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Patxi Velasco, junto al mural con los nombres de los alumnos del barrio que terminan Secundaria Fernando González
«En Los Asperones las administraciones han creado minusválidos sociales»

«En Los Asperones las administraciones han creado minusválidos sociales»

Entrevista a Patxi Velasco, director del colegio María de la O

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Domingo, 20 de agosto 2017, 01:16

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El colegio María de la O no cierra en verano. Es mitad de agosto y algunos profesores conversan con alumnos en el patio, otros se reúnen en la sala de profesores preparando el nuevo curso y el director, Patxi Velasco, atiende en la puerta a una vecina, que ha venido a consultarle si puede hacer la prestación social a la que ha sido condenada por un juez en el colegio. En noviembre se cumplirán 30 años de la construcción de este barrio, que surgió para combatir el chabolismo y dar vivienda a los afectados por las inundaciones de aquel año. Son ya tres décadas en situación de provisionalidad, pero no llega el ansiado desmantelamiento. Las 175 familias originales son hoy casi 300, y a las viviendas se fueron añadiendo ‘cuartillos’ en los que se han ido alojando las nuevas generaciones, a las que se les niega un futuro digno.

La educación es una herramienta de progreso social, pero aquí cuesta. Son 110 niños y niñas los que están escolarizadosen el María de la O, que el año pasado recibió el premio al Mérito Educativo. Patxi Velasco nació en 1973 en Oviedo, «pero allí viví solo un año», aclara. Media vida se la pasó de ciudad en ciudad, por el trabajo de su padre, y la otra media en Málaga. Está casado y tiene tres hijos. En la UMA estudió Magisterio y después Psicología. Conoció Los Asperones durante las prácticas en el colegio que ahora dirige, que es mucho más que una segunda casa.

Tras 20 años en el colegio, ¿cuál es su análisis de la situación de la barriada?

–Muy simple: la necesidad urgente, perentoria, de salir de aquí. Necesitamos una solución rápida; Los Asperones no aguantan más. Después de 30 años viviendo en un zulo, en un gueto, la gente no construye su identidad de manera adecuada. Cuando el Ayuntamiento paga la luz y el agua, La Junta un salario social y los niños tienen la comida en el cole, estás creando minusválidos sociales, no son ciudadanos que crezcan de manera natural. Las familias que vinieron aquí querían volverse a su lugar de origen, pero los que llegaron pequeños o han nacido aquí quieren volver, pero no saben dónde. Una de las grandes lacras del barrio, que no se percibe pero que uno sí ve cuando trabaja aquí, es el deterioro emocional y mental de las familias.

«Esto es un trozo del tercer mundo en la Costa del Sol»

asentamiento

«Ha sido una situación muy dura, tenemos a niños que lo presenciaron en tratamiento psicológico»

asesinato

Con el asesinato ocurrido el pasado febrero, ¿qué ambiente se respira?

–Este curso ha sido muy duro, con este asesinato en los 30 años del asentamiento. Tenemos niños aún en tratamiento psicológico, porque fueron testigos del asesinato, y de niños o niñas que han perdido el control de esfínteres, por el miedo. La gente dejó de acudir a reuniones del colegio para evitar encontrarse familiares del fallecido con los del agresor.

Como comenta, tras 30 años ya tienen en el colegio a una segunda generación, hijos de niños que ya pasaron por el colegio, ¿notan un cambio de actitud de estos padres con respeto a la educación de sus hijos?

–Sí, mucho. Al principio les parecía que llevaban a su hijo a un lugar extraño porque no habían estado escolarizados y ahora traen a sus hijos a los maestros que ya conocían ellos. La relación con las familias es mucho más cercana.

Y esa familiaridad, esa implicación con el barrio y sus gentes, ¿les genera problemas?

–Esta confianza lleva a que te desvelen sus tragedias y dolores. Un día una madre se acerca y te cuenta que ha sufrido una agresión, otro día que ha habido una pelea. Antiguamente no se sinceraban tanto, pero al ser ahora antiguos alumnos se crea un vínculo afectivo.

«No es otro que el desmantelamiento. Es una situación tan injusta, tan incomprensible, que no hay otra salida»

el futuro

«No todos los niños tienen las mismas oportunidades, aunque tengan las mismas capacidades»

una lección

En un entorno tan desestructurado como éste, el colegio puede ser un referente para sus habitantes ...

–El colegio es un referente para el barrio, era lo único que había cuando llegaron, junto con la guardería y los trabajadores sociales. Desde aquí se ha hecho mucho trabajo asociativo, con Cáritas, Incide, Mies. Yo digo que nuestro colegio es bilingüe: el barrio puede tener un lenguaje, pero el colegio tiene el lenguaje de paz, de encuentro, de convivencia, de respeto. Es verdad que en el barrio pueden pasar otras cosas, pero aquí intentamos que se sientan acogidos, respetados, en un espacio de paz y armonía.

Ustedes son 15 profesores, en un centro de difícil desempeño, con puestos específicos que solicitan de manera expresa. ¿Cómo valora el trabajo de su equipo?

–Hay una implicación al cien por cien. Como dice son puestos específicos, de manera que se solicitan y se renuevan cada año. Luchamos por la estabilidad del profesorado, cansados de que llegara un maestro y se diera la vuelta para ir a Delegación a pedir la baja. Nos escucharon y lo agradecemos. Aquí se viene con un compromiso, hay un sentimiento de barco, en el que vamos todos juntos. Todos los niños y niñas son de todos los profesores, todos los maestros y maestras estamos implicados en todos los proyectos, es la manera de provocar sinergias y rentabilizar el esfuerzo.

Y, ¿cuál es el resultado de todo este esfuerzo?

–Se ve el fruto de tanto esfuerzo, es un trabajo intenso y los resultados tardan en llegar. Pero hay muchas relaciones de afecto con el alumnado, hay mucha pasión y esto también redunda en los resultados. En el colegio no solo enseñamos a leer y a escribir, también gestionamos mucho dolor y muchas situaciones de exclusión.

Unos resultados que ustedes quieren dejar bien patentes, destacando a los niños y niñas que logran terminar Secundaria, colocando su nombre en el ‘mural de las estrellas’....

–Sí, poco a poco vamos llenando nuestro mural de las estrellas, tenemos otras 20 pendientes. Se pone mucho en valor que canten flamenco o que jueguen al fútbol, pero queremos reconocer al que se esfuerza y trabaja, crear a través de ellos un modelo y referente para el resto. Y esto que se está consiguiendo es el trabajo de muchas personas, sobre todo de los educadores sociales. El sistema va descartando, y luego la educación social va rescatando, hay distintas asociaciones que nos unimos y decimos a los chicos y chicas que no abandonen los estudios, y el que los ha abandonado, que vuelva a incorporarse. Es un proceso lento, difícil, pero muchas de estas estrellas ha sido por rescate de las asociaciones.

Ustedes verán que hay muchos niños con capacidad para estudiar, para tener un futuro mejor; debe ser muy frustrante cuando no continúan, cuando se quedan a medio camino, después de todos sus esfuerzos...

–En el colegio terminan la primaria, y luego pasan a los institutos, Torre Atalaya, Laboral, Ciudad de los Niños. Pero el sentimiento y nuestro corazón sigue con ellos. Y el trabajo no termina; por ejemplo, tenemos clases de apoyo por las tardes. Lo que más nos duele es que niños con mucho potencial acaben en la cuneta, pero no solo académica, sino existencial: en la mendicidad, perdiendo la cabeza, padres prematuros...

Va para 30 años, y sin perspectivas de cambio a corto plazo, ¿no caen en el desánimo?

–Tenemos una compañera que dice que cada cinco años se va a desmantelar Los Asperones, cada cinco años, que no llegan... Pero no perdemos la esperanza porque la situación del barrio es inaudita e incomprensible, es un trozo del tercer mundo en la Costa del Sol. Han venido personas de Inglaterra, de Turquía, y cuando han entendido el barrio se han preguntado, «¿esto, cómo puede ser?». Nos encontramos con un barrio con estigma racial, creado por el Estado y por las administraciones públicas, es un gueto en el amplio sentido como viene definido en el diccionario: La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento crean un asentamiento para llevar a gitanos a las afueras de la ciudad y les dicen ‘ya os daremos viviendas’, ‘ya os integraremos’.

Barrios marginales hay en casi todas las grandes ciudades, ¿qué característica diferencial presenta Los Asperones?

–En otras ciudades hay barrios con focos de exclusión social, pero este tiene la característica de la exclusión creada por las propias administraciones y con carácter de provisionalidad. Aquí no hay calles, los carteles los hemos puesto el colegio. Para el Ayuntamiento esto es un diseminado, no existe..., esto es algo inaudito y eso nos da esperanzas.

–¿Cómo viven en su familia esta situación, este trabajo, esta implicación personal suya en los problemas no solo del colegio, sino también del barrio?

–A veces mal porque, sabe lo que pasa, que uno se lleva el trabajo a casa, padeces el dolor de todos ellos. Desde mi condición de creyente no puedo ser ajeno al dolor y al sufrimiento que hay aquí. Yo llego a casa y tengo la nevera llena, y aquí me paso el día tratando de llevar algo a neveras ajenas. Vives tantas experiencias dolorosas que llegas a cuestionarte tu vida personal.

–¿Qué ha aprendido en estos 20 años en Los Asperones?

–Uf!, son tantas cosas. Primero, que naciendo en la misma ciudad, no todos nacemos en la misma vida. No todos tienen las mismas oportunidades ni posibilidades, aun teniendo las mismas capacidades. Que la educación sirve para superar estas situaciones de injusticia, a las que no nos podemos acomodar. Uno aprende también que los niños son niños siempre, independiente de las circunstancias y el entorno en el que viven.

El año pasado recibieron el premio al Mérito Educativo. La anterior consejera, Adelaida de la Calle, cuando visitó el centro se comprometió a plantear la problemática de la barriada en cada consejo de gobierno. ¿Han notado algún cambio?

–La verdad es que sí. La visita de Adelaida nos vino muy bien, ha sido un puente de concienciación. En Sevilla no tienen idea de lo que es Los Asperones. De hecho, el mismo día del asesinato nos habían anunciado la visita de la presidenta, que con lo sucedido quedó anulada.

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