comenzó a poner a Puerto Banús en boca de las grandes fortunas.
Aquel fue el comienzo del ininterrumpido idilio del selecto recinto náutico con famosos y personalidades de renombre. Lo recuerda Cándido Fernández Ledo, presidente de la Fundación Pilar Banús. «El desplazamiento de los príncipes de Mónaco a Marbella para inaugurar el puerto fue un acontecimiento mundial, porque ellos no asistían nunca a este tipo de actos y la gente se preguntaba cómo de importante sería el sitio para que asistieran», comenta.
Llegaron en loor de multitudes pero no estuvieron solos. A la cena y el concierto inaugural, al que puso voz el cantante Julio Iglesias, asistieron, entre otros, Don Juan de Borbón, asiduo a la Costa del Sol y a Marbella, donde solía recalar con su yate todos los veranos. «Era muy amigo de la Costa del Sol y aquí le queríamos mucho. Venía a jugar al golf, se lo pasaba muy bien y preguntaba por cómo estaba evolucionando la zona», añade.
Caras conocidas
Han pasado casi 40 años de aquellos primeros pasos de Puerto Banús, en aquel entonces reducido a un pequeño muelle triangular donde todos los grandes yates querían fondear y que con los años se ha transformado en un enorme recinto náutico donde todos quieren estar, especialmente las firmas y boutiques de lujo. Por aquel entonces, también por las modestas dimensiones de la zona, era más usual que ahora toparse con caras conocidas a la vuelta de la esquina.
«Antes era muy frecuente ver a la gente famosa, estaban por todos sitios y además Marbella era muy pequeña. Hoy, aunque se haya perdido algo de glamur, hay barcos y casas importantes pero no son de gente a la que le guste andar por la calle o salir en los medios», apunta Cándido, profundo conocedor de la historia de la ciudad que guarda con mimo recortes de prensa de la época que glosaban el desembarco de personalidades en Marbella.
Era casi el pan nuestro de cada día. Si ibas al casino, te podías colocar junto a Lola Flores o Laura Valenzuela. Por el pantalán paseaban la duquesa de Alba, Sean Connery o Stewar Granger atraídos por las bondades de la ciudad y por la fama que iba adquiriendo a golpe de visitas ilustres y de espectáculos de primera fila el puerto deportivo ideado por Banús. «Quiso repetir Montecarlo en Marbella. Hacer hoteles, campos de golf, un puerto deportivo y un casino», relata.
Gran repercusión
Un envoltorio cinco estrellas que tanto él como su esposa, Pilar Calvo, se afanaron en llenar de contenido «porque eran conscientes de que había que hacer actividades que tuvieran gran repercusión». Así se sucedieron una copa del mundo de golf, un festival de ópera -con Montserrat Caballé como cabeza de cartel, que rompió todos los pronósticos con llenos absolutos antes inéditos en la Costa- o actuaciones como las de Raphael, Sara Montiel o Antonio Gades.
«Lo importante era el efecto llamada», apunta el presidente de la fundación mientras ojea los archivos fotográficos. Dos de los álbumes son especialmente valiosos. Recogen sendas visitas de los Reyes de España a Puerto Banús. La primera en el 72, entonces como príncipes, y la segunda años después como monarcas. Su llegada se preparó a lo grande. Cena, recorrido acompañado de una multitud y firmas en el libro de honor, ya atestado de rúbricas y que hoy espera revivir viejos tiempos.
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