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Madre a los 70 años... o más: la industria de la fecundación artificial en la India

Una clínica de fertilidad sin limites

Madre a los 70 años... o más: la industria de la fecundación artificial en la India

Rajo, que ya tiene 79 años, posa con su hija Naveen, de 9.

En la India ha surgido una industria de fecundación artificial que prácticamente no conoce límites. A Rajo Lohan la inseminaron para ser madre a los 70 años. La visitamos en su casa cuando su hija ya tiene 9 años e indagamos en la clínica que lo hizo posible.

Domingo, 09 de Septiembre 2018

Tiempo de lectura: 6 min

No fui una mujer de verdad hasta los setenta años», dice Rajo Devi Lohan. Fue entonces cuando se quedó embarazada y trajo un bebé al mundo. Y fue entonces cuando se acabaron tantos años de desesperación y deseos frustrados, de burlas de sus vecinos y parientes. Son las seis de la mañana y esta campesina de Alewa, un remoto pueblo en la provincia india de Haryana, vierte el té del desayuno en un arañado recipiente de aluminio, añade un par de galletas y se lo da a su hija. Es Naveen, la hija de 9 años de una madre que ya ha cumplido los 79.

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Una buena niña. Naveen –abajo con el uniforme del colegio rematando los deberes– es muy buena estudiante. Los padres, orgullosos de ella, cuentan que han estado ahorrando dinero para cuando mueran y Naveen se quede huérfana. «Un tío se haría cargo de ella, hay una familia nueva esperando, todo está ya pensado», dice Rajo, su madre .

Vestida con su uniforme del colegio, la chica baja los estrechos escalones que conducen al fresco sótano de la casa para llevarle una taza de té a su padre. Balaram tiene 77 años. Concebir a Naveen fue «un milagro», dice Rajo. Al igual que su marido, ella nunca fue al colegio, apenas sabe leer y escribir. Solo sabe que tuvo que tomarse unas pastillas y que también había una doctora con una jeringuilla. Y, sobre todo, que después de varios meses de tratamiento y 56 años de matrimonio, por fin se quedó embarazada. El parto, por cesárea, se desarrolló sin complicaciones. Una personita de 1500 gramos vino al mundo, un poco adelantada y no muy bien nutrida, como su madre.

El doctor Bishnoi argumenta que en el mundo rural a las mujeres sin hijos se las margina de tal manera que prefieren suicidarse. «Hacemos lo que la sociedad exige de nosotros»

Ese tratamiento del que Rajo no entiende gran cosa, pero que ve como un acto liberador, como una redención, se denomina fecundación in vitro. En Europa, este tratamiento está sujeto a unas normas muy estrictas. En la India es distinto. Aquí están permitidas las gestaciones por subrogación y también las donaciones de óvulos. En cuanto al tratamiento al que Rajo le debe su embarazo, el término 'donación' no es del todo correcto. A Rajo le implantaron un óvulo que una mujer desconocida había vendido a la clínica, y que fue fecundado con el esperma de su marido.

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El origen de todo. El doctor Bishnoi en su clínica de fertilidad en Hisar, una ciudad a 160 kilómetros al oeste de Delhi. Los óvulos que jóvenes indias han vendido a la clínica se conservan en hidrógeno líquido. Y luego se implantan en mujeres de edad avanzada que quieren tener hijos y no pueden, tras fecundarlos con esperma de sus maridos. Es lo que le hicieron a Rajo.

En la India ha surgido un mercado descontrolado para la producción de bebés. Se calcula que en todo el país hay unas 20.000 clínicas de fertilidad que prometen cumplir los deseos de los padres frustrados. Solo una pequeña parte de ellas sigue las directrices no vinculantes establecidas por el Consejo Indio de Investigación Médica, que no recomienda el tratamiento más allá de los 50 años.

«Las mujeres son soldados»

Para Rajo, dos son los responsables del milagro: Dios y el doctor Anurag Bishnoi. Este médico de 43 años obra sus portentos tres o cuatro veces por jornada en su Centre for Assisted Reproduction, que se encuentra en Hisar. Las madres mayores son la especialidad del doctor Bishnoi. Rajo y su hija Naveen son la obra maestra. Representan la culminación de un largo proceso. «Discutía a menudo con mi mujer cuando venían a pedirme ayuda parejas mayores», cuenta el médico. «Ella me decía si sabía lo que estaba haciendo, si no pensaba parar nunca». Porque la edad de sus pacientes no dejaba de subir.

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Una buena relación. Naveen (en la foto con su padre) es una niña llena de energía. Ríe mientras baila al ritmo de las películas de Bollywood. Le gusta mucho el bádminton, pero nunca les ha pedido a sus padres que jueguen con ella. «Son muy viejos», responde sonriendo.

Al principio trataba a mujeres de 45 años como máximo, más tarde elevó el listón a 50. Luego lo puso en los 60. Finalmente, decidió prescindir de límites de edad. Ahora, lo único que determina si una mujer puede acceder a su programa de fertilización son las pruebas médicas, la presión sanguínea y un electrocardiograma.

La maternidad tardía también es un tema polémico en la India. Pero en el mundo rural, y así se defiende el doctor Bishnoi, una mujer simplemente está obligada a tener hijos. «Las familias necesitan descendencia, aunque solo sea por la herencia». A las mujeres sin hijos se las margina de tal manera que muchas de ellas prefieren suicidarse. «Hacemos lo que la sociedad exige de nosotros», dice el médico. «Las mujeres saben que son mayores y que no son tan fuertes como antes. Pero los soldados también saben que pueden morir por su país. Aquí, las mujeres son igual de valientes. Son soldados para sus familias», añade.

Rajo dice que no tuvo ningún problema con el embarazo. «Cada día estaba más feliz». Y cuenta con orgullo que las hormonas le permitieron dar el pecho a su hija hasta los tres años

El doctor Bishnoi asegura que, en los muchos años de su larga carrera, solo dos mujeres han tenido que pasar por la unidad de cuidados intensivos durante el tratamiento, y en ambos casos fue por breve tiempo y debido a un desplome de la presión sanguínea. No dice nada de las posibles consecuencias a largo plazo que pueden tener las elevadas dosis de hormonas que utiliza ni de los riesgos de que muchos acaben siendo partos prematuros.

El tractor a cambio del ladrillo

A Rajo, este tipo de consideraciones tampoco le habrían importado gran cosa. «En el pueblo me llamaban bange», palabra que en hindi significa 'vientre vacío'. «Las madres no me hablaban, las embarazadas me evitaban porque creían que, al no tener hijos, les podía dar mala suerte». Balaram y ella intentaron engendrar un hijo durante 15 años. Rajo pensaba que todo era culpa suya, pues su marido, como les dijo un urólogo, estaba sano. Balaram empezó a beber. Con el consentimiento de Rajo, Balaram tomó una segunda esposa, pero ella tampoco tuvo hijos. Fue entonces cuando un vecino les enseñó un recorte de prensa: una mujer había tenido un bebé a los 67 años en la clínica del doctor Bishnoi.

Tras la primera consulta, Balaram arrendó su tractor y pidió dinero prestado a sus familiares para poder pagar los 2000 dólares que costaba el tratamiento. Las probabilidades estaban en el 50-50, les dijo Bishnoi. Rajo empezó a tomar estrógenos para preparar su útero de cara a la implantación de un óvulo fecundado.

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Una demanda en alza. Varias docenas de mujeres y sus maridos aguardan en la sala de espera del doctor Bishnoi. Reconoce que al principio ponía un límite de edad –45 años– para iniciar el tratamiento, pero ahora solo pone como condición superar las pruebas médicas.

Preguntada por las fatigas de un embarazo a los 70 años, Rajo se echa a reír. «No tuve dolores», dice. «Cada día estaba más feliz. Y las mujeres que antes se burlaban de mí ahora bajaban la vista y no decían nada». Las hormonas le permitieron darle el pecho a su hija durante tres años, cuenta con orgullo.

Rajo y Balaram contaron con el apoyo de los familiares que viven en su casa: una sobrina, la hermana de Balaram y su segunda esposa. Todos vigilaban a Naveen mientras gateaba por el polvoriento suelo o se apoyaba en los muebles para ponerse de pie. Los padres tenían ya una heredera, y el reconocimiento social que tanto ansiaban. Para los Lohan, que su hija lleve los genes de una desconocida es algo secundario. La ley india establece que todo hijo nacido de una mujer se considera propio.

La madre acaricia la cabeza de su hija. Su último sueño, dice, es poder ver a Naveen convertida en adulta y casada. Cuando Naveen tenga 18 años, Rajo tendrá 89. «No sabemos cuándo faltaremos, es algo que no está en nuestras manos. Dios lo tiene todo escrito, ¿qué podemos hacer nosotros?», dice la campesina.


© Der Spiegel


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