Del «dientes, dientes» al linchamiento
Isabel Pantoja se despojó del sambenito de 'viuda de España' para iniciar una nueva vida televisada casi al minuto, desde sus besos en el Rocío a su detenciónAterrizó en Marbella hace una década como imagen de la ciudad. Colmó sus aspiraciones económicas y hasta políticas con Julián Muñoz, la persona con la que terminó compartiendo banquillo
MÓNICA PÉREZ mperezg@diariosur.es
Sábado, 20 de abril 2013, 14:06
Como una ola (parafraseando el éxito musical de quien durante años fue su principal rival en el mundillo artístico) Isabel Pantoja irrumpió hace una ... década con fuerza en el exclusivo y amplio catálogo de caras famosas de Marbella. Entró por la puerta grande con un contrato para relanzar la imagen de la ciudad. El entonces alcalde, Julián Muñoz, había puesto sus ojos en la tonadillera mucho tiempo antes, durante un concierto de la artista. Cuando el 28 de febrero de 2003 la cantante, el regidor, y la esposa de éste, Maite Zaldívar, protagonizaban el acto de la festividad autonómica, la relación Pantoja-Muñoz era ya un secreto a voces.
La tonadillera, venida a menos en los últimos tiempos y tras el fracaso de su proyecto empresarial en el restaurante Cantora de Fuengirola, encontraba de la mano de El Cachuli un filón para volver a la palestra. De hecho, solo un mes después, y pese a su reconocida fobia a los aviones, participaba en la botadura de una aeronave de Air Europa con el nombre de Marbella. Sus expectativas se frustraron pronto. Terminó dando la espantada dejando en un cajón el contrato para convertirse en relaciones públicas de la ciudad por el acoso mediático al que, dijo, estaba siendo sometida. Eran los tiempos del «no me vas a grabar más», después de que las cámaras captaran a Muñoz entrando en el chalé de la cantante en la parte trasera de un coche cubierto con una manta.
En poco tiempo Julián Muñoz abandonaba el domicilio conyugal dispuesto a afianzar su romance con la cantante. La inesperada aparición pública de ambos en El Rocío, en 2003, con besos robados entre bailes y carretas, oficializaba el romance. Isabel Pantoja se alzaba a la categoría de alcaldesa consorte. El cargo le duró cuatro meses. No se amedrentó y el día de la moción de censura tiró de altas dosis de altanería para irrumpir en el pleno y recorrer las calles junto a su Cachuli entre una marea de seguidores. Los mismos que ahora vapulean a la pareja a las puertas de los juzgados.
Despojado de su poder político, Julián Muñoz se convirtió en 'pseudomanager' de la folclórica, acompañándola en cada concierto y aparición pública. De la mano emprendieron nuevos proyectos: discos y un libro de cocina. Llegaron a confesar que buscaban un niño. La cigüeña pasó de largo.
Los alardes de felicidad no tardaron en convertirse en enfrentamientos con la prensa. De fondo, los rumores sobre posibles rupturas y las preguntas sobre el origen del elevado patrimonio del exregidor. La Pantoja no dudó en llamar a las puertas de la Junta de Andalucía para frenar la presión mediática, de la que nació el archifamoso: «dientes, dientes» instando a su pareja a poner buena cara a las cámaras. Hasta una carta envió al presidente José Luis Rodríguez Zapatero pidiendo protección. Ignoraban que entonces quienes más de cerca les seguían eran las Fuerzas de Seguridad. En julio de 2006 la cantante estuvo presente en la detención del exalcalde y en el registro de su vivienda.
Visita a Muñoz en la cárcel
Puso tierra de por medio. Se refugió en su casa de La Moraleja e intentó escapar de su dura realidad alejándose de la vida pública. Muchos dieron por concluida la relación de la pareja más mediática de los últimos años. Ella se resistió a visitar a su amado en la cárcel. Tardó tres meses en hacerlo. Tres horas duró el encuentro. Ella salió llorando. Un mes después dijo sentirse engañada por el exregidor.
Iniciaba así una campaña para desvincularse de bolsas de basuras y operaciones urbanísticas al margen de la ley. Le sirvió de poco. En mayo de 2007 regresaba a Marbella, en concreto, a los calabozos. La imagen de su salida tras quedar en libertad después de abonar 90.000 euros de la fianza impuesta por el juez dio la vuelta al país y parte el extranjero. Muñoz, en la cárcel, iniciaba una huelga de hambre. Un gesto de amor que duró seis días.
Hace un año, la cantante se volvía a ver las caras con su expareja y Maite Zaldívar. Era en el banquillo de los acusados del juicio por blanqueo de capitales. Ayer, tras escuchar la sentencia, Isabel Pantoja se daba otro baño de masas, en este caso, de enfurecidos que no dudaron en zarandear, insultar y empujar a la cantante. Atrás quedaron los días de ostentación y lujos. Aquel barco velero cargado de sueños cruzó la bahía... y encalló en Marbella.
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