Borrar
El doctor Arráez, en la zona que da acceso al servicio de Neurocirugía de Carlos Haya, que dirige desde hace 18 años. :: Fernando González
«Soy un jefe de servicio que entra al quirófano casi todos los días de su vida»

«Soy un jefe de servicio que entra al quirófano casi todos los días de su vida»

La operación a Carlos, el saxofonista, es el hito quirúrgico que hizo visible la intensa agenda de uno de los mejores equipos del país, con más de 1.300 tumores operados al año

JOSÉ VICENTE ASTORGA

Domingo, 10 de abril 2016, 00:57

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Aquí al lado están los 'rompecorazones', tira de sonrisa y argot amigable mientras se encamina a su pequeño despacho. Cirugía cardiovascular comparte planta con los neurocirujanos en el pabellón menos antiguo del hospital y más baqueteado por el uso. Sus últimos 18 años están unidos a Carlos Haya y a la élite de la especialidad. La extirpación en estado de consciencia de un tumor a Carlos, un joven saxofonista, ha marcado un hito en un servicio de referencia para un área que atiende a dos millones de andaluces. La mitad de su vida profesional ha estado en lo público. Ahora este almeriense de 58 años es jefe de servicio del Hospital Regional y responsable del equipo de neurocirugía en hospitales Quirón.

-Imagino que la fusión de servicios en ciertas especialidades ni se discute.

-Es algo evidentísimo. La atomización en neurocirugía sería un error garrafal. Decirle a los vecinos de Vélez que van a tener un servicio de neurocirugía o de cirugía cardiaca, tan específicos, no tiene sentido y en el fondo se les haría una faena. Tendría una actividad limitada, sin volumen para justificar inversiones importantes y ganar en experiencia. En algunas patologías, como las de mama, el hecho de unificar servicios ha sido algo extraordinario.

-En la planificación de un servicio de neurocirugía habrá poco espacio a la improvisación

-Hay distintas estrategias. En Madrid, con seis millones de habitantes, hay 14 servicios. Eso es un desastre absoluto porque en determinadas patologías difíciles, raras por así decirlo, la experiencia es fundamental. No es lo mismo que opere cinco que trescientos meningiomas. En esta especialidad no resuelves el problema leyendo. Tienes que tener experiencia quirúrgica. Los servicios de cirugía con poca práctica son un desastre palmario. Viajo mucho con la fundación que tiene la federación mundial de sociedades de neurocirugía, y ves países ricos, pobres, el sur, el norte. El norte de Egipto, por ejemplo, en Alejandría, el servicio atiende a cinco millones de personas. Cuando vas, te las ves y te las deseas para tratar de mojarles la oreja. El más tonto haces relojes.

-Pero somos el primer mundo, dicen.

-Pero ahora con un microscopio quirúrgico, con especialistas que estudien y se dediquen a ver 300 casos del tipo 'x' por ejemplo, le acaban echando la pata por encima a Utrecht, que ve sólo 30 casos.

-¿Qué balance hace de sus 18 años en el servicio?

-Muy positivo, aunque debería hablar en último lugar. Es un trabajo de equipo. Desde el punto de vista profesional, es una oportunidad enriquecedora estar en uno de los servicios más importantes del país que cubre dos millones de habitantes. Quiero pensar que en 18 años, los pacientes y los profesionales hemos hecho muchas cosas, ampliado la cartera de servicios. Podemos decir que trabajamos en todas las subespecialidades de la neurocirugía y en un contexto de dificultades económicas del sistema público. Pero hemos sido objeto de cierta atención, de complicidad y de ayuda a nivel tecnológico.

-¿Qué se encontró aquí a llegar en ese terreno?

-La tecnología era obsoleta y escasa. Teníamos cuatro quirófanos a la semana y hoy tenemos días en que operamos simultáneamente en cinco.

-La capacidad quirúrgica la han multiplicado por...

-Casi se ha triplicado. A pesar de eso, estamos trabajando con el equipo directivo y las autoridades sanitarias para mejorar aún más.

-¿Cuál sería ese horizonte óptimo?

-Entendemos que un servicio de esta envergadura necesitaría cuatro quirófanos diarios. Tenemos dos y algo, por así decir. Ese sería el horizonte a muy corto plazo para funcionar de una forma holgada, lo cual es algo quimérico porque el sistema sanitario público tiene una sobrecarga por mucho que se quiera optimizar. La demanda ha superado mis expectativas y las del hospital. Recibimos una gran demanda que viene de fuera de Málaga y de Andalucía con intervenciones alguna de hasta 15 o 18 horas.

-Como la de Carlos Aguilera, el joven saxofonista.

-Así es. Además este tipo de operaciones plantean un escenario multidisciplinar. Un tumor de base del cráneo es la zona quirúrgica técnicamente más compleja. Algunos los podemos resolver a través de las fosas nasales y no hay que hacer ninguna incisión al paciente, es algo casi mágico pero otras veces interviene además de neurocirugía, cirugía maxiolofacional y otorrino, y eso comporta un altísimo nivel para un equipo donde hay anestesistas, intensivistas, neurofisiólogos, neurorradiólogos. Operaciones que duran doce o diecisiete horas. Si tuviera que definir al servicio... Estamos polarizados hacia la cirugía compleja dentro de la especialidad en la que llevo desde que acabé la residencia.

-Me habla de una parte compleja, como si existiera algo simple en su especialidad...

-Digamos que hay casos complejos y casos muy complejos.

-Los éxitos profesionales provocan efecto llamada. No diré que es un mecanismo perverso, pero sí que les aumenta la carga de trabajo.

-Por supuesto. Es una constante en la medicina y en la sociedad. Es la pescadilla que se muerde la cola cuando trabajas con cariño y tienes alrededor un gran capital humano. A mi lado hay un gran equipo: 12 neurocirujanos, más una plaza a la espera de cubrir, y cinco residentes. También en las plazas laborales, a través de una fundación, tenemos ahora dos cirujanos indonesios. Somos el único centro acreditado de España y uno de los pocos de Europa gracias a que la gerencia ha cerrado un compromiso para su alojamiento.

-¿Un pequeño MIR internacional?

-Algo así. No es sólo la capacidad sino el compromiso de traerte neurocirujanos en formación entre tres y seis meses, todo un esfuerzo en tiempo de crisis.

-¿Cómo han sobrevivido a la travesía de recortes de jornada y salario en la sanidad?

-Decir que la crisis no ha afectado no tiene sentido. Ha sido una etapa dura. Puedo decir en honor a la verdad y en favor de mi equipo, que ha trabajado más duramente aunque cobrando menos. Las circunstancias del entorno son difíciles y queda ese mal de fondo para el entorno sanitario de haber reducido la remuneración y que a la vez el esfuerzo se haya endurecido. Lo que distingue a nuestra profesión es que no podemos bajar el entusiasmo. Este servicio no ha estado por plantear problemas sino por resolver el máximo posible de ellos.

-¿Cuántas operaciones hacen al año?

-Fácilmente 1.300 o 1.400. En nuestro servicio, el patrón de ocupación del quirófano son casos complejos, cirugía intracraneal. En la mayoría de servicios del país, el 70 por ciento están relacionados con columna.

-¿Juega en contra del criterio de excelencia la posibilidad de elección de este servicio?

-Entran casos sencillos y complicados porque el área de referencia del hospital aumenta, y hay varios procedimientos por los que un paciente puede acabar en nuestro servicio. En Andalucía está la libertad de elección de centro, un derecho consagrado por el sistema. Es un servicio muy particular. Cuando la patología con tumor cerebral entra en situación acuciante, eso lleva a elegir centros de referencia.

-En esta especialidad no hay tanta sensación de búsqueda del éxito en hospitales extranjeros, como ocurre en otro tipo de tumores: Houston, Monte Sinaí...¿Nada allí que no se pueda hacer aquí?

-Ha nombrado Sinaí, un hospital en el que estuve en 1993, y conozco a los neurocirujanos que trabajan en Houston porque una suerte de viajar mucho es poder ver qué se está haciendo. Yo digo siempre que querer es poder, y que el 99,9 de la neurocirugía se puede hacer sin excesiva tecnología. A Torremolinos, yo puedo ir en un BMW serie 7, pero también en un serie 5. También se llega bien, pronto y seguro. La excelencia es un propósito y eso conlleva un extraordinario valor del sistema público. Un maestro cirujano como Eduardo Valencia hablaba siempre del valor de las cosas que no se perciben porque son gratis. Un valor del sistema público es que profesionales y gestores hayamos contribuido a ofrecer lo mejor de lo posible y lo razonable. Algunos de los hitos de la neurocirugía, como la resección con fluorescencia, que aplicamos desde hace nueve años y que aún no se ha aprobado en EEUU, se hizo en Málaga por primer vez.

-Hay quien aboga por una monogamia laboral de los médicos en lo público sin posibilidad de ejercicio privado, como es su caso.

-Creo que la discusión entre lo público y lo privado tiene muchísimos matices. Conozco los dos escenarios, y el médico lo que tiene que ver es se si hace buena o mala medicina. No tiene mucho sentido en una sociedad moderna. Me parece que público o privado es un discurso de taberna. ¿Contra qué atentamos, contra el bus o taxi? Una ciudad tiene que tener un buen transporte público y también taxi para quien quiera y pueda costearlo, sobre la base de que haya un buen sistema público. Lo veo así. Viajo mucho por mi trabajo y cuando en un congreso están los cirujanos norteamericanos, muy ricos, y los de Bangladesh, un país muy pobre, le aseguro que hablamos de otras cosas. Ese discurso gusta más a políticos que a médicos.

-Un neurocirujano debe tener un gran equilibrio personal. ¿Cómo busca el suyo?

-Realmente es difícil. Esta profesión exige muchísima afición y dedicación, un gran interés por el trabajo. El día a día es duro. Invierto muchísimas horas. Mi dedicación es muy intensa y no siempre es fácil. Soy un jefe que entra al quirófano casi todos los días, no soy un jefe de despacho. Dentro de dos meses entro a formar parte como presidente de la Sociedad Española de Neurocirugía. Para llevarlo todo adelante, debo buscar el máximo temple y la máxima tranquilidad de espíritu, y he de decir que el ejercicio de la profesión ha modulado bastante mi temperamento, mi forma de vivir hasta darle a las cosas la importancia que tienen.

Resistencia

-¿Ya tiene la plasticidad neuronal de jefe de servicio?

-A la fuerza ahorcan. El día tiene 24 horas. Trabajo en casa, respondo correos, estudio, hago otras actividades y verdaderamente este trabajo requiere resistencia física y anímica para afrontar la adversidad.

-¿A qué acude?

-He heredado de mi madre la resistencia física y de estado de ánimo. Creo que determinadas capacidades, si no las tienes, muy difícilmente las puedes adquirir pese a los libros de autoayuda que forran las librerías.

-Suena duro para un estudiante que aspire a esta especialidad.

-La medicina requiere vocación y dedicación, vocación de sacrificio. Eso ha sido siempre así. Si no se tiene. La neurocirugía es de una extraordinaria exigencia: esfuerzo físico, técnicamente muy difícil, y entre la cara y la cruz hay un milímetro.

-¿Qué le parece el libro de éxito de su colega británico Henry Marsh 'Ante todo no hagas daño'?

-Se puede definir como enunciar las verdades del barquero. Es lo que vivimos en el día a día. contado con cierto humor británico. Es la realidad de la medicina.

-En su especialidad siempre están en el filo del abismo.

-La diferencia entre nuestro éxito y el fracaso es de un milímetro o de un segundo. Salvar la vida para que esa persona vuelva a hacer la vida normal o que como consecuencia de la intervención sufra un déficit neurológico. Nuestra especialidad es muy elocuente desde el punto de vista de los resultados. En otras puede quedar oculto detrás de la piel. Si puede hablar o no, si se ha quedado sin memoria, si ve o no. Ese es el escenario diario al que nos enfrentamos. Aunque la patología tumoral en el sistema nervioso es el plato fuerte, hay otras, en el campo de la columna.

-En otros cánceres hay medios de diagnóstico precoz. ¿Hay pruebas similares para el caso de tumores en el sistema nervioso?

-Buena pregunta. Muchos pacientes nos preguntan si lo suyo se podría haber evitado. Desgraciadamente no hay procedimiento de diagnóstico precoz. Surgen en un momento dado y...

-¿Se puede trabajar la salud cerebral?

-La salud mental mediante el ejercicio intelectual, pero la prevención cerebral no existe, hoy por hoy. En algunos casos contados, que denominamos heredofamiliar, podemos intervenir para evitar la aparición de lesiones o dar consejo si hay predisposición genética. Pero para la inmensa mayoría de tumores malignos o benignos no tenemos diagnóstico. La neurocirugía tiene como pequeña maldición la de tener una gran dependencia de disciplinas. Una es la del diagnóstico sofisticado. La gran revolución han sido los nuevos sistemas. Hace 30 años, el único eran inyecciones de contraste en el líquido cefalorraquídeo, a través de punciones. La resonancia magnética y su abanico de posibilidades permiten el diagnóstico de un tumor de cinco milímetros que antes habría pasado desapercibido. En el momento actual la neurofisiología tiene un extraordinario desarrollo, sobre todo la monitorización intraoperatoria de casi todas las funciones del sistemas nervioso. La cirugía con el paciente despierto, como fue el caso del paciente músico, llevamos tiempo haciéndola. Mapeamos zonas cerebrales, pero en zonas como la del habla o el lenguaje musical necesitamos que esté el paciente despierto.

-¿Cada cerebro es un mundo?

-Sí. La zona que en un paciente mapeamos aquí, en otro no.

-¿En lenguaje musical se había hecho algo parecido?

-No. Entre nosotros bromeamos hablando de la neurocirugía musical.

Hemos entendido la difusión mediática como algo que nos refuerza y reconoce una trayectoria durísima intentando pisar en todos los campos de la neurocirugía. No quiero verlo, aunque suene a inmodestia, como un hecho aislado, como una especie de 'sonó la flauta'. Llevamos diez años haciendo este tipo de cirugía.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios